Tag Archives: Cuentos

El socio. Juan Bosch 1940

Dos pesos de agua

Justamente a una misma hora, tres hombres que estaban a distancia pensaban igual cosa. En su rancho del Sabanal, Negro Manzueta maquinaba vengarse de don Anselmo y calculaba cómo hacerlo sin que el Socio se diera cuenta de lo que planeaba; en la cárcel del pueblo Dionisio Rojas cavilaba cómo …

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La mujer

Dos pesos de agua

                                            [Cuento – Texto completo.] Juan Bosch La carretera está muerta. Nadie ni nada la resucitará. Larga, infinitamente larga, ni en la piel gris se le ve vida. El …

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Cuentos del sinsentido entre la realidad y lo absurdo

La obra titulada Cuentos del Sinsentido, de Gerardo Roa Ogando, quien es lingüista, educador, escritor, nacido en Las Matas de Farfán, San Juan de la Maguana, 1975, está integrado de doce cuentos cortos, distribuidos en 79 páginas, más un prólogo y una introducción, en la que su autor no solo …

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Casi te veo por última vez

El teléfono sonó justo cuando mis ojos habían decidido abandonar el sueño. —¡Aló! —dije con una voz de resignado. —¿Señor Peña? —preguntó una mujer. —El habla, ¿qué desea? —respondí. —Debe asistir con urgencia al Hospital Central. Es su padre, está muy grave. Dejé caer el teléfono  y me abandoné sobre …

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Media hora antes

«La muerte es un castigo para algunos, para otros un regalo, y para muchos un favor». Séneca Abría la puerta cuando sonó el teléfono. Pensé en continuar, pero por alguna razón quise saber quién llamaba. Regresé. Levanté despacio el auricular, lo puse en mi oído y, aún insegura, contesté: —¿Buenas? …

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Se me fue poniendo triste, Andrés

-«Pedro Juan, tu Negrita se está por morir». Eso fue todo, Andrés. Y yo me le quedé mirando, mirándole los ojos que se le ponían de vidrio de botella de Malta. Así de quemados y oscuros. Después, ya el cuarto se iba llenando de pesados celajes, las paredes comenzaron a …

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Entre las piernas de una extraña

Le di a play y la bachata se metió por  mis oídos. ¡Quiero rabo!, gritaba el mayimbe como quien se muere de hambre. Poco a poco se fue llenando la guagua. Los que iban sentados se entretenían mirando el Facebook y mandando notas de voz por WhatsApp. La rutina parecía …

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