La frontera entre ciencia y no-ciencia: Imre Lakatos y Paul Feyerabend

METACIENCIA ||
Edwin Santana, M.A.
Edwin Santana, M.A.

La discusión sobre ciencia y pseudociencia ha requerido de una delimitación de por lo menos una de las dos prácticas, y es justo en este ejercicio delimitatorio que surgen los criterios de demarcación.

Además de los vistos en la entrega anterior, propuestos por el Neopositivismo por un lado y por Karl Popper por otro, antes y después de ellos ha habido propuestas que han tenido cierta relevancia en los escenarios filosófico-científicos.

Para ilustrar, antes de que existiese la ciencia moderna y se reflexionara sistemáticamente acerca de ella (reflexión cuyo inicio hemos situado en el momento de la conformación del Círculo de Viena, en 1921), se habían planteado criterios demarcatorios entre los tipos de conocimiento, intentando establecer diferencias de estatus epistemológico: en la Grecia Antigua, por ejemplo, se distinguía entre episteme, techné y doxa. El primero, de donde nos viene el concepto de epistemología, se usaba en Grecia para hacer referencia al conocimiento obtenido con rigurosidad racional y, por lo tanto, era conocimiento verdadero (por eso se entiende en la actualidad el concepto de epistemología como “estudio del conocimiento científico”); techné, por su parte, hacía referencia a “saber producir o fabricar cosas materiales” (incluyendo lo técnico y lo artístico; de ahí nos llega el concepto de técnica); y la doxa se entendía como la mera opinión, aquellas creencias comunes que no necesariamente tienen fundamentación racional.

Unos 1,500 años después (siglo XVI) tenemos noticias de la existencia de unos criterios elaborados por Francis Bacon para reconocer y caracterizar a la ciencia: proponía que la ciencia es un saber objetivo (opuesto al saber subjetivo y no sistemático) que se somete a comprobación y que se expone de forma racional, lógica y coherente.

No obstante, estos criterios, aunque son indicativos, resultaron insuficientes para marcar diferencias claras entre los distintos saberes, pues tanto la metafísica como la religión, y otros tipos de saberes, podría cumplir con los criterios de sistematicidad, racionalidad y coherencia, por ejemplo. Además de que, dentro de la propia ciencia como tal, es necesario poder distinguir entre teorías distintas que intentan explicar los mismos hechos, así como reconocer cuándo una teoría se rechaza porque ha surgido una “mejor” y, finalmente, deberíamos ser capaces de reconocer cuando, incluso un científico, se ha dejado seducir por los intereses pseudocientíficos.

De esta problematización surgen las propuestas que hemos estado viendo acá: la del neopositivismo y la de Popper que vimos en la entrega anterior, y las posturas al respecto de Lakatos y Feyerabend, que estaremos viendo en esta entrega.

Imre Lakatos, filosofo de la ciencia, se enfrenta directamente a Popper cuando de establecer criterios de demarcación se trata. Para Lakatos, la idea de Popper de que la ciencia se distingue porque sus teorías pueden ser falsadas, es incorrecta, esto debido a que toda teoría nace con un conjunto de hechos que la refutan en el mismo momento en que es creada. De modo que lo que diferencia realmente a la ciencia de otros saberes, es el hecho de que, a través de un conjunto de prácticas que definió como “programas de investigación”, la ciencia es capaz de “progresar”, pues cada nueva teoría es capaz de explicar más cosas que la anterior, y puede predecir hechos que ni siquiera habrían sido planteados antes. Admite, además, que la ciencia también se caracteriza por un espíritu escéptico que le empuja a someterse a revisión constante y que las teorías científicas, en última instancia, tienen un referente empírico, pues son los hechos las que terminan probándolas, o al menos indicando cuán cerca están de explicar la realidad. Con esto rechaza el “todo o nada” que implica el falsacionismo popperiano.

La postura de Paul Feyerabend respecto a la demarcación es mucho más radical -e inesperada- . Feyerabend asegura que la búsqueda de criterios de demarcación es improcedente. Entiende que en realidad lo que hemos decidido llamar ciencia es una forma de saber que funciona sobre accidentes, coyunturas e intereses demasiado ajenos a una lógica interna como para poder establecer una racionalidad propia o una demarcación clara. Desde su perspectiva, no existen reglas que se sigan indiscutiblemente en la ciencia, de modo que ni siquiera se debe hablar de método científico, pues no existe tal cosa. Para Feyerabend, ninguna ciencia en la actualidad posee mayor valor cognitivo que la magia, la alquimia o la atrología. De modo que carece de sentido hablar de criterios de demarcación y, consecuentemente, de ciencia y pseudociencia.

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