Muchos dominicanos que admiran la obra científica de buen cardiólogo y de gran Rector de Guarocuya Batista del Villar, ignoran que también fue un gran poeta. Las cosas grandiosas también están llenas de detalles. Miramos a Guarocuya -muchas veces- desde la ciencia, y no desde el arte.
Tuve el honor de ser invitado por Guarocuya a su casa para compartir su poesía y una copa de vino. Me entregó el fardo de poemas para que le diera mi humilde opinión sobre sus textos poéticos escritos -muchos de ellos- desde el año 1954. Durante la conversación, trazamos la estrategia de su publicación.
Guarocuya Batista del Villar nació en Bonao, provincia Monseñor Nouel. Por razones políticas, no pudo vivir en la tierra que lo vio nacer. Junto a sus padres, peregrinó por casi todo el país. Su padre también escribía versos y su madre tocaba el piano. A los 16 años, se graduó de Bachiller en Ciencias Físicas y Naturales y, a los 22, obtuvo el título de Doctor en Medicina, Magna Cum Laude, en la entonces Universidad de Santo Domingo. Partió a Francia para realizar el Certificado de Estudios Especiales de Cardiología. Fue Rector de la UASD de 1976 a 1978.
El texto que comentamos está subtitulado Una Luna Encendida y Otros Poemas. Recoge los poemas escritos en Santiago, La Vega, Santo Domingo, Nueva York, París, Estocolmo, Londres, Managua, Madrid, La Habana.
Los poemas contenidos en el libro del maestro Guarocuya están marcados por cantos románticos y el compromiso social. El patriotismo, la libertad, la justicia social y la solidaridad con los pueblos que luchan por su libertad forman parte de la pluralidad de sentidos de la obra. Es importante destacar el trabajo estético presente en el texto.
Cito el poema Revolución (Pág. 76):
«Hubimos de esperar que amontonaran los huesos
de los muertos y
las apaleadas protestas de jóvenes sin cuna
vertiginosamente
-ascensor imposible, alarido incipiente,
eclipse,
tierra en los dedos,
sangre en la boca- el coro de frutas del verano
ya te anunciaba».
En el poema SALUD, GRAN CAFRE! (Pág. 115), en el que el autor le canta a Mandela, encontramos el sentido de la solidaridad con el líder africano y la lucha de su pueblo:
«Setenta años te llegan a las nervaduras.
Te tienen entre barrotes, pero no prisionero,
porque es imposible
quebrar el ala dulce de tu voz libertadora.
Con la palabra en la mano
cafre Nelson Mandela,
buscaste una montaña,
emboscaste al colono y su mentira,
abriste una guerrilla de amor entre los tuyos».
El libro está prologado por Víctor Villegas y Grey Coiscou Guzmán.