El mito y la filosofía

METACIENCIA ||

La necesidad de comprensión del mundo circundante del ser humano le lleva a usar lo conocido para explicar lo desconocido. Es así como el ser humano, cuando se asombra y se cuestiona o duda, tiene la necesidad de obtener descripciones más o menos satisfactorias de los fenómenos, ya sean estos naturales, ya humanos o subjetivos; en ocasiones, el individuo completa esas descripciones atribuyendo a las fenómenos explicaciones cuyas referencias se encuentran en las mismas relaciones que se dan entre el ser humano, la naturaleza y la sociedad. Esas explicaciones son lo que se conoce como mito. Ernst Cassirer, cuando se refiere al desarrollo evolutivo del conocimiento en la historia del ser humano, ubica el comienzo del mito en un estadio anterior al comienzo del lenguaje mismo, pues para él, es el mito la primera expresión de la actividad cultural del ser humano.

La validez del mito en una sociedad determinada se fundamenta en la tradición. El mito es una narración que se viene pasando de generación en generación y, aunque es fantástica –pues suele utilizar personajes sobrenaturales para justificar fenómenos generalmente físicos-, esa cualidad de tradicional impide de algún modo que sea cuestionado, por el hecho de que se apoya en figuras de autoridad y en la simple, pero eficaz respuesta a cualquier atisbo de dudas o cuestionamiento, de que siempre ha sido así.

El mito cumple una función educativa: enseña a las generaciones nuevas de una sociedad una justificación para sus costumbres y comportamientos; siempre hace referencia a los tiempos primigenios y, aunque no siempre trata sobre dioses, sí puede hacerlo. Además, el mito no tiene una única versión que pueda señalarse como la auténtica, pues su característica de tradicional, social y anónimo lo hace susceptible de enriquecimiento a medida que pasa de boca en boca.

El mito, en tanto que explicación creada por el propio ser humano haciendo uso de su ingenio, comparte esa característica con la filosofía. La diferencia entre uno y otro está en que la filosofía no busca explicaciones en la ingenuidad de las relaciones del ser humano con la naturaleza y los demás, ni se fundamenta sencillamente en la tradición, sino que la filosofía explota la razón hasta llegar a los principios fundamentales, que son las más amplias generalizaciones que la razón puede alcanzar (Cfr. Vernant, Mito y pensamiento en la Grecia antigua, 1973).

De hecho, la filosofía comienza como un rechazo a las explicaciones mitológicas para empezar una búsqueda de las razones de los fenómenos más allá de los fenómenos mismos, a través de la reflexión puramente racional y con una argumentación lógica. Respecto a ese divorcio, el filósofo rumano Mircea Eliade, quien es reconocido estudioso de los mitos, nos dice lo siguiente:

Es de todos conocido que a partir de Jenófanes (hacia 565-470) —que fue el primero en criticar y rechazar las expresiones «mitológicas» de la divinidad utilizadas por Homero y Hesíodo— los griegos fueron vaciando progresivamente al mythos de todo valor religioso o metafísico. Opuesto tanto a logos como más tarde a historia, mythos terminó por significar todo «lo que no puede existir en la realidad» (Mircea Eliade, 1991).