Filosofía y ciencia. Relaciones elementales

METACIENCIA ||
Edwin Santana, M.A.
Edwin Santana

La ciencia, como la filosofía, es un saber riguroso, sistemático y racional, que llega a sus objetivos a través de un método explicitable.

Tanto la ciencia como la filosofía son, en última instancia, conceptos. Conceptos que tienen en común el hecho de tanto uno como el otro refiere a una actividad humana que busca generar conocimiento. De modo que cuando hablamos de «ciencia» o de «filosofía», aunque usemos estas palabras como sujetos de oraciones, no estamos significando que en realidad existe un ente que responda a cualquiera de estos nombres y que sea capaz de realizar actividad alguna; toda vez que quien lleva a cabo las actividades de investigación para generación de conocimiento, sea esta investigación científica o filosófica, es el ser humano.

Epistemológicamente hablando, la diferencia entre ciencia y filosofía radica en la especialidad característica del saber científico. Es decir, la ciencia tiene un objeto específico de estudio, un fenómeno, el cual desea explicar, mientras que el saber filosófico es un saber total, que busca causas primeras y que trasciende los fenómenos y las causas inmediatas en las que se detiene la ciencia.

En otras palabras, la ciencia, como actividad humana de búsqueda de conocimiento, necesita delimitar su campo de estudio para poder rendir frutos, para poder dar explicaciones y elaborar sus teorías y enunciar leyes, mientras que la filosofía -que es una actividad con la que el humano busca conocimiento también- no tiene esa necesaria limitación, y puede darse el lujo de incursionar, tanto en especulaciones sobre objetos físicos (como la naturaleza y sus elementos), como sobre elementos metafísicos e intangibles como la ética, la moral, la estética, etc.

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La ciencia da por sentada la realidad de los objetos que componen el mundo exterior, la filosofía se puede dar el lujo de dudar de ello, y en efecto lo hace (Bunge, 2002). Además, el saber científico requiere formación especial y sus respuestas no se quedan en la información subjetiva, sino que intenta llegar a las explicaciones más objetivas posibles de los fenómenos que observa.

Por otro lado, la ciencia guarda una estrecha relación con la filosofía.

En primer lugar, históricamente, el razonar filosófico es lo que da lugar al nacimiento de la ciencia. En ese sentido, la ciencia bien puede llamarse “hija” de la filosofía.

La propuesta de Thomas S. Kuhn del progreso científico apoya esa noción, cuando dice que, antes de que haya “ciencia normal”, lo que existe es una serie de escuelas filosóficas enfrentadas que no logran acuerdos sobre el camino que debe tomar la ciencia y, una vez se impone una de estas escuelas filosóficas, ocurre el nacimiento de un periodo de desarrollo de la ciencia bajo los preceptos que la escuela ganadora del debate propone (Cfr. Kuhn, 1971).

En segundo lugar, la filosofía sigue “detrás”, por así decir, de la práctica científica, en tanto que sirve de fundamento a la misma. Las disciplinas filosóficas de la epistemología, la ontología y la ética, –sobre las que nos detendremos más adelante- por ejemplo, sirven de marco teórico, metodológico y de acción para la ciencia.

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