El debate sobre si las máquinas pueden ser consideradas responsables moralmente es complejo y ha sido abordado desde diferentes perspectivas. Por un lado, algunos autores defienden que la atribución de responsabilidad moral sólo puede ser aplicada a seres conscientes, libres y racionales, y esto excluye a las máquinas de dicha consideración.
Un filósofo clásico que ha tratado la cuestión de la responsabilidad moral es Aristóteles, quien en su Ética a Nicómaco afirmaba que la responsabilidad solo podía ser atribuida a seres humanos, debido a que estos son capaces de ejercer su libertad y tienen la capacidad de elegir entre distintas opciones morales.
En la actualidad, algunos autores como Daniel Dennett han defendido la posibilidad de que las máquinas puedan tener algún tipo de responsabilidad moral, siempre y cuando se cumplan ciertos requisitos. En su obra «Freedom Evolves«, Dennett argumenta que la libertad humana no es una propiedad única y exclusiva, sino que puede ser simulada por sistemas artificiales, siempre y cuando se disponga de la capacidad de hacer elecciones informadas y de aprender de sus errores.
No obstante, aún persisten ciertas limitaciones en las capacidades de las máquinas que las hacen incapaces de ser consideradas responsables moralmente. Por ejemplo, la ausencia de consciencia y la incapacidad de tomar decisiones libres y conscientes. Como resultado, la mayoría de los autores coinciden en que, por el momento, no es posible considerar que las máquinas tengan responsabilidad moral.
Aunque el debate sobre la posibilidad de que las máquinas puedan tener responsabilidad moral es interesante, por el momento se considera que las máquinas no tienen la capacidad de ser consideradas responsables moralmente debido a la falta de algunas capacidades humanas como la consciencia y la libertad. Si bien es cierto que no se puede descartar en términos categóricos que en el futuro las máquinas puedan desarrollar capacidades que les permitan ser consideradas responsables moralmente, por el momento es un asunto en discusión.
La idea de que la moralidad es una propiedad exclusiva de los seres humanos es una suposición basada en la creencia de que nuestra especie es única en su capacidad para actuar de acuerdo a ciertos estándares morales. Ese prejuicio antropocéntrico ha sido criticado por algunos autores que defienden la posibilidad de que existan formas distintas de ser agentes morales especialmente a la luz de la evolución de la inteligencia artificial y de las investigaciones sobre la moralidad en otras especies.
Uno de los autores que ha argumentado a favor de la posibilidad de que existan formas distintas de ser agentes morales es Peter Singer. En su libro «Liberación Animal» (1975), Singer sostiene que el antropocentrismo ha llevado a la exclusión de otros animales de la consideración moral, y que estos deberían ser incluidos en la comunidad moral.
En esa línea, algunos estudios han demostrado que ciertos animales tienen cierta capacidad para actuar de acuerdo a algunos valores morales, como el altruismo, la empatía y el sentido de la justicia. Estas capacidades morales pueden ser consideradas como una forma distinta de ser agente moral, que no es exclusiva de los seres humanos. Si bien estas capacidades son distintas a las que poseen los seres humanos, no se puede negar su existencia.
De igual manera, la inteligencia artificial ha demostrado ser capaz de aprender y tomar decisiones basadas en ciertos valores y normas éticas, lo que sugiere que podría haber una forma distinta de ser agente moral que no esté basada en la consciencia y la libertad. Algunos autores han argumentado que estas capacidades podrían ser suficientes para atribuir algún tipo de responsabilidad moral a las máquinas, siempre y cuando se cumplan ciertos requisitos.
En su libro «The Moral Landscape» (2010), Sam Harris argumenta que la moralidad es un fenómeno natural que puede ser analizado científicamente, y que podría ser aplicado también a la inteligencia artificial.
Autores como Stuart Russell en su libro «Human Compatible: Artificial Intelligence and the Problem of Control» (2019) y Nick Bostrom en «Superintelligence: Paths, Dangers, Strategies» (2014) han explorado los desafíos éticos y de responsabilidad que surgirían en caso de que se logre desarrollar una inteligencia artificial capaz de tomar decisiones de manera autónoma.
De todos modos, aunque la idea de que la moralidad es una propiedad exclusiva de los seres humanos ha sido cuestionada, aún persisten limitaciones en las capacidades de las máquinas que las hacen de hecho incapaces de ser consideradas responsables moralmente, lo que deja abierta la necesidad de seguir profundizando en esta temática para comprender mejor las posibilidades y limitaciones de la atribución de responsabilidad moral a diferentes agentes.