Humanidades Digitales: Inteligencia Artificial, el malum y el agathos 

Edwin Santana, M.A.
Edwin Santana

Para el filósofo Hans Jonas, la ética de la responsabilidad se basa en el principio de precaución, el cual implica tomar acciones preventivas ante la incertidumbre y priorizar la protección de la vida y de la humanidad en general. A la luz de esto, el malum emerge cuando se lleva a cabo una acción sin considerar sus potenciales consecuencias negativas a largo plazo. Se trata, en última instancia, del mal que nuestras acciones podrían provocar, especialmente cuando ese mal es, en principio, previsible.

Visto desde esta perspectiva, el malum refiere, no a una entidad de existencia material, sino al resultado de acciones humanas que ignoran o desprecian la responsabilidad que tenemos hacia el mundo y hacia las generaciones futuras. Jonas argumenta que la tecnología, al ofrecer poderes sin precedentes sobre la naturaleza, también implica una responsabilidad sin precedentes para con ella.

Por otro lado, el filósofo argentino Mario Bunge propone lo que él denomina el agatonismo, un sistema ético basado en la promoción del agathos (el bien o lo bueno), entendido como el crecimiento, desarrollo y realización personal y colectiva. Bunge sostiene que la responsabilidad de los individuos y de la sociedad es maximizar el agathos mediante decisiones basadas principalmente en la evidencia y la racionalidad.

En lo que respecta a la Inteligencia Artificial (IA), nos encontramos frente a una de las tecnologías más poderosas y potencialmente transformadoras de nuestra época. Con su “capacidad de aprender” (incorporar nuevos datos de manera coherente a su base de datos), «adaptarse» (proporcionar información con aparente comprensión del contexto) y realizar tareas que antes se consideraban exclusivamente humanas (como escribir una canción, por ejemplo), la IA tiene el potencial de cambiar radicalmente muchos aspectos de nuestra sociedad.

En ese sentido, la IA se presenta como una tecnología de doble filo, capaz de generar tanto beneficios significativos como potenciales daños. Desde la perspectiva de Jonas, puede ser fuente de malum, si no se consideran sus posibles consecuencias negativas. Desde el agatonismo de Bunge, representa un desafío en el cual debemos decidir cómo optimizar su uso para maximizar el agathos, lo que implica desarrollar e implementar la IA de una manera que minimice el potencial de daño y maximice los beneficios, con la debida consideración de las implicaciones a largo plazo, reconociendo la responsabilidad que tenemos en su desarrollo y uso, y buscando activamente formas de minimizar los riesgos.

Al final, independientemente de la perspectiva desde la que se mire, estaremos de acuerdo en que se necesitan medidas normativas estrictas para la IA, que fomenten la transparencia, la rendición de cuentas en su desarrollo y la constante evaluación de su impacto ético. Además, estamos conminados a trascender la mera búsqueda ingenieril de eficiencia y eficacia en la creación de sistemas de IA. Es imperativo que, de manera inquisitiva, su producción y uso sean éticamente responsables, y que contribuyan al crecimiento y desarrollo humano y a la sostenibilidad.

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