De Indios vivos a Cristianos muertos

Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: «Cierren los ojos y recen». Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia. Eduardo Galeano

Explica el padre Las Casas, que a la llegada de los conquistadores la isla de La Española, estaba dividida en cinco reinos, regidos por cinco reyes poderosos los cuales eran asistidos por gran número de señores. 

El primero de estos reinos era el de Maguá, y el cual era tan extenso que iba del Mar Caribe al Mar atlántico, teniendo una extensión de unas ochenta leguas con una anchura que Oscilaba entre cinco y diez leguas. Para Las Casas, más de treinta mil ríos y arroyos salían de la misma. Tan vastas extensiones eran gobernadas por Guarionex, al cual defendían unos dieciséis mil guerreros.  

Este Guarionex en obediencia a los españoles, ordenó que cada persona vasalla suya entregará un cascabel de oro; como los nativos no eran duchos en este laboreo, luego le fue rebajado a la mitad. Al ver que no podía satisfacer la demanda de oro, se ofreció sembrar de yuca todo su dominio, desde el Mar Caribe hasta la Isabela, pero que no le pidieran oro.

En respuesta al señor de la isla, se le pagó ultrajándolo, para lo cual un capitán español violó a su mujer. Con el objetivo de vengarse huyó al dominio de los Ciguayos, tierra que era gobernada por uno de sus vasallos. Hasta allí llegaron los cristianos e hicieron grandes matanzas. Tomaron como prisionero a Guacanagarix, para llevarlo a España a ser juzgado. El rey nativo pereció en un naufragio, donde también perecieron muchos españoles y se hundió con ellos aquella fabulosa pepita de oro, que a decir de Las Casas pesaba 3600 castellanos.  Así se manifestaba la venganza de Dios por tan grande injusticia. 

El otro reino, y llamado del Darién, que para Las Casas, era más grande que el reino de Portugal.  Su señor se llamaba Guacanagarix, recuérdese que fue en su dominio donde se detuvo Colón y fundó el fuerte de la Navidad. 

El recibimiento dado por Guacanagarix a los españoles, fue tan suave y dulce que ni aun sus padres los recibieron así. Como recompensa el señor del Darién, murió huyendo por los bosques y los otros señores murieron bajo la servidumbre y la tiranía de los cristianos. 

 El tercer reino es el de Maguana, y su señor el indómito Caonabo. De él dice Las Casas: “este señor en esfuerzo y estado y gravedad y ceremonia de su servicio: excedió a todos los otros”.

A este Caonabo fue que con malicia y engaño atrapó Alonzo de Ojeda y lo sacó de su reino en Maguana para ser llevado a Castilla, pero la venganza de Dios pudo más y estando en el puerto pereció el rey y todos los cristianos que iban en las seis naves.

 En respuesta a la prisión de Caonabo, sus hermanos se sublevaron, y fue entonces cuando los españoles arrasaron con la mitad de su reino.

Xaragua es el cuarto reino, y era como las Cortes de los demás reinos su rey se llamaba Bohechio, el hermano de Anacaona. El rey de Xaragua había servido a los cristianos pero a su muerte le sucedió Anacaona. Fue a esta Anacaona a la que Fray Nicolás de Ovando con sesenta hombres de acaballo y trescientos hombres de a pies   asoló su reino. Como escarmiento sin que mediara ninguna provocación, el gobernador hizo entrar a unos trescientos señores de Xaragua en una casa de paja y le prendió fuego. La descripción que hace Las Casas de la matanza de los niños, es digna de una novela gótica.  

 “Y acaeció algunos cristianos, o por piedad o por cudicia tomar algunos niños para mamparallos, no los matasen, y poníanlos a las ancas de los caballos; venía otro español por detrás y pasábalo con su lanza. Otro, si estaba el niño en el suelo, le cortaba las piernas con la espada”.

Anacaona por su dignidad de reina la ahorcaron.

El último reino era el de Higüey, gobernado por la anciana Higuanama. A está siguiendo el ejemplo de Anacaona la ahorcaron, y una infinidad de gente quemada viva.  Los que no murieron, pasaron a servir como esclavos, pero no solo en el reino de Higüey sino en todos los demás reinos. 

Estos aborígenes que fueron esclavizados, unos fueron destinados a las labranzas y otros a las minas. El trato fue tal que ni siquiera recibían sino hierbas o cosas sin sustancias. A feliz decir de Las Casas, a las mujeres paridas les sacaban la leche, para que no alimentarán a sus niños y murieran. 

Como se podrá apreciar, la descripción de Las Casas es la de una “leyenda negra”. Las descripciones hechas al principio de los cinco reinos, donde reinaba la paz y la armonía, que en conjunto con la bonanza de las tierras y los saludables del clima nos haría pensar que estamos en los Campos Elíseos. La descripción que se nos ha dado, es similar a la de Galván en el primer capítulo del Enriquillo. 

Pero tanta dicha y bienestar vino a ser perturbada por el hombre blanco y su afán de oro. Bien lo dice Neruda: “Los indios vivos se convirtieron en cristianos muertos”.  La isla fue asolada, ya a los veinte años de la llegada del hombre blanco, no quedó más que un pequeño reducto de la raza nativa, Enriquillo en su asentamiento de Boyá.

Pero la suerte sufrida por los naturales de Quisqueya, Bohio, o Babeque, que también podría ser llamada Haití o La Española de Colón, no fue menos rigurosa que la de los nativos de las isla que hoy se llaman: Cuba, Jamaica y Puerto Rico. 

Bibliografía.

Fray Bartolomé de Las Casas. (1974). Brevísima relación de la destrucción de las Indias. Barcelona, España: Fontamara Barcelona. 

Fray Bartolomé de Las Casas. (1987). Historia de las Indias. Santo Domingo: Sociedad Dominicana de Bibliófilos INC.

Pablo Neruda. (1966). Versainograma a Santo Domingo desde Isla Negra. Santiago de Chile: Nacimiento.

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One comment

  1. En verdad creo que le faltó decir al tal de las casas la verdadera historia que no solo perjudicó a nuestros aborígenes le faltó decir que los verdaderos cristianos padecieron ante que los aborígenes fruto de la famosa inquisición de los reyes católico que creyeron haber sepultado el verdadero cristianismo que no va de acuerdo con todas esas valvaries.

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