Pseudociencias

METACIENCIA ||
Edwin Santana, M.A.
Edwin Santana, M.A.

Uno de los problemas que se han planteado los filósofos de la ciencia en ese ejercicio que hemos dicho que se hace “alrededor” de la ciencia con una intencionalidad descriptiva-normativa, ha sido la cuestión de distinguir cuándo estamos frente a un conocimiento legítimamente científico y cuándo no.

Esto es así porque sabemos que la ciencia no es la única manera de obtener conocimiento sobre el mundo, y sumado a eso, hay que reconocer que existen imposturas que pretenden aprovecharse de la confianza que actualmente se tiene en la ciencia en términos generales (y esto último puede tener consecuencias políticas, sociales y medioambientales nefastas).

Es por estas razones que a los filósofos de la ciencia les interesa separar lo más claro posible lo que es ciencia de lo que no lo es. A esto, dentro de la filosofía, se le ha llamado “el problema de la demarcación”, haciendo alusión a la figura de construir una frontera que nos permita ver con claridad esa separación entre ciencia y no-ciencia.

Como hemos visto, la ciencia es una práctica humana, y como toda práctica humana, la ciencia también es pasible de falsificación.

Cuando estamos frente a un conocimiento, teoría o conjunto de enunciados que pretenden ser científicos pero que no lo son, decimos que estamos frente a una pseudociencia.

Las pseudociencias, contrario a lo que puede llegarse a pensar, son bastante populares y muy difíciles de identificar porque, en algunos casos, conscientes de la impostura, sus propulsores disfrazan lo mejor que pueden aquellos conocimientos que intentan hacer pasar por ciencia, e incluso proponen los que según ellos han de ser los criterios de demarcación entre ciencia y pseudociencia de un modo tal que su defendida quede, según ellos, dentro de la parcela de la ciencia auténtica.

A pesar de que se han hecho esfuerzos desde la filosofía de la ciencia por establecer estos criterios de demarcación de una manera clara, no es sencillo encontrar un criterio simple que nos separe a las ciencias de las pseudociencias, porque estamos hablando de un complejo sistema -bastante amplio- de conocimientos y de actividades en constante evolución. No obstante, existen algunos lineamientos generales con los cuales podríamos aquí hacernos de un arsenal mínimo que nos permita ir distinguiendo al menos aquellas pseudociencias más evidentes, sin importar si son populares o no. Estas características de las pseudociencias las podemos extraer en contraposición con características de la ciencia.

Cabe acotar, antes de continuar en la tarea propuesta, que dentro los criterios de demarcación propuestos desde la filosofía de la ciencia el más popular ha sido el conocido como “falsabilidad”, al cual le dedicaremos algunas entregas en lo que sigue, pero que podemos decir, sucintamente, que está vinculado directamente al carácter -reconocido por la propia ciencia- de falibilidad y consiste en el planteamiento de Karl Popper de que sólo un enunciado al cual se le pueda encontrar un enunciado opuesto, que al compararse con los hechos de la experiencia no pueda ser valorado como verdadero, puede ser considerado científico. Con esto Popper lograba dejar fuera aquellas pretensiones de ciencia que decían ser robustas por ser capaces de explicarlo todo, ya que no había forma de conseguir, en la experiencia práctica, algún planteamiento opuesto a sus postulados, cuando es todo lo opuesto,  pues parte de la fortaleza de la ciencia como conocimiento sobre el mundo reside precisamente en reconocerse falible.

El criterio de demarcación popperiano no es tan sencillo de explicar en un solo párrafo así que, como hemos indicado, más adelante le dedicaremos algunos artículos a este problema.

Volviendo a la tarea propuesta, tal y como hemos anunciado, existen algunas características que le son propias al conocimiento científico que pueden permitirnos discernir entre propuestas sospechosas, a saber: es pasible de cambiar cuando la evidencia lo indica, se somete a revisión de pares (procedimiento en el que expertos en el área en que se presenta una investigación la revisan y la aprueban o desaprueban, de acuerdo con criterios lo más objetivos posibles); además la buena ciencia toma en cuenta todos los nuevos descubrimientos que se le relacionan, invita a la crítica y la valora como positiva; presenta resultados verificables y replicables, limita los niveles de aplicación de la teoría, descubrimiento o propuesta científica y, finalmente, siempre está en la búsqueda de mediciones lo más exactas posibles.

Por el otro lado, las pseudociencias suelen tener casi todas las características que siguen y que se oponen a las de la ciencia: poseen ideas fijas, no se someten a una verdadera revisión de pares, seleccionan sólo descubrimientos que les sean favorables (sesgo de confirmación), ven la crítica como conspiración, no presentan resultados replicables ni verificables, sus teorías se aplican a casi todo (es decir, no tienen límites) y no se consideran los errores y sus estadísticas.

Adicionalmente, para reconocer una pseudociencia propongo que se busque identificar los siguientes indicadores en aquellas teorías o resultados sospechosos:

  • Las pseudociencias suelen utilizar “psycobabble”, es decir, hacen uso de vocabulario psicológico, lenguaje esotérico, palabras de moda y conceptos propios de teorías científicas reales para impresionar y pasar por verdaderas. Un aspecto a destacar es que en la mayoría de los casos utilizan los conceptos científicos bastante alejados del significado que se le da en la ciencia de la cual provienen.
  • En las pseudociencias se le da una importancia enorme a la evidencia anecdótica. Además, suelen pronunciarse en contra de principios científicos muy bien establecidos (y pueden incluso aducir que la humanidad ha estado engañada por “creer” en esos principios que denostan). Además suelen descalificar cualquier “ataque” que venga hacia sus planteamientos y que en sus argumentos haga uso de informaciones científicas.
  • Regularmente, en las pseudociencias, se hacen afirmaciones que no pueden ser puestas a prueba en modo alguno, y publican sus resultados en sus propias revistas. Además de que suelen repetir argumentos que ya han sido refutados en innumerables ocasiones. Esto implica un marcado desinterés por el progreso del conocimiento.

Antes de terminar, es propicio dejar aquí algunas advertencias:

La ciencia no es inmune a los desatinos académicos. Incluso los controles para evitar la charlatanería pueden ser burlados y, en muchas ocasiones, las pseudociencias hacen vida normal en las academias, pues muchos de sus defensores lo hacen porque no han podido distinguir entre ciencia y pseudociencia.

Por otro lado, hay que tener cuidado con otra categoría, que son las protociencias. Estas son ciencias en ciernes que atacan problemas reales pero que por su complejidad o juventud aún no poseen teorías fuertes o no se han podido establecer leyes y modelos que respondan de un modo satisfactorio a los problemas que estudian. No obstante, sus hipótesis son consistentes con la ciencia y cuando tienen que recurrir a enunciados que no lo son, se indica abiertamente la contradicción con intención de mejorar y de que se hallen alternativas mediante investigaciones o descubrimientos futuros, cosa que no se hace en una pseudociencia.

Finalmente, ejemplos de pseudociencias bien establecidas y populares son la astrología, la parapsicología y la ufología. También existen las pseudotecnologías, y entre estas encontramos la homeopatía, las terapias psicoanalíticas y las imposturas de salud relacionadas con el movimiento New Age.

Comentarios De Facebook

Check Also

La credibilidad de las revistas científicas

La credibilidad de las revistas científicas se fundamenta en los controles que se han venido …

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *