La tendencia a moverse más allá de modelos teóricos, jerárquicos y racionales inoperantes para dirigirse a enfoques pragmáticos, de acciones concretas es el ideal que se debe reflejar en el tipo de liderazgo en las institucione educativas hoy.
Urge un “nuevo estilo de liderazgo” carismático, visionario, transformador, más flexible e inclusivo, comunitario, de compromiso y democrático en el que participen de manera activa todos los sujetos que conforman la organización.
En estos tiempos en el que la expresión “liderazgo educativo” se ha puesto de moda hay que apostar por un liderazgo en el ámbito educativo, pues este puesto en acción es clave para la mejora de los procesos instituciones. El liderazgo puesto en marcha en las organizaciones que aprenden va tomando auge y proporciona un marco referencial para entender cómo los cambios cognitivos de la organización son dependientes de nuevas estructuras organizativas y modelos mentales. En ese sentido el aprendizaje de una organización es un medio para alcanzar una organización que aprende, lograr esto requiere un liderazgo entendido como un proceso de influencia positiva en todos los sujetos que confluyen en la institución que lo distinguen de autoridad y poder.
En este contexto no se debe entender “organizaciones” como entidades abstractas, porque como tal no pueden aprender ya que solo aprenden las personas. Decimos que las organizaciones aprenden cuando la ejecución de tareas que sus miembros ejecutan de forma individual o colectiva impulsan la mejora, una mejora que se revierte en el cambio de las personas y de la sociedad.
En las instituciones educativas si nos proponemos el aprendizaje permanente como meta no es algo sencillo; si consideramos la misión, visión, valores y filosofía de las instituciones educativas, sus características como organizaciones y el contexto donde se encuentran o realizan sus actividades hay que considerar que en todas sus partes es complejo. Pero si partimos del supuesto de que la misión principal de una entidad educativa es la de contribuir con formación y mejora de los sujetos que confluyen es ese conglomerado, esta formación debe orientarse al perfil de un ser humano capaz de interactuar con la realidad que le circunda y transformarla, y dicha mejora incluye el todo como de la persona y el medio.
Una organización que aprende debe constantemente reflexionar sobre lo que hace y sobre la naturaleza de su quehacer. Debe por tato evaluarse teniendo en cuenta sus fortalezas, sus oportunidades de mejora, sus aspectos a mejorar y los elementos que para ella en el entorno representan amenazas.
Para alcanzar una organización que aprende no basta con la elaboración de proyectos que posan (en muchos casos) en las gavetas de los escritorios de sus directivos, que en ocasiones son iniciativas de una persona, (no de un líder) que se atribuye la función en nombre de todos y lo impone, y por tanto, en la práctica no funciona porque ninguno de sus miembros se identifica con el proyecto.
Dar el paso a una organización que aprende exige de cambios internos y externos, coherentes y en armonía con los cambios culturales. Exige sacrificio, compromiso, apropiación, pero, sobre todo, lo más difícil, que todos los sujetos que la conforman estén alineados.
En definitiva, si consideramos la organización que aprende como aquella que facilita el aprendizaje a sus miembros y continuamente cambia en sí misma estamos valorando el aprendizaje como la base fundamental de la organización, ya que el desarrollo de la organización es el desarrollo de las personas.
David Garvin identifica cinco actividades principales que están íntimamente ligadas a las competencias propuestas por el currículo dominicano, sobre todo con la “resolución sistemática de problemas”. De estas trataremos en la próxima entrega.