En sus reflexiones sobre la educación y el papel del maestro, el reconocido filósofo argentino, Walter Kohan, afirma que «un maestro es aquel que ayuda a otro a encontrar lo que es». Esta poderosa declaración destaca la importancia y el impacto significativo que los maestros pueden llegar a tener en la vida de sus estudiantes.
En el presente texto, exploramos la influencia transformadora de la educación, así como el papel crucial que desempeñan los docentes en el proceso de guiar a las personas hacia su verdadero potencial. Además, abordaremos la diferencia entre simplemente «instruir» y verdaderamente «educar», destacando cómo esta distinción puede marcar la diferencia en la vida de aquellos que aprenden.
Asimismo, examinaremos de qué manera la dedicación al estudio y el genuino deseo de saber pueden transformar a un maestro en un auténtico agente de cambio y desarrollo, tanto a nivel personal como social. Utilizaremos el concepto de «ágape» como nuestro compás moral para guiar nuestra práctica. A lo largo del texto, destacaremos el papel revolucionario de la educación y su fundamental importancia para el progreso tanto a nivel individual como colectivo en la sociedad. Por otra parte explicaremos la importancia del reconocimiento y la superación de la injusticia epistémica.
Ayudar a otros a descubrir su verdadera esencia puede convertirse en uno de los actos de amor más nobles y puros. Cuando un maestro ama profundamente lo que hace, y cuando hablamos de amor, nos referimos al concepto griego de «ágape», que se entiende como un amor desinteresado, caritativo y benevolente
En términos prácticos, el ágape se manifiesta a través de acciones compasivas, actos de servicio y ayuda hacia los demás, sin importar su origen, condición social o creencias. Este amor debería ser el parámetro fundamental para todo aquel que quiera trabajar en la educación. Si existe ese amor en el corazón del educador, siempre vendrá acompañado de la verdadera vocación, y esta poderosa combinación contribuirá a que podamos ser mejores en nuestro trabajo.
Después de todo, es con personas que hemos elegido trabajar, por tanto, deberíamos evaluarnos constantemente para asegurarnos de que vamos por el buen camino. Esto implica también tener autocrítica y autoevaluación sobre nuestras acciones y en la forma en que interactuamos con los estudiantes y colegas. Es el ágape el que nos puede impulsar a mirar más allá de nuestras propias necesidades y priorizar el bienestar y el desarrollo de quienes confían en nosotros como educadores.
Al trabajar con este tipo de amor desinteresado y compasivo, no solo fomentamos un ambiente de apoyo y respeto en el ámbito educativo, sino que también inspiramos y motivamos a nuestros estudiantes a ser personas mejores y más compasivas mediante el ejemplo. El ágape en la educación va más allá de la simple transmisión de conocimientos; es un pilar clave para el crecimiento personal y el desarrollo humano integral.
Por tanto, recordemos siempre la importancia del ágape en nuestra labor como educadores. Al nutrir este tipo de amor en nuestro corazón y reflejar en nuestras acciones diarias, estaremos contribuyendo significativamente al bienestar de nuestros estudiantes y, en última instancia, a la construcción de una sociedad más amorosa y compasiva. Esto implica sacrificar intereses personales por el bienestar de los demás y promover la solidaridad y la generosidad en la comunidad, algo a lo que pocos están dispuestos hoy en día, y quizás se debe a la falta de ese amor desinteresado por lo que hacemos.