METACIENCIA ||
De acuerdo con Johann Hessen (1992), el arte tiene como fin una peculiar concepción del universo, pero la subjetividad impresa a la actividad artística a través de la aplicación de una multiplicidad de influencias culturales del artista, marca una diferencia fundamental con la filosofía, cuya búsqueda del saber, cuya concepción del universo, se hace desde la mayor racionalidad posible y donde la crítica, consecuentemente, juega un papel determinante.
No obstante, es necesario admitir que hay conexión entre arte y filosofía, y existe, de hecho, un área del saber que da cuenta de ello: la estética, que es una disciplina filosófica que se encarga de la crítica fundamental del concepto de lo bello y con este, del arte. Así, la filosofía, por medio de la estética, va a estudiar objetivamente los problemas de la belleza artística y todas las actividades relativas a ella.
Antes del nacimiento de la estética como disciplina, el arte se configuraba bajo las reflexiones de los primeros filósofos griegos que veían como correspondencia empírica del concepto arte la práctica manual de actividades técnicas, como la fabricación de muebles para el hogar, la zapatería, o la imitación pictórica de la naturaleza, actividades que, desde el punto de vista epistemológico, eran consideradas como de una categoría primaria por el hecho de que estaba limitada a ejercitar una habilidad manual, ejercicio que se hacía partiendo de una reglamentación que marcaba a su vez sus cotos. Sin embargo, en el periodo histórico del Renacimiento, el arte adquiere un estatus superior al reconocerse en esta actividad un propósito cognoscitivo de carácter racional que pretende el alcance de la verdad de la naturaleza objetiva.
Así, los artistas renacentistas, además de ejercer una habilidad en su oficio, tenían ahora un propósito superior de conocimiento de la realidad, basado este conocimiento, no en la percepción subjetiva, sino en la razón, como fuente directriz del uso de los sentidos, lo cual condujo al arte a la pretensión de hacerse ciencia, por eso se crearon escuelas de arte para enseñar a usar racional y normativamente los sentidos. Sus parámetros, representación mimética de la realidad y belleza formal –eidos y luego morfe-, provenían precisamente de las necesidades epistemológicas de la filosofía [Garavito, R. (2007). Filosofía y arte: la posibilidad del conocimiento].
Es evidente que la historia del arte occidental viene de la mano de la producción filosófica, en el sentido de que una puede ser expresión de la otra en un momento determinado. De hecho, el arte ha sido considerado como un “baremo de los tiempos”, pues analizando la línea de lo que expresan los artistas de un contexto específico es posible acercarse al sentimiento colectivo que se respiraba en determinado momento. Los artistas que viven en un periodo de guerra expresan los sentimientos que se avienen a ese evento en sus obras. Igualmente, si en el ambiente intelectual, los filósofos atacan la obra de los artistas, estos de algún modo responden con sus obras como expresión de su sentir.
“De tal manera que la representación mimética de la realidad, como propósito de verdad objetiva en el arte, es un objetivo inédito en la historia de la imagen, y esta característica fundante se la debe a su dependiente relación con la filosofía” (Garavito, 2007, pág. 112).