El amor es una falacia (IV)

Capítulo IV

“El amor es una falacia”. Tomado de Los muchos amores de Dobie Gillis, de Max Schulman.
Adapatación de Edwin Santana

Ver entrega anterior aquí.

Sentados bajo mismo el roble, la noche siguiente, le dije: “nuestra primera falacia de esta noche se llama Ad Misericordiam”. Ella tembló de gusto.

-“Escucha atentamente” dije. “En Alaska, un dominicano solicita un trabajo. Cuando el jefe le pregunta cuáles son sus méritos, contesta que tiene esposa y seis hijos en casa, que la esposa es inválida sin remedio, los niños no tienen qué comer, ni qué ropa ponerse, ni zapatos en sus pies, que no hay camas en la casa, ni carbón en la despensa y el invierno está llegando”. Una lágrima rodó por cada una de las rosadas mejillas de Poly. – “¡Oh! Esto es horrible, horrible”, gimoteó.

-“Sí, es horrible” acepté, pero no es un argumento. El hombre nunca respondió la pregunta del jefe sobre sus méritos. En vez de eso, apeló a la piedad del jefe. Cometió la falacia Ad Misericordiam. ¿Comprendes?”.

-“¿Tienes un pañuelo?”, dijo entre sollozos.

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Yo le alargué un pañuelo y traté de no gritar mientras ella se enjuagaba los ojos. “Ahora”, dije en un tono cuidadosamente calculado, “discutiremos la Falsa Analogía. He aquí un ejemplo: a los estudiantes se les debería permitir consultar sus textos de estudio durante los exámenes. Después de todo, los cirujanos tienen rayos X para guiarlos durante una operación, los abogados tienen los códigos para guiarlos durante un juicio y los carpinteros tienen planos para guiarlos cuando construyen una casa. Entonces, ¿por qué los estudiantes no pueden mirar sus textos durante los exámenes?”.

-“¡Por supuesto!” dijo con entusiasmo, “es la idea más sensacional que he escuchado en años.”

-“Poly”, le dije exhausto, “el argumento está completamente mal. Los doctores, los abogados y los carpinteros no están presentando exámenes para probar cuánto han aprendido, pero los estudiantes, sí. Las situaciones son completamente diferentes y no puedes establecer una analogía entre ellas.”

-“De todos modos, creo que es una buena idea”, dijo Poly.

-“Tonterías” murmuré. Luego continué: “Ahora examinaremos la Hipótesis Contraria a los Hechos.”

– “Suena exquisita” respondió Poly.

-“Escucha: si Madame Curie no hubiera dejado por casualidad una placa fotográfica en un cajón junto a un trozo de pecblenda, el mundo actual nunca hubiera conocido el radio.”

-“Cierto, cierto”, dijo Poly asintiendo con la cabeza. “¿Viste la película? Oh, me fascinó.

-“Me gustaría hacerte notar que esa afirmación es una falacia. Tal vez Madame Curie habría descubierto el radio en una fecha posterior. Tal vez otra persona lo habría descubierto. Un montón de cosas podrían haber pasado… No puedes empezar con una hipótesis que no es verdadera y luego deducir alguna conclusión que sea sostenible a partir de ella.”

Una oportunidad más, decidí. Pero sería la última. Hay un límite para la resistencia humana. “La próxima falacia se llama Envenenar la fuente”.

-“¡Oh!” exclamó.

-“Dos hombres están participando en un debate. El primero se levanta y dice: ‘mi oponente es un conocido mentiroso. Ustedes no pueden creer una sola palabra de lo que va a decir’… Ahora Poly, piensa. Piensa bien. ¿Qué está mal?”.

La observé con atención mientras su linda frente se arrugaba en un esfuerzo de concentración. De pronto, un leve resplandor de inteligencia -el primero que yo veía- se asomó a sus ojos. “¡No es justo!”, exclamó con indignación. “No es justo en lo más mínimo. ¿Qué oportunidad tiene el segundo hombre si el primero lo llama mentiroso antes de que empiece a hablar?”.

-“¡Correcto!” grité, exultante. “Ciento por ciento correcto. No es justo. El primer hombre ha envenenado la fuente antes que cualquier persona pudiera beber de ella. Ha imposibilitado la defensa de su oponente antes que haya podido siquiera empezar. Poly, estoy orgulloso de ti.”

-“Mmmm” murmuró, enrojeciendo de placer.

-“Ya ves, querida, estas cosas no son tan difíciles. Todo lo que tienes que hacer es concentrarte. Pensar, examinar, evaluar.

Veamos, revisemos todo lo que hemos aprendido.”

-“Estoy lista”, dijo ella, haciendo un grácil movimiento en el aire con su mano invitándome a disparar.

Fortalecido al constatar que Poly no era totalmente estúpida, empecé un largo y paciente repaso de todo lo que le había enseñado. Una y otra y otra vez le cité los casos, los ejemplos, le indiqué las faltas, repasando sin descanso. Era como cavar un túnel. Al principio, todo era trabajo, sudor y oscuridad. No tenía idea de cuándo alcanzaría la luz, o siquiera si la alcanzaría. Cinco agotadoras noches tomó este trabajo, pero valió la pena. Había logrado convertir a Poly en una persona lógica, le había enseñado a pensar. Mi trabajo había terminado. Por fin ella era digna de mí. Ahora ella era la esposa adecuada para mí, la anfitriona adecuada para mis muchas mansiones, la perfecta madre para mis acaudalados hijos. Había llegado el momento de cambiar nuestra relación de académica a romántica.

-“Poly”, le dije la próxima vez que nos sentamos bajo nuestro roble, “esa noche no vamos a hablar de falacias.”

– “¡Qué pena!” dijo ella, desilusionada.

-“Querida”, le dije, obsequiándole mi mejor sonrisa, “ya hemos pasado juntos cinco noches. Nos hemos llevado espléndidamente bien. Es evidente que estamos hechos el uno para el otro.”

-“Generalización Apresurada”, exclamó ella. “¿Cómo puedes afirmar que estamos hechos el uno para el otro sobre la base de sólo cinco citas?”

Reí para mis adentros con placer. La niña preciosa había aprendido bien su lección. “Querida”, dije, acariciando su mano con pequeños golpecitos tolerantes, “cinco citas es más que suficiente. Después de todo, no es necesario comerse el pastel entero para saber que está bueno.”

-“Falsa Analogía”, respondió Poly prontamente. “Yo no soy un pastel, soy una niña.”

Sonreí para mis adentros con un poco menos de placer. La querida niña había aprendido su lección tal vez demasiado bien. Entonces decidí cambiar la táctica. Obviamente el mejor abordaje era una simple, firme y directa declaración de amor. Me detuve un momento mientras mi potente cerebro elegía las palabras adecuadas. Entonces comencé:

-“Poly, te amo. Tú representas todo el mundo para mí, la luna y las estrellas y todas las constelaciones del espacio exterior. Por favor, querida mía, di que aceptarás ser mi novia. Si no lo haces, mi vida carecerá de sentido. Languideceré, me rehusaré a comer y vagaré por la faz de la tierra como un viejo barco tambaleante y con los ojos vacíos.” Listo, pensé, cruzando mis brazos. Esto debería lograrlo.

-“Ad Misericordiam” dijo Poly.

Rechiné los dientes. ¡Me había convertido en Frankestein! Había creado un monstruo y este me tenía agarrado del cuello.

Desesperadamente luché contra la ola de pánico que me inundaba; a toda costa tenía que mantener la calma.

– “Bien Poly”, dije, esforzándome por sonreír, “realmente aprendiste las falacias”

– “¡Por supuesto que sí!” dijo con un vigoroso movimiento de cabeza.

-“¿Y quién te las enseñó, Poly?”

-“Tú fuiste.”

-“Correcto. Por lo tanto, me debes algo, ¿no es cierto, querida? Si yo no hubiera aparecido, tú nunca habrías aprendido nada acerca de las falacias.”

-“Hipótesis Contraria a los Hechos”, replicó Poly al instante.

Sacudí con violencia el sudor de mi frente. “Poly” gruñí, “no debes tomar estas cosas tan literalmente. Quiero decir que esto es sólo materia de clases y tú sabes que las cosas que se aprenden en la escuela no tienen nada que ver con la vida.”

– “Dicto Simpliciter”, dijo ella, levantando burlonamente su dedo hacia mí. Esa fue la gota que rebalsó el vaso.

– “¿Serás mi novia o no?”

– “No lo seré”, respondió.

– “¿Por qué no?”, pregunté.

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– “Porque esta tarde le prometí a Pedro Bello que sería su novia.”

Caí hacia atrás abrumado por la infamia de Pedro. Después de que prometió, que hizo un trato conmigo, que me dio la mano.

“¡Maldito!”, grité pateando el pasto. “No puedes irte con él, Poly. Es un mentiroso. Un tramposo. Es una rata.”

-“Envenenar la fuente” dijo Poly, “y ya deja de gritar porque creo que gritar para convencer debe ser una falacia también.” Con un enorme esfuerzo de voluntad modulé mi voz: “Muy bien”, dije. “Eres una persona lógica. Miremos las cosas lógicamente. ¿Cómo pudiste escoger a Pedro Bello en lugar de escogerme a mí? Mírame: soy un estudiante brillante, un gran intelectual, un hombre con el futuro asegurado. Mira a Pedro: un cabeza hueca, un patán si oficio ni beneficio, un tipo que nunca sabrá donde obtendrá su próxima comida. ¿Podrías darme una razón lógica por la cual deberías convertirte en la novia de Pedro Bello?” – “Por supuesto que puedo”, dijo Poly. “Tiene un abrigo de piel.”

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