La inteligencia artificial se relaciona con la filosofía en el núcleo de sus problemas fundamentales. El término «inteligencia artificial» implica una presunción que tiene consecuencias filosóficas, es decir, «existe algo que llamamos inteligencia y que puede ser natural o artificial según ciertas cualidades».
El concepto de inteligencia es un problema que debe resolverse antes de atribuirle dicha capacidad a cualquier entidad. ¿Qué significa ser inteligente? ¿Está la inteligencia relacionada con la conciencia? Las respuestas a estas preguntas influirán en las respuestas a las preguntas relacionadas con la inteligencia artificial.
Estas cuestiones, que son de naturaleza filosófica, pueden resumirse en las siguientes preguntas: ¿puede una máquina actuar con inteligencia y resolver cualquier problema de la misma manera que una persona usando el pensamiento? ¿Son equivalentes la inteligencia humana y la artificial? ¿Es el cerebro humano esencialmente una computadora? ¿Puede una máquina tener una mente y conciencia de la misma forma que un ser humano? ¿Puede una máquina experimentar sensaciones y emociones como lo hace una persona?
Las respuestas a estas preguntas pueden dar lugar a una postura filosófica sobre la inteligencia artificial.
Comúnmente se afirma que una máquina es considerada inteligente cuando es capaz de realizar tareas que normalmente asociamos con la inteligencia humana. Pero esta es una definición que se basa únicamente en resultados prácticos, ya que la inteligencia artificial se evalúa por sus logros. La definición misma de inteligencia es un viejo problema que aún sigue siendo debatido. Llegar a una conclusión definitiva en esta cuestión no es sencillo, y es por ello que no existe un consenso sobre cómo definir la inteligencia artificial en sí misma.
La cuestión de si una máquina puede actuar con inteligencia y resolver problemas como lo haría una persona ha sido el motor de la investigación en inteligencia artificial. Desde esta perspectiva, se asume que la inteligencia, por compleja que sea, puede ser descrita con tanta precisión que es posible simularla artificialmente.
Un defensor de la naturalidad de la inteligencia (además de que arguiría que no tiene sentido hablar de «inteligencia artificial» porque es un oxímoron) sostendría que la mente humana tiene ciertas cualidades especiales, naturales, exclusivas y necesarias para manifestar eso que llamamos inteligencia. Entre estas cualidades se encuentran la percepción del entorno, la historia psicológico-social y la cultura aprendida a través de la experiencia directamente relacionada con las sensaciones y emociones del individuo.
Por lo tanto, la postura que se defienda depende en gran medida de la definición de inteligencia que se adopte.
En cuanto a las palabras «mente» y «conciencia», en el lenguaje común son imprecisas, por lo que es necesario definirlas con claridad para avanzar en la definición o postura frente a la «inteligencia» de la inteligencia artificial.
Desde la filosofía y la ciencia, la palabra «mente» se refiere a una categoría que puede incluir estados mentales y conciencia, y esta última se utiliza para referirse a la experiencia cotidiana de «tener un pensamiento», es decir, saber que se tiene un plan, una idea, un sueño, una percepción o una duda. Se relaciona con la actividad de ver, saber, decir y/o entender algo.
Si la inteligencia depende de la mente, entendida como se entiende comúnmente en la filosofía y la ciencia, entonces la IA no es inteligente. De igual manera, si ser inteligente implica necesariamente ser capaz de llevar a cabo la actividad del pensamiento, tal como vimos en otra entrega, la IA, tampoco sería inteligente.
Si se involucran otros elementos, como el aprendizaje, la memoria, los valores, la creatividad, etc., entonces la pregunta de si una máquina puede ser inteligente se vuelve aún más compleja.
Ahora bien, si ser inteligente es ser capaz de hacer cálculos y simular o imitar al ser humano en las respuestas a ciertos estímulos y preguntas, pues la investigación en IA ha logrado crear entidades inteligentes.
¿Es suficiente la simulación del pensamiento para considerar que una máquina es inteligente?