La filosofía de Mario Bunge no es neopositivista (ni positivista)

Edwin Santana, M.A.
Edwin Santana

Es frecuente escuchar en ambientes académicos a profesores repetir automáticamente la “acusación” dirigida a Mario Bunge de ser neopositivista y, con el fin de hacer este texto mucho más accesible tanto para aquellos que repiten esta etiqueta sin reflexionar como para aquellos que están siendo introducidos a estos conceptos, considero relevante ofrecer algunas precisiones antes de adentrarnos en el tema.

Primero, el término “acusación” se encuentra entre comillas porque, aunque la frase “Bunge es un neopositivista” o un equivalente se suele pronunciar con la clara intención de desacreditar, el término “neopositivista” no cumple los requisitos para ser catalogado ni como una acusación ni como un epíteto peyorativo.

El neopositivismo, como ya mencionamos en una entrega anterior, es una corriente filosófica que surgió en la segunda década del siglo XX, defendiendo la necesidad de una separación clara entre lo que es ciencia y lo que no lo es, para evitar confusiones e imposturas (personas y grupos que pretenden ser científicos, afirmando que lo que hacen es ciencia, cuando en realidad no lo es). Su defensa consistía, en esencia y simplificándolo bastante, en un rechazo absoluto de la metafísica (todo conocimiento que no se refiere a cosas tangibles, o “señalables” en términos materiales en última instancia), y en el establecimiento de criterios claros para determinar cuándo se está frente a un conocimiento científico y cuándo no (como vimos con el llamado “criterio de demarcación”).

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Los neopositivistas, cuya máxima representación se encuentra en el denominado “Círculo de Viena”, eran un grupo de científicos (lógicos, matemáticos y físicos), y su trabajo filosófico tuvo un gran impacto a lo largo del siglo XX. Además, en su afán por defender fervientemente la ciencia y la rigurosidad en su práctica, legaron importantes contribuciones al quehacer científico, incluyendo su preocupación por la significatividad empírica que busca evitar el sinsentido y las afirmaciones que no pueden ser sometidas a contrastación. De modo que llamar “neopositivista” a una persona no es un insulto ni una acusación, sino una categorización o inclusión dentro de una escuela o corriente filosófica que, a pesar de sus limitaciones, ha hecho aportes importantes a la visión del mundo que generalmente se considera válida y productiva.

Sin embargo, afirmar que Bunge fue un neopositivista demuestra un desconocimiento por parte de quien lo afirma sobre el pensamiento y las contribuciones del filósofo argentino. Y este sería el segundo punto a aclarar.

¿Quién fue Mario Bunge?
Mario Bunge fue un filósofo y físico argentino cuyo trabajo abarcó varias disciplinas, incluyendo la filosofía de la ciencia.

Fue un pensador prolífico. Su trabajo abordó una variedad de temas, y entre sus obras más notables se encuentran «Causality: The Place of the Causal Principle in Modern Science» (1959), que trata sobre temas de causalidad en ciencia; «Foundations of Physics» (1967), en la que Bunge profundiza en los fundamentos de la física desde una perspectiva filosófica; y «The Mind-Body Problem» (1980), donde examina críticamente las relaciones entre la mente y el cuerpo, y su lugar en la ciencia y la filosofía. Además, es autor de una monumental obra, el «Treatise on Basic Philosophy» en 8 volúmenes (1974-1989), que abarca una amplia gama de temas, desde semántica y ontología hasta teoría del conocimiento y ética.

¿Es apropiado calificar a Bunge como positivista o neopositivista?
Si bien es cierto que Mario Bunge compartía con los neopositivistas la preocupación por la significatividad empírica, también es cierto que criticó las limitaciones de su enfoque cuando tuvo la oportunidad. Por ejemplo, en uno de sus textos más destacados, “La investigación científica, su estrategia y su filosofía”, manifiesta su desacuerdo con el rechazo característico de la metafísica por parte de los neopositivistas y critica lo que considera una visión limitada de la significatividad.

En el libro “Pseudociencia” de la colección “¡Vaya timo!”, Bunge enfatiza que el criterio de demarcación claro y distinto, anhelado por los neopositivistas, no es ni posible ni productivo. En su lugar, sugiere una serie de “criterios de cientificidad” para distinguir cuando se enfrenta un corpus teórico científico. Además, hace referencia a varios textos en los que se distancia claramente de la actitud positivista en general.

En “Ser, saber, hacer”, Bunge desafía la negativa de los neopositivistas hacia la metafísica, argumentando que, aunque algunos consideren la expresión “metafísica científica” como contradictoria, es posible construir una ontología o metafísica clara, compatible con la ciencia y útil para ella.

En “Filosofía de la tecnología y otros ensayos”, Bunge critica la actitud neopositivista por aferrarse al subjetivismo y fenomenismo característicos de Berkeley, Hume y Mach, lo que, en su opinión, aleja a la famosa “interpretación de Copenhague” de ser la mejor guía para entender las propuestas de la mecánica cuántica. En esto, afirma estar en acuerdo con Einstein, de Broglie y Planck. Además, en “Teoría y realidad”, Bunge afirma: “Concuerdo con la tesis central de Popper de que el positivismo es ciencia obsoleta, es decir, algo que se ha vuelto obsoleto por el ‘descubrimiento’ (o corroboración de hipótesis) de entidades inobservables tales como los campos y los átomos”.

A diferencia de los positivistas, Bunge se opone a una separación estricta entre ciencia y metafísica, argumentando que las teorías científicas altamente generales son en realidad teorías ontológicas (metafísicas) muy específicas. Así, sostiene que la frontera que el positivismo lógico, y también el falsacionismo de Popper, intenta establecer entre ciencia y metafísica es ilusoria. Bunge aboga por una metafísica científica que sea precisa y muestre preocupación por el control empírico. Dicha metafísica se basa en la continuidad o, al menos, en la compatibilidad de las ideas metafísicas con los mejores resultados (teóricos y empíricos) de la ciencia contemporánea.

Finalmente, en relación con el criterio de demarcación, Bunge propone un sistema de 12 indicadores de cientificidad (o pseudocientificidad) en lugar de un único criterio. Este sistema surge de su concepción particular de la racionalidad científica, que es ontológica, gnoseológica (especialmente metodológica) y axiológica (práctica y ética). Bunge ve el universo como un sistema y, como tal, sostiene que el mejor enfoque para comprenderlo debe ser sistémico. En este sentido, objetos complejos como la ciencia (y, por contraste, la pseudociencia) no pueden ser descritos mediante una única característica, sino que se debe prestar atención a sus diferentes aspectos.

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