La cuarta revolución industrial

Laura Esther Martínez

Para muchos autores el concepto de la Revolución Industrial 4.0 aún no es tangible, que el período en el que nos encontramos solo es parte de la tercera revolución, como una segunda era de las máquinas derivada. Sin embargo, estoy convencida de que esta parte se ha desprendido de la cronología, dando lugar a una cuarta industria. De repente, nuestra manera fundamental de vivir, trabajar, relacionarnos e interactuar se encuentra en evolución, y no pienso que sea nada parecido a cualquier otro hecho que la humanidad haya presenciado históricamente. El término se acuñó, primeramente, en el 2011 durante el auge de la Feria Hannover, y se ha vuelto epítome de debate en cómo la Revolución Industrial 4.0 ha llegado para quedarse.

Básicamente, el término de la cuarta industria se refiere a la automatización o digitalización de los sistemas, a la personificación de los productos, a la interacción flexible y la comunicación máquina a máquina de manera eficiente. El hecho de que el globo se encuentre profundamente interconectado lleva a evoluciones tecnológicas de ritmo exponencial, combinandolas de manera que existen cambios sin precedentes alrededor del mundo y que, por consiguiente, impacta en una transformación compleja en los sistemas, en la forma en que las industrias están dispuestas a reestructurarse. Incluso estos son algunos de los puntos que el mismo Klaus Schwab detalla en su obra La Cuarta Revolución Industrial, como los factores Velocidad, Amplitud y profundidad e Impacto de los Sistemas. Una descripción más clara del proceso sería aquella publicada en el artículo CyC Crisma (2016): “Una nueva fase digitalización del sector manufacturero, impulsada por cuatro motores: aumento de los volúmenes de datos que manejan las empresas industriales; ordenadores cada vez más potentes y baratos; capacidad de analizar los datos de los procesos; y continua mejora en la interacción de personas con máquinas, robots e impresoras 3D. Reduce costes, mejora las cadenas de producción y aprovecha las nuevas bases de datos.”

Pienso que parte esencial del proceso es la manera en que la sociedad abraza el cambio. De todas formas, tras la revolución del ferrocarril, de la electricidad y los ordenadores, opino que está fuertemente evidenciado que todo proceso determinado a traer la diferencia trae consigo tanto aportes como desventajas, desavenencias en la población. Sostengo, así como Schwab, que nos encontramos en la etapa de mayor promesa y peligro. Pero tampoco se le atribuye a esta revolución una narrativa que disminuya los chances de una respuesta violenta por parte de las personas, y que informe de manera en que esta se perciba con positivismo, de forma común, que explaye las oportunidades que trae el auge de innovación de las tecnologías aunque venga con todas sus fuerzas.

No me pienso una analista optimista, pero hay pruebas necesarias para servir de manera realista ambos polos del caso imparcialmente. En muchas obras se explica la influencia de los tecnopesimistas y tecnooptimistas, y ambos difieren en el punto de inflexión en el que se encuentra el desarrollo de las tecnologías innovadoras. Estoy de acuerdo en que, durante el desarrollo de tecnologías tan complejas y conjuntas que repercuten en un rediseño empresarial, es racional deducir que debemos esperar. Sin embargo, esto es un concepto relativo en el argumento de que, independientemente, el desarrollo exponencial científico es tan veloz que la sociedad casi lo percibe como si se avecinara encima de ella. 

Lo cierto es que, así como las revoluciones anteriores, esta determina una desaparición de puestos de trabajo rayana en una escala de millones; más sin embargo también viene con la garantía de abrir diversos más en las aplicaciones tecnológicas, dependiendo en que, como la producción estará automatizada, lo que radica en fuente de ingresos realmente es la plataforma en sí en lugar del activo subyacente. El proletariado se ha visto amenazado a la altura de que no está preciso en si su descendencia será capaz de adquirir una mejor calidad de vida, por lo que hago hincapié en lo siguiente: aquellos que toman decisiones deben tener como argumento culminante si acaso la industria 4.0 será moldeada de manera inclusiva, en que tanto el consumidor como el productor se vean beneficiados en comodidades y compromisos. Entiendo que el nivel de liderazgo no es proporcional a la necesidad y que el cambio que se avecina carece de comprensión, pero esto se debe a la competencia que significa el avance tecnológico para las grandes potencias y empresas que planean permanecer en el tope, pero que saben profundamente el ingreso que ahora requiere la llegada de la industria 4.0, lo que es invertir en la educación de nuevos científicos, de manera que tengamos completo control de nuestra invención.

Puedo también ver esto como una invitación indirecta pero bastante punzante para quien lo interprete. Esto impulsa determinantemente, al menos a mí como estudiante, a pertenecer al círculo constreñido de los ingenieros y técnicos que se dedican y dedicarán a esta innovación tecnológica, pero lo que me limita —Y a todos los ligados al sector educativo— es que en sí el sistema se encarga de contrarrestar esa meta. Las instituciones educativas constantemente son consideradas como la plataforma de innovación, el impulso de la idea. No obstante, la dinámica del descubrimiento no es algo que podamos dar por sentado. Está manifestado que los centros educativos respaldan modelos conservadores y graduales por encima de aquellos audaces e ingeniosos. Reestructuración social, eso es de lo que hablo: es fundamental que los gobiernos dispongan de los fondos a programas ambiciosos que recompensen el declive del ingenio estudiantil, es decir, que respalden el motivo y que, asimismo, proporcionen el propósito del estudio y del trabajo, que se encarguen de extender las oportunidades.

Conociendo que el rango de alcance abarca la totalidad de nuestros sistemas, en cuestiones del empleo el economista John Keynes hizo una predicción tras analizar los patrones de consecuencias que tomaban auge tras cada revolución: el extendido desempleo es a causa de nuestro descubrimiento de medios para economizar el uso del trabajo a mayor ritmo del que podemos encontrar nuevas aplicaciones para el trabajo. La sustitución de empleo a base de ordenadores cuyos algoritmos hacen metamorfosis con la velocidad del internet, con el alcance de la maquinaria, la base de datos y la nube humana profundamente conectadas, con dicha velocidad y amplitud, son las que  corrompen la naturalidad del trabajo. No obstante, ya he hecho mención de los tecnopesimistas y tecnooptimistas, y lo cierto que es que surge una competencia entre dos puntos: el primero detalla la destrucción que se produce a medida que la automatización sustituye el capital por trabajo; luego, en lo que compete al efecto de destrucción, va de la mano un efecto de capitalización, en el cual se produce la demanda de nuevos bienes y servicios que eventualmente deberán emerger.

Aunque, reafirmando mi distribución entre el positivismo y el pesimismo, sabiendo que en algún punto de este ritmo que preveo constante, aunque obviando la disrupción, ¿cuánto tiempo tardará la sustitución de la capitalización sobre el efecto masivo de destrucción? Si los deseos, las necesidades, las demandas de la humanidad son infinitos y, por lo tanto, impredecibles, el proceso de satisfacción de estos pedidos debe tener el mismo alcance y la misma envergadura. Pero, hasta ahora, los indicios que obtenemos radican en el mismo detalle: la sustitución es inevitable, el cambio inminente, y nuestra forma de vida evolucionará así sea en contra de la voluntad de muchos pues la conexión ya es multifacética y estamos vinculados a flor de piel con ella.

El reto que nos encara es la idealización de contratos sociales y empleos que resistan la fuerza del trabajo cambiante y su naturaleza. Una de las esenciales menciones en el factor del empleo en un ensayo que consulté atentamente para mi obra, La Cuarta Revolución Industrial de Klaus Schwab, es la mencionada nube humana, y en dicho ensayo sostiene el objetivo de limitarla en términos de posible explotación, sin reducir el crecimiento del mercado laboral. A esta idea, yo simplemente apoyo contundentemente que el humano debe trabajar como elija hacerlo, que debemos proteger nuestro propósito del mismo y que, para eso, las reformas legislativas deberán impulsarse con relativa cautela.

Ciertamente, no debemos interponernos con imprudencia en el proceso irreversible de la Revolución Industrial 4.0. Es impredecible, de todas formas, pisar fuerte en las medidas que requerimos necesariamente, ya no para evitar el cambio de nuestra forma de vivir, sino para adaptarnos y velar por la inclusión de cada motivo a vistas de que los efectos intimidantes alcanzan proporciones macroeconómicas. A medida que los sistemas convergen y descifran las reglas para mantener sus puestos de influencia y jerarquía, no es simplemente la automatización o la digitalización lo que debemos velar; estamos presenciando un período de acelerada innovación en la que no se prevén barreras limitantes. La ciencia ficción del ayer, según las leyes de la física, podrán ser tangibles durante el siglo, e incluso estas pueden llegar a una relativa fecha de expiración gracias a que el algoritmo expande las capacidades de la Inteligencia Artificial y la manera en que la naturaleza se desafía, refiriéndome a nanotecnología, biotecnología, impresión a tercera dimensión, vehículos autónomos, computación cuántica, aquellos materiales que emergen y el impresionante internet de las cosas, y la confluencia de avance tecnológico que conforman estas menciones está en sus albores.

Estamos marcados por la evidencia del cambio: las industrias, instituciones y gobiernos se reinventan y nuestra formas de coexistir sufren transformación. Somos inalienables a nuestros respectivos sistemas sociales: el sector educativo, económico y político, y aquellos que vienen tras estos. Este punto de inflexión y el hecho de que apenas ha dado inicio la cuarta industria resulta en que aún no sabemos de qué forma se dará la transformación propia en su consecuencia, pero la interconexión global nos compagina a todos en el capítulo que nos impone tomar la decisión de si estamos dispuestos a suministrar la charla que haga trabajar a las entidades en el entendimiento de las tendencias emergentes, y es crítico si queremos disponer en foro los objetivos y conflictos comunes.

A lo que me refiero es a una visión íntegra que se desenrolle en el panorama mundial acerca de cómo la tecnología está editando nuestras formas de vida, y la edición roe tan penetrante que, sin lugar a duda, nuestra principal preocupación debe ser si seremos aptos de transformar el método tradicional, común en los líderes, de ejecutar las decisiones estratégicas inmediatas. Sería mediar en el camino de manera en que podamos subsistir flanqueando competentemente el desarrollo tecnológico que fluye a velocidad superlumínica con medidas vinculantes que logren tomar las riendas y acompañarlo, para así preservar nuestra perspectiva del futuro junto al que queremos mantenernos.

Laura Esther Martínez Rosario, nacida el 6 de mayo del año 2005, ahora cursa el bachillerato en el Colegio De La Salle de la provincial de Santiago de los Caballeros, República Dominicana.

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