Una humanidad orientada hacia sí misma… La sensibilidad

FILOSOFÍA Y VIDA ||
William Gregorio Mejía Chalas
William Gregorio Mejía Chalas

Diferentes son los significados que se le dan a la virtud humana de la sensibilidad. Entre los que encontramos, la  visceral o interoceptiva, que capta las sensaciones de origen interno, como por ejemplo la de bienestar o malestar, de hambre, entre otras necesidades. Pero también podemos mencionar la  propioceptiva, que indica las sensaciones de posición, movimiento y equilibrio del propio cuerpo. Y por último, cabe destacar la  exteroceptiva, que capta las sensaciones que provienen del exterior a través de los sentidos receptores.

Unas y otras son fundamentales para un desarrollo armonioso de la personalidad, pero más bien para la comprensión familiar que es la que sustenta principalmente a las sociedades. Esta cualidad que se utiliza muchas veces de forma inconsciente o de manera rebajada, tiene una función muy importante que a  nuestro humilde juicio es trascendental. Porque ¿Qué sería del ser humano sin sensibilidad? O ¿Sería  posible la convivencia humana sin sensibilidad? Veamos, tratemos de entender que nosotros los humanos más que seres racionales somos individuos rela-cionales; y nos asociamos de acuerdo a nuestro estado anímico que nos afecte en determinados momentos de nuestra existencia; de donde si no hacemos conciencia de la sensibilidad visceral que todos poseemos, podríamos estar inmersos en una vida desequilibrada sensiblemente, trayendo como fruto de este desliz humano, una vida sin tranquilidad, y por ende des-humanizada, por violar nuestra esencia relacional. Y lo mismo ocurriría en caso de que descuidemos la sensibilidad propioceptiva, y la exteroceptiva.

Al momento mismo de que cada individuo actúa olvidando su razón de ser, la sensibilidad, va camino hacia un precipicio, no tiene un horizonte que le que permita seguir adelante. Ya lo decía el famoso psicólogo Víctor Frankl  que el “ser humano solo podía vivir, si tenía como impulso de vida la motivación”. No se equivocó tan prestigioso científico, ya que cuando los individuos viven sin horizontes claros, sus vidas y la de aquellos que le rodean corren peligro, porque como salida a esta situación buscan cualquier posibilidad de desahogo, ya sea de violencia, de acción contraria a la esencia misma del ser humano, ser-relacional.

Por lo tanto, una de las maneras en la que hoy en día podríamos combatir los problemas de las violencias intrafamiliares en todas las vertientes, como son de padres a hijos, de hijos a padres, entres los mismos padres, entre los hijos; es educando a las familias de nuestro  país a que a pesar de todas las dificultades que puedan parecer que se nos vienen encima; tanto en el ámbito económico que es un gran foco de violencia, como  en el emocional, que degeneran en situaciones pasionales que ya han cobrado tantas vidas inocentes y otras  no tan inocentes. Con el fin de  lograr que cada dominicano y dominicana pueda tener mayor conciencia sobre nuestra esencia humana que es la virtud de la sensibilidad.

Esto solo se puede conseguir si cada padre de familia, profesor, entes religiosos, y todos aquellos que de una u otra manera tienen incidencias directas o indirectas sobre la educación de cada individuo aunamos esfuerzos y nos convertimos en focos radiantes, faros portadores de rayos de sensibilidad, que nos permiten no tener que salir a buscarla ni  hacer mucho esfuerzo para encontrarla, ya que somos nosotros los que la poseemos. Por lo tanto, si  queremos detener la violencia intrafamiliar y parar la delincuencia que se focaliza en diferentes sectores, y por ende lograr que la humanidad vuelva su mirada hacia si misma, y vivamos como seres sensiblemente humanos. Eduquemos en la sensibilidad.

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