Chismes en la ciencia (I)

METACIENCIA||
Edwin Santana, M.A.
Edwin Santana, M.A.

El espacio y el tiempo aparecen de forma ubicua en nuestras teorías sobre el mundo. Pero mientras teorías científicas no se detienen a decirnos qué son ese espacio y ese tiempo que aparecen una y otra vez como variables en ellas, es la filosofía la que debe encargarse de dilucidar la cuestión, y de hecho, es un asunto que viene planteándose desde el nacimiento del pensamiento crítico.

El primero en proponerse explicar el espacio y el tiempo desde las ciencias específicas fue Isaac Newton, y proponía exactamente cómo deben entenderse y usarse estos conceptos, según él, en las ciencias.

Newton plantea que el espacio es una entidad absoluta, es decir, una cosa que no cambia ni puede ser modificada por interacción alguna con otras cosas. Y algo similar piensa Newton acerca del tiempo.

Newton imagina al tiempo como una especie de fluido formado por instantes. Y así como el espacio es siempre similar a sí mismo, así los instantes de tiempo son también similares a sí mismo.

La referencia al tiempo es lo que nos permite cuantificar el cambio: decimos que algo cambia cuando a distintos instantes del tiempo le corresponden distintos estados del sistema en cambiante en cuestión. (Entiéndase por “estado” a la colección de propiedades del sistema).

Esas ideas newtonianas fueron, y son, muy influyentes. No obstante, otro filósofo y científico destacado coetáneo suyo, lo enfrentó. Se trata de Leibniz. Leibniz entendía que lo que Newton planteaba era no más que una sucesión de sinsentidos, y se produjo entonces un intercambio de correspondencias que luego fueron coleccionadas y publicadas, y que en la actualidad nos sirven para ver, tanto la controversia personal entre ambos titanes del pensamiento moderno, como para entender sus posturas respecto a temas tan relevantes como los conceptos de espacio y tiempo.

Empero, la discusión entre Leibniz y Newton se enmarca realmente dentro de una controversia más grande -más allá de una discusión porque ambos se atribuían la invención del cálculo infinitesimal– una controversia que se desarrollaba entre la “filosofía natural” en Gran Bretaña (las islas), y la “filosofía natural” en el continente: el continente tenía esencialmente una aproximación racionalista a los problemas de la filosofía natural, mientras que en Inglaterra la aproximación solía ser empirista. De ahí el hecho de que la Royal Society sea una sociedad esencialmente destinada a hacer experimentos.

Expliquemos: “filosofía natural” fue el primer nombre que recibió lo que hoy conocemos como “ciencias”. Se le llamaba así porque, como ya hemos dicho en otras entregas, la filosofía es el afán por encontrar respuestas a los enigmas que representa el universo para los seres humanos de manera racional, e históricamente, todo pensamiento racional -al modo de ver occidental- nace dentro del seno de esa búsqueda de respuestas que es la filosofía. La filosofía natural era, pues, aquella búsqueda de respuestas acerca de los problemas inquietantes de la naturaleza.

En cuanto a la “aproximación racionalista” que se opone a la “aproximación empirista”, cabe decir que fueron formas preferidas de buscar esas respuestas: sucede que algunos pensaban que si las respuestas debían ser racionales, entonces la búsqueda de ellas también debían serlo, y de ese modo, se empezó a rechazar la necesidad de experimentar para corroborar la verdad de las respuestas, de los enunciados que se supone explicaban y respondían a nuestras dudas, así estas fueran sobre cuestiones naturales. A esta razón se le suma el hecho de que “los sentidos nos engañan”, para justificar una desconfianza en lo que captamos de la experiencia y apostar a la razón, al pensamiento puro, como posibilitador de consecución de verdades indubitables.

Otros pensadores entendían que no había nada en la razón que no nos haya sido comunicado por los sentidos, pues al nacer, nuestra mente viene como “tabula rasa”, y es en la medida en que vamos adquiriendo experiencia, percibiendo cosas, hechos y sucesos, que vamos conociendo. Partiendo de esta perspectiva, que se conoce como empirismo, se asume que un conocimiento cualquiera nos debe venir de la experiencia, máxime si lo que se desprenda de esta forma de conocimiento ha de ser considerado verdadero y ha de corresponderse con la realidad del universo que se intenta conocer.

Como esta necesaria digresión de los últimos tres párrafos nos ha apartado del chisme entre Newton y Leibniz, y de la discusión de los conceptos de espacio y tiempo -que es lo que en realidad interesa- hemos de seguir con este relato en la próxima entrega. Pero antes, aun cabe decir que en la discusión Newton representaba el lado empirista, mientras que Leibniz era un abanderado del racionalismo. De modo que las respuestas de Newton a las objeciones de Leibniz solían ser refutadas con experimentos, como veremos más adelante, mientras que las objeciones de Newton eran refutadas por Leibniz meramente con argumentación lógica y mostrándole las debilidades de las argumentaciones a su oponente.

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