La violencia machista a la luz del enfoque de género

JOSÉ TAVÁREZ HENRÍQUEZ
José Tavárez Henríquez

El supuesto fundamental de que parte el enfoque de género, no ideología de género como ciertos sectores han tratado de difundir para crear confusión y desmeritar la teoría, es que los roles de hombre y de mujer van más allá del sexo dado en el nacimiento. Esta consideración no pretende en modo alguno ignorar las características biofisiológicas que diferencian a unos y a otros, tales como que los hombres tienen penes y las mujeres vaginas, para especificar lo más obvio.

La cuestión es que, entre los humanos, a diferencia del puro animal, lo biológico se combina con la cultura creando múltiples identidades entre las personas, ya sean estas hombres o mujeres. Se trata de un proceso tan intrincado y complejo que la identidad resultante es única, es decir, que no solo habrá diferencias de un género al otro, sino dentro de cada uno de ellos. En pocas palabras, estamos admitiendo que hay múltiples maneras de ser hombres y de ser mujeres.

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En esta dinámica, en que nos constituimos en hombres o mujeres, hay un peso muy importante de los valores que se transmiten a través de la cultura. Ellos forman poderosas redes, con frecuencia invisibles para el ojo poco entrenado, pero que explican usos y costumbres que pautan nuestro accionar en el día a día. Esta constatación es clave para entender comportamientos tales como el de la violencia machista, como pasamos a explicar con algunos ejemplos.

Al hombre típico dominicano le parece natural ser el proveedor en la familia y ser quien tiene la última palabra en los asuntos “importantes”. El rol de salir con amigos/as, sin dar muchas explicaciones, es un derecho reservado al hombre, lo mismo suele pasar en las decisiones relacionadas con el patrimonio familiar y la administración del dinero. Muchos de los conflictos intrafamiliares y la presencia de violencia están asociados a estos valores interiorizados a lo largo de la vida.

Ese hombre típico, desde niño aprendió que la violencia es un medio efectivo para lograr ciertos objetivos. Es probable que haya sido “disciplinado” a gritos y correazos, medios que también usará cuando le toque el rol como padre o marido. Él aprendió a “no quedarse dao” ni a mostrarse cobarde “porque te cogen de cotica”. “Que alguien te pegue en la cara es una ofensa que se debe lavar con sangre”, como posiblemente aprendió mucho antes de entrar a la academia militar el vicealmirante asesino.

En el imaginario del machista dan vuelta ideas y valores que le guían en relación con las personas y las cosas, y particularmente con respecto a la mujer a quien percibe como una especie de máquina para satisfacer sus necesidades, incluyendo las sexuales. Como se posee cualquier objeto, la mujer es vista como una propiedad personal, “mi mujer hasta que yo decida”. Que ella quiera irse es tomado como una afrenta que cuestiona la hombría, mucho más si nos deja por otro hombre. De ahí provienen, en gran medida, los afrentosos feminicidios que en lo que va de año (agosto 2022) han arrebatado la vida de medio centenar de mujeres.

Este cóctel tóxico se traduce en competencias irracionales en las carreteras, violencia fatal después de un roce de vehículos, discusiones sin sentido por un estacionamiento o una mala jugada en el dominó. Demasiado personas airadas que en los hogares y las calles llevan siempre puesta la ropa de pelear. Esta actitud y la conducta asociada, por desgracia la hemos aprendido en el hogar, las escuelas y en una sociedad violenta, guiada por valores distorsionados o equivocados.

La esperanza es que a ser hombres no violentos también se aprende, como enfatiza el enfoque de género. Ser considerado con los demás, tener buenas maneras en el trato, evitar las confrontaciones violentas, respetar a las otras personas y aceptarlas en su individualidad hace parte de los valores que debemos promover en el hogar y en las escuelas. De eso trata el enfoque de género, aunque algunos lo hayan querido reducir a la caricatura de formar a los niños como niñas o que asuman identidades genéricas distintas al sexo dado.

Llevamos perdido mucho tiempo, lo habíamos planteado hace 20 años, el currículo del Sistema Educativo Nacional debe incluir, desde el nivel inicial, la resolución de conflictos por medios no violentos como eje transversal. Concomitantemente con esto, sensibilizar a la sociedad sobre el problema, trabajar con los difusores de productos culturales, la música popular, por ejemplo, para que moderen el bombardeo de incitación a la violencia y al comportamiento antisocial.

No hay soluciones mágicas, pero es mucho lo que se puede hacer, se trata de que empecemos, antes de que nos hundamos más en la violencia irracional que, como viene ocurriendo en estos últimos días, tiñe de sangre las calles y los hogares dominicanos.

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