Origen
Respecto al origen del conocimiento, de si nos viene dado de la razón o de la experiencia, encontramos posturas extremas como el racionalismo y el empirismo, y una postura mediadora conocida como apriorismo. Paso a explicar de qué se trata cada una:
En el racionalismo se rechaza la validez del conocimiento que nos viene de los sentidos y se entiende que conocemos porque nuestra razón posee unas estructuras, cualidades e informaciones innatas que nos son dadas al nacer.
Son muchos los pensadores reconocidos los que pueden ubicarse dentro de una corriente más o menos racionalista por su fe en la razón como fuente originadora de todo conocimiento. Es el caso de Platón, por ejemplo, en la Antigüedad, quien admite como único conocimiento legítimo el que proviene del mundo de las esencias[1]; en la Edad Media, Plotino y San Agustín mostraron una tendencia racionalista-platónica en sus reflexiones y en la Edad Moderna, Descartes puede ser considerado su más importante defensor.
En el empirismo, por su lado, se entiende que el sujeto nace como “tabula rasa”, sin ningún tipo de idea innata, y que el conocimiento se va adquiriendo a través de la experiencia y los sentidos, siendo el conocimiento empírico (obtenido a través de la experiencia) el único conocimiento legítimo y posible.
Actitudes mediadoras entre ambas posiciones radicales son el intelectualismo y el apriorismo, que consideran que tanto la razón como la experiencia son originadoras de conocimiento.
Esencia del conocimiento
En el problema del conocimiento se da por sentado que el conocimiento es una relación que se entre sujeto y objeto, sin embargo, dependiendo de cómo se considere esta relación en función de la producción del conocimiento, se tejen algunas corrientes filosóficas, que veremos a continuación. Además se da el problema de la esencia del conocimiento respecto a si lo que percibimos es en realidad el objeto, si existe una realidad independiente del sujeto que la piensa, o si lo que creemos real es así porque existe un sujeto que así lo cree.
Objetivismo: en esta corriente se entiende que es el objeto el que condiciona el conocimiento que el sujeto obtendrá de él. Se basa en que los objetos son elementos que presentan una estructura totalmente definida y que ha de ser reconstruida por el sujeto en el proceso del conocer. “Para el objetivismo el centro de gravedad del conocimiento reside en el objeto; el reino objetivo de las Ideas o esencias es, por decirlo así, el fundamento sobre el que descansa el edificio del conocimiento” (Hessen, 1992, pág. 37).
Subjetivismo: en esta corriente, respecto a la esencia del conocimiento, se propone como determinante en el proceso del conocer al sujeto cognoscente. Es el sujeto el que determina al objeto, y el objeto conocido sólo está ahí en la medida en que es conocido por un sujeto. El subjetivismo tiende a poner la posibilidad del conocer y la esencia del conocimiento, no en un sujeto individual o común, sino en un sujeto trascendente, como el caso del filósofo Agustín de Hipona, que pone el mundo de las esencias en la mente de un ser supremo, Dios.
Realismo: este guarda una estrecha relación con el objetivismo, dado que entiende que hay una realidad independientemente de cómo la piense un sujeto. Los objetos están ahí y pueden ser conocidos por los sujetos, pero si no hubiera un sujeto que los aprehenda, que los perciba, aun seguirían ahí.
Idealismo: en esta perspectiva no existe en realidad un mundo de objetos de manera independiente del sujeto cognoscente. Toda realidad es inmanente al sujeto que conoce y, de no haber sujeto cognoscente, no habría objetos para ser conocidos.
Obviamente la presentación de estas corrientes filosóficas está hecha de una manera muy simple, pues el objetivo es captar la idea más central de cada una de ellas. Sin embargo, es importante resaltar que son posiciones complejas, que tienen subdivisiones, representantes importantes dentro de la historia del pensamiento y que sus reflexiones, una vez estudiadas y analizadas, pueden ser tan convincentes que terminen llevando al lector a plantearse las mismas cuestiones y considerar cómo verdaderas o válidas sus distintas posturas.
[1] Conocido comúnmente como “mundo de las Ideas”. Platón propone que existe un mundo en el que todo lo conocido se halla de manera esencial y que lo que vemos en nuestro mundo son solo copias de aquellas esencias.