Tres bellas: el desafío ortográfico en forma de décima

Baltazar del Alcázar (1530-1606), autor

Soledad, Julia e Irene, tres hermanas bastante lindas y jóvenes, eran visitadas con mucha frecuencia por un caballero muy culto, elegante y buen mozo. Era tan sabio este señor y tan simpático, que conquistó el corazón de las tres hermanas sin haberse declarado a ninguna de ellas , y llegó a tal grado el entusiasmo de las pobres hermosas, que todo era entre las mismas disputas y discusiones, amenazando turbar la paz de familia y convertir la casa en un infierno.

Para salir de esta situación penosa exigieron del joven que se declarase, y acosado y comprometido ofreció consignar en una décima el estado de su corazón con respecto a ellas; pero con la condición precisa de que no había de estar puntuada, y autorizando a cada una de las tres hermanas para que la puntuase a su manera.
Esta es la décima:
Tres bellas que bellas son
me han exigido las tres
que diga de ellas cuál es
la que ama mi corazón
si obedecer es razón
digo que amo a Soledad
no a Julia cuya bondad
persona humana no tiene
no aspira mi amor a Irene
que no es poca su beldad.
Soledad, que abrió la carta, la leyó para sí y dijo a sus hermanas:
—Hijas mías, la preferida soy yo, o si no oíd.
Y leyó la décima con la siguiente puntuación:
Tres bellas, ¡qué bellas son!,
me han exigido las tres
que diga de ellas cuál es
la que ama mi corazón.
Si obedecer es razón,
digo que amo a Soledad;
no a Julia, cuya bondad
persona humana no tiene;
no aspira mi amor a Irene,
que no es poca su beldad.
—Siento mucho desvanecer esa ilusión, hermana mía —dijo la hermosa Julia—, pero yo soy la preferida, y en prueba de ello escuchad:
Tres bellas, ¡qué bellas son!,
me han exigido las tres
que diga de ellas cuál es
la que ama mi corazón.
Si obedecer es razón,
¿digo que amo a Soledad?
No. A Julia, cuya bondad
persona humana no tiene.
No aspira mi amor a Irene,
que no es poca su beldad.
—Las dos estáis engañadas —dijo Irene— y el amor propio os ofusca, pues es indudable que a la que él ama, de las tres, soy yo. Veamos:
Tres bellas, ¡qué bellas son!,
me han exigido las tres
que diga de ellas cuál es
la que ama mi corazón.
Si obedecer es razón,
¿digo que amo a Soledad?
No. ¿A Julia, cuya bondad
persona humana no tiene?
No. Aspira mi amor a Irene,
que no es poca su beldad.
Quedaron en la misma duda, en la misma confusión, y determinaron salir de la incertidumbre exigiendo al joven la puntuación de la décima, el cual les escribió una copia puntuada de esta manera:
Tres bellas, ¡qué bellas son!,
me han exigido las tres
que diga de ellas cuál es
la que ama mi corazón.
Si obedecer es razón,
¿digo que amo a Soledad?
No. ¿A Julia, cuya bondad
persona humana no tiene?
No. ¿Aspira mi amor a Irene?
¡Qué!… ¡No!… Es poca su beldad.
Bibliografía
CONDE STURLA, Pedro. «Tres bellas que bellas son». Acento. Santo Domingo, República Dominicana, 15 de octubre de 2013. Consultado el 17 de enero de 2014 en http://bit.ly/1oXBfRq.
ACADEMIA DOMINICANA DE LA LENGUA. «¿Quién escribió “Tres bellas que bellas son”?». Santo Domingo, República Dominicana, 17 de junio de 2011. Consultado el 20 de febrero de 2014 en http://bit.ly/1jVhOYR.

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