El culto a Trujillo y su impacto psicosocial en la sociedad dominicana (II)

José Luis Moronta Serrano
José Luis Moronta Serrano

Quienes no conozcan la historia dominicana, principalmente aquella comprendida entre el decenio de los 20s y principio de los 60s de la pasada centuria, no entenderán el motivo de la fascinación que sentimos los dominicanos hacia el uniforme militar, como símbolo inequívoco de autoridad y poder, ni nuestra adhesión y apego al término “jefe”, con todos los sentidos y significados que comporta en nuestro contexto psicológico y social , y mucho menos la concepción “utilitarista”, vinculada a un machismo añejo con raíces en la dictadura trujillista, que permea las relaciones sentimentales con la mujer, cuyas consecuencias tardías se advierten en los últimos tiempos con el auge de los “familicidios” (Myers, 2005) y en todas las formas de violencias pasionales sufridas por las mujeres. En otras reflexiones (Moronta, 2022) ya hemos manifestado la tesis de que la sociedad dominicana, sus instituciones públicas y privadas y el comportamiento individual de quienes nacieron y se desarrollaron en esta media isla,  están marcados profundamente por un fenómeno que sacudió las interioridades del alma nacional, llamado “el culto a la personalidad de Trujillo”; en éste, que pretende ser una segunda parte del anterior, intentaremos abordar con más detenimiento aquellas áreas (no todas) en las que se advierten los efectos de ese culto.

Llegar a ser un “jefe” o una “jefa” es una de las principales aspiraciones de un segmento inmenso de la población dominicana, y no precisamente el tipo de “jefe” o “jefa” que  organice y ejerza sus funciones de manera correcta, sino que lo que haga sea una expresión de su voluntad “suprema”, porque todo lo que hace un “jefe” o una “jefa” está bien, aunque se haga mal. A pesar de ser una  actitud muy arraigada en nosotros, casi nadie se pregunta de dónde surge semejante “aberración” que, en casi todas las instituciones., termina afectando de manera negativa la dinámica de trabajo y los resultados laborales.  Lo preocupante es que ese perfil ya no sólo es exclusivo de las instituciones públicas, militares y policiales incluidas, pues posteriormente desbordó su lugar de origen y se ha extendido a las instituciones privadas, aunque en menor medida, donde quiera que estuviese posicionado alguien con autoridad y poder, razones por las que alrededor de estos pequeños “Trujillos” empezaron a escucharse los ecos de un culto que desapareció junto al objeto que los motivaba. No hay culto a la personalidad sin el objeto del culto vivo (Wikipedia, 2009-2011), pero aquellas actitudes, estereotipos, comportamientos, mácula psicológica o como se le quiera llamar, que dejó el culto a la personalidad en la población dominicana, permanecieron a pesar de la desaparición de Trujillo, dando lugar al establecimiento y transformación de una serie de comportamientos, institucionales e individuales (Moronta, Op. cit.), que se han convertido en un lastre para el avance de la sociedad, algunos de ellos convirtiéndose en verdaderos flagelos, cuyos indicadores son motivos de escándalos y vergüenza nacional.

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¿Cuáles comportamientos colectivos han sido los más influenciados por el culto a Trujillo?, ¿cuáles variables culturales, a través del tiempo, se relacionan con mayor fuerza al culto a Trujillo?, ¿cuáles elementos perniciosos se reproducen en el comportamiento de los dominicanos debido al culto a Trujillo?,  ¿cuál ha sido y es el rastro que ha dejado el culto a Trujillo en las instituciones del país? Veamos lo que sigue a continuación.

Patrones de comportamiento influenciados por el culto a Trujillo:

  1. a) Dios en el cielo y los jefes en la Tierra

La frase original decía “Dios en el cielo y Trujillo en la Tierra.”, pero muerto Trujillo se produjo una traslación del término “jefe” por el apellido “Trujillo”, pero no olvidemos que la palabra “jefe” adquirió su potente connotación durante la tiranía. Hoy en día es muy usual su uso en los recintos militares, y en menor medida en oficinas públicas y privadas. Se emite de manera espontánea en presencia de funcionarios de alta jerarquía  manera de elogio “Dios en el cielo y los jefes en la Tierra”, y con ella se denota el nivel de influencia que tiene la persona a quien va dirigida y su capacidad para impartir e imponer órdenes.

  1. b) Las mujeres de los jefes

Cuando en una oficina hay mujeres muy hermosas y de talante refinado, no es extraña la pregunta “¿y ese “mujerón”?”, y menos extraña es la respuesta: “De los jefes” o “Esa mujer es de los jefes” y muchos se habrán preguntado ¿por qué todas las mujeres hermosas tienen que ser de los “jefes”? Recordemos de nuevo la “Era de Trujillo” durante la cual toda mujer bien parecida, sin importar si era esposa de un funcionario público o hija de éstos, estaba dentro del “menú sexual” del tirano, por lo que no era extraño que en la “Era” se dijese que “esa mujer es del Jefe” o “Esas mujeres son del Jefe.”

  1. c) La centralización de la figura presidencial

No hay una inauguración pública de envergadura en la que el presidente de la República, o alguien que lo represente, sea quien inicie la inauguración, como si hacer lo contrario fuese una falta de respeto a su investidura. Así tenemos que cuando se va a iniciar una campaña de vacunación, el presidente suministre la primera vacuna, si se va a iniciar la construcción de una carretera o edificio público, el presidente dé el primer picazo; si un funcionario público anuncia alguna iniciativa en la institución o ministerio que dirige, empieza su anunció diciendo que lo está haciendo por “instrucciones del excelentísimo señor presidente de la República.” Esta ubicación de la figura presidencial en el centro del universo dominicano es de tal magnitud que cualquier representante de comunidad, ante la necesidad de resolver algún problema comunitario, dirige su reclamo al presidente; y si alguien ha sido víctima del abuso de las autoridades, pide al presidente que ayude a que se haga justicia, etc. Y no es que los dominicanos piensen o crean que el presidente debe estar atento a todos los problemas, por más pírrico que sean, que estén ocurriendo u ocurran en el ámbito nacional, sino que así le ha sido inculcado desde hace tiempo: el país no necesita funcionarios competentes, sino a un dios omnisciente y omnipotente que todo lo vea y todo lo haga desde el olimpo presidencial.

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  1. d) Los jefes siempre tienen la razón

Quienes hayan sido empleados públicos, o que por sus ocupaciones tenga que acudir regularmente a oficinas gubernamentales e interaccionar con la burocracia que allí anida, saben que las reglas institucionales no existen, y si existen no funcionan, porque lo que impera es el capricho y la actitud de los “jefes” ahí designados. Los empleados son los que peor la llevan porque no tienen derecho a hacer observaciones sobre determinadas operaciones inapropiadas realizadas por orden de los “jefes”, pues éstos “siempre tienen la razón” y están para “dar órdenes.”

  1. e) Los guardias como “utility” en la administración pública

En las instituciones públicas ocurre desde hace mucho tiempo, instituciones que nada tienen que ver con lo militar, que usualmente son designados “guardias” para que las dirijan, aunque se requiera un conocimiento especializado para ocupar esos puestos directivos. Así hemos visto, por ejemplo, que en la Dirección General de Migración (DGM) han sido designados como Director General guardias o policías, en lo que una vez fue la Dirección General Forestal casi siempre designaban a un guardia, incluso en las administraciones de aeropuertos antes de que estos fueran privatizados. Igual sucedía en varias empresas estatales que pertenecían a la desaparecida CORDE. Desde hace relativamente poco tiempo ha estado de moda la creación de “Cuerpos Especializados”, así tenemos “Cuerpo Especializado en Seguridad y de la Aviación Civil (CESAC)”, “Cuerpo Especializado de Seguridad Presidencial (CESEP)”, “Cuerpo Especializado en Seguridad de Puertos (CESEP)”, entre otros, los cuales se ubican en aeropuertos, presidencia de la República, frontera, puertos y muelles, etc. Lo notorio de esto es que son cuerpos integrados en áreas no militares pero compuestos por militares, como si la seguridad de aeropuertos y puertos debería estar integrada necesariamente por militares; en los casos de la frontera y de la presidencia está justificado que así sea, incluso, en países con un nivel de desarrollo superior al nuestro, para la seguridad fronteriza existe una “Guardia Nacional”, pero en materia de seguridad aeronáutica o aeroportuaria, y de muelles es un exceso el uso de fuerzas militares.

  1. e) La disyunción social entre militares y civiles

El legendario Anselmo Paulino Álvarez, reconocido por muchos como el funcionario más eficiente durante un importante tramo de la “Era de Trujillo”, hasta su caída en desgracia, ostentó el grado de general de brigada sin que se le conociera carrera militar alguna, ¿cómo llegó a ese grado sin haber hecho carrera en lo militar? El mismo Anselmo Paulino reveló que por instrucciones de Trujillo impartió una orden al entonces 1er. Tte. Segundo Imbert, adscrito a un destacamento militar en Puerto Plata, y que Imbert, de manera autoritaria le respondió que no recibía orden de ningún civil. Al enterarse Trujillo de esa situación le otorgó a Paulino, por decreto, el grado de coronel para que éste ordenara a Imbert acatar la orden. Este episodio ilustra de manera desgarradora, la disyunción que existe entre civiles y militares, hasta el punto de que un funcionario de la jerarquía de Anselmo Paulino (para muchos el más eficiente servidor público y segundo hombre de poder, después de Trujillo) fue cuestionado por un oficial subalterno del Ejército. Durante mucho tiempo, los militares se consideraron como una casta superior, y aunque esta actitud ha disminuido de manera significativa, todavía se percibe en el comportamiento de algunos miembros de esas instituciones.

Irracionalidad y poder: la perturbación de la jerarquía

El presidente de la República, tal y como está establecido en la Constitución, es el “Jefe Supremo” de los cuerpos militares, policiales y de los organismos de seguridad del estado (Art. 128, secc. II), por tanto, es la figura de mayor autoridad y jerarquía en la República Dominicana. Sin embargo, hemos visto en varios presidentes una actitud que a simple vista pudiera parecer extraña, debido a que, olvidando o ignorando su investidura de figura de máxima jerarquía, se han vestido con uniforme militar, o han usado imágenes vinculadas a los cuerpos castrenses (Listín Diario, 2019; El Nuevo Diario, 2021) rebajando de esta manera su posición de máxima figura de la nación; sería, más o menos, como si un general si vistiera de sargento, o un coronel de raso, algo que quizá nadie vería puesto que los guardias sí tienen una visión clara de la jerarquía. Pero, ¿por qué un presidente se viste de guardia a pesar de que las instituciones militares están subordinadas al Poder Ejecutivo? Estos episodios en los que algunos presidentes usaron distintivos militares de manera pública, nos remiten de manera inequívoca al hombre que durante algo más de 30 años, dirigió con manos férrea al país: Rafael L. Trujillo. De manera inexplicable, o de muy difícil explicación en un país con más de 50 años de vida cuasi democrática, Trujillo sigue siendo la referencia más emblemática, para los que detentan el poder, de la autoridad. El uniforme militar es una imagen de poder y autoridad que nos remite a la “Era de Trujillo”, ¿Por qué y de qué manera nos remite a la dictadura? Trujillo se hizo con el poder político siendo militar en funciones y a partir del ejercicio del poder político todas las imágenes referentes al poder y la autoridad (y al autoritarismo) fueron asociadas al uniforme militar de Trujillo o al apellido Trujillo (Galíndez, 2002). Por eso Trujillo era “El Jefe”, regimientos y batallones tenían el nombre de Trujillo o de algunos de sus parientes, en la bandera del Ejército Nacional estaban plasmadas las cinco estrellas del grado de “Generalísimo”, el cual fue creado para asignárselo al mismo Trujillo (Vega, 1955), y el que durante mucho tiempo sólo fue ostentado por él hasta que le fue otorgado a otra persona: su hermano Negro Trujillo. Resulta sumamente curioso que durante un régimen en el que hubo mucha represión y violación de los derechos humanos, como fueron los gobiernos de los “12 Años” (tres periodos de consecutivos de 4 años), Joaquín Balaguer Ricardo nunca haya usado insignias militares. Decimos que resulta sumamente curioso porque Balaguer se formó durante la dictadura trujillista desempeñando funciones dentro del estado.

Poder político y trujillismo: los sonidos del autoritarismo.

Cuando un país sale de una dictadura, lo usual es que se produzca en sus instituciones una evolución hacia la democracia y que de manera inmediata pueda observarse una ruptura con todo lo que haya significado esa dictadura. Sin embargo, después de la muerte de Trujillo se ha hecho muy difícil la “destrujillización” del estado dominicano y la extinción progresiva del “trujillismo” en nuestra sociedad. Todos hemos visto, y seguimos viendo, cómo los gobernantes de turno, sin importar la organización política que sea, permiten, y hasta estimulan, que sus acólitos realicen actividades que recuerdan el culto que se le rindió a Trujillo. Así hemos visto a un jefe de la Policía Nacional ordenar que se realice un brindis, en todos los destacamentos de esa institución a nivel nacional,  con motivo del cumpleaños del presidente de turno Listín Diario, 2008); a otro presidente, como expresamos en líneas precedentes, lo vistieron con uniforme militar (El Nuevo Diario, 2021), y antes que él, al anterior le pusieron una gorra tipo militar en una actividad pública ( Listín Diario, 2019), sin que sus autores se  detuviesen a pensar que tal acción rebaja la jerarquía de un gobernante. En cada uno de los periodos presidenciales que hemos tenido, desde Balaguer hasta el Sol de hoy, son frecuentes los desacatos, por parte de presidentes constitucionales, de sentencias judiciales emanadas nada más y nada menos que de la Suprema Corte de Justicia y del Tribunal Constitucional. Porque es que todavía hay quienes creen, incluidas las figuras presidenciales que hemos tenido, que el presidente de la República está por encima de cualquier institución y su voluntad debe prevalecer sobre cualquier cosa, así sea la misma ley; hubo un presidente que dijo en una actividad pública que “nadie estaba por encima de la ley, ni siquiera él mismo.”, pero antes y después de esa intervención, con sus acciones ha demostrado, al igual que otros, que sí está por encima de la ley.

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La “Mano Dura” y la evocación de Trujillo: Un llamado a la reflexión a manera de conclusión

Los memes, esas imágenes que han emergido en el mar de la posmodernidad, que con toda su carga de hilaridad denotan cuestiones muy serias, solapadas detrás de lo cómico, desnudan muchas veces los ruidos que algunos no queremos escuchar, las realidades que tenemos de frente y que nos hacen voltear las miradas hacia otro lado. Así tenemos que frente a los desafíos que grupos o individuos, organizados en pandillas, dirigen a las autoridades, aparecen memes con la figura de Trujillo y la frase “Trujillo, ven a ver”; y ante la incompetencia de las autoridades frente a los controles migratorios necesarios para impedir la migración ilegal por nuestra frontera, o contener la cada vez mayor y caótica presencia de nacionales haitianos ilegales en todas nuestras provincias, surjan memes de un Trujillo con sonrisa pícara, adornado con la expresión “Yo sí sabía qué hacer”, en franca, abierta y deprimente alusión a la masacre que se produjo en 1937 contra haitianos y algunos dominicanos de tez oscura. Esta evocación a la figura del dictador, a la “mano dura” y a todo lo que representó durante más de 30 años de férrea dictadura es, sin temor a equivocarnos, una de los principales indicadores del fracaso del sistema educativo dominicano, sobre todo, en lo referente a la enseñanza de nuestro pasado reciente, o no tan reciente, pero pasado que ha sido un obstáculo ciclópeo que impide nuestra evolución y desarrollo como nación. Muchas otras cosas perniciosas se normalizan ante nuestros ojos, como “El poder es para usarlo”, “No mire esa mujer que eso es de los jefes”, “¿Usted sabe quién soy yo?”, “Yo soy el jefe de esta vaina”, “Aquí mando yo” y un largo etc. que desbordaría los límites de este espacio. Lo peor de todo es que la clase política dominicana parece ignorar que todo lo descrito en líneas precedentes está configurando las condiciones para la desaparición del fracasado sistema de partidos políticos tradicionales y gestando el surgimiento del “Trujillo” que el “inconsciente colectivo” anhela y que los restos de un culto a la personalidad demandan.

 

Bibliografía

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Listín Diario (28 de abril de 2019). Llama la atención uso de gorra “militar” de Danilo en una visita sorpresa. https://listindiario.com/la-republica/2019/04/28/563196/llama-la-atencion-uso-de-gorra-militar-de-danilo-en-una-visita-sorpresa.html

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