¿Qué es la conciencia?

fotografía del prof. Eulogio SilverioRecientemente un profesor invitó, a través de un foro, a los filósofos a responder algunas preguntas sobre la conciencia. Las cuestiones planteadas eran las siguientes: ¿Qué es la conciencia? ¿Cómo se manifiesta? ¿La conciencia mata?

Supongo que al invitar a los filósofos a responder estas preguntas, se refería a los profesores de Filosofía que, a groso modo, suelen ser los menos filósofos, salvo honrosas excepciones.

Dándome por aludido en mi condición de profesor de esta asignatura y amante de la filosofía, paso a responder las preguntas.

¿Qué es la conciencia?

imagen obtenida de internet para fines pedagógicosSe advierte en la pregunta del profesor que él asume la conciencia como una entidad única, universalmente válida para todos los seres racionales, provista de unos valores sobre los que existe consenso.

En primer lugar, al hablar de conciencia debemos tomar en cuenta que existen diferentes tipos de conciencia: conciencia cognitiva, conciencia moral, conciencia política, conciencia cultural, conciencia artística, entre otras.

La conciencia cognitiva es la que nos permite tener conciencia del mundo y de nosotros mismos. Según Sartre, “la conciencia es lo que no es, y no es lo que es”. En esta visión, la conciencia estaría formada por las imágenes e impresiones de los objetos exteriores que se reflejan en nuestro interior, pero esas imágenes e impresiones de la realidad exterior no están en nuestra conciencia.

Conciencia moral

La conciencia moral es la que permite a los individuos distinguir, juzgar y legislar sobre el bien y el mal. El concepto del bien y del mal en sí mismos, carecen de contenido. No existe ni el bien ni el mal en sí mismos. Cada cultura, cada grupo ideológico y cada comunidad los define como quiere, de acuerdo a sus intereses particulares o visión del mundo.

Dice Émile Durkheim, “no hay que decir que un acto hiere la conciencia común porque es criminal, sino que es criminal porque hiere la conciencia común. No lo reprobamos porque es un crimen sino que es un crimen porque lo reprobamos”. Como se observa en la expresión de Durkheim, son los grupos los que determinan que es el bien y que es el mal, de modo que resulta tarea inútil tratar de buscar valores universalmente válidos para todos los seres racionales, como pretende Kant, por cuanto esta materia es terreno de cada grupo, de cada cultura y de cada época histórica.

imagen obtenida e internet para fines pedagógicosPara los musulmanes, por citar un ejemplo, resulta una práctica  moral, legal y racionalmente aceptada, casar niñas de siete y ocho años con hombres adultos mayores de 40 y 50, mientras que para las sociedades occidentalizadas estas prácticas son contrarias a la moral, a la razón, a las leyes y a las buenas costumbres. Para nosotros, es  tan aberrante dicha práctica  que no podemos creer que un hombre mentalmente sano encuentre alguna racionalidad en ella.

Evidentemente, la conciencia moral del sujeto responde a los valores del grupo que lo ha formado. Un musulmán que tiene a Mahoma como la figura de mayor autoridad moral y religiosa de su cultura, y que cree que el profeta recibió directamente del supremo y único Dios verdadero, Alá, las sagradas leyes escritas en el Corán, no pensará nunca que es malo casarse con niñas de siete o nueve años, cuando aprendió desde pequeño que el profeta casó con Aisha cuando esta tenía seis años.

Lo mismo ocurre al individuo cuya conciencia moral ha sido formada en una ideología política en que las causas de la revolución son legítimas y necesarias para librar a la humanidad, a su pueblo o a su cultura de una serie de males. Cuando este sujeto identifica las tareas que debe ejecutar para lograr los supremos objetivos que se ha propuesto, percibirá como moral y legitimas todas las acciones y daños colaterales que estas generen.

Se cuenta que el General Gregorio Luperón, en la guerra de la Restauración de la República, entró al campo de batalla con una espada llena de óxido y cuando salió, la espada espejeaba con el sol de las tantas veces que la entró y la sacó en el vientre de los españoles.

De esa batalla salió, para nosotros, el más grande de los héroes de la Restauración. Pero supongamos que los españoles contaran la historia de un moreno salvaje, de un carnicero que entró al campo de batalla y parecía que tenía al diablo metido en su interior porque disfrutaba bañarse con la sangre de los nobles e inocentes hijos de España. Si los españoles hubiesen atrapado a Luperón lo condenaban como a un criminal peligroso, un ejemplo de salvajismo y de lo que no debe ser. Pero resulta que para los dominicanos este mismo señor es nada más y nada menos que uno de nuestros padres de la Patria. Este hombre que, en otro contexto, debería ser tenido como loco, homicida y carnicero, es presentado a los niños en las escuelas, de manera obligatoria, como el modelo de hombre que necesita la Patria en momentos difíciles.

¿Es la moral una especie de convicción personal sobre nosotros y el mundo?

Si la moral pertenece a los grupos, como expresó Aristóteles al afirmar que “una sola golondrina no hace verano, como no lo hace un sólo día hermoso”, entonces, el ser humano es un animal político, Zoon politikón, un ser que se construye frente al otro. Por vía de consecuencias, la moral no podría ser una especie de convicción personal. En este sentido, el Prof. Gustavo Bueno expresa que la moral son los valores creados para salvaguardar la integridad social del grupo y que la ética son los valores que buscan preservar la integridad del individuo.

¿Por qué una persona puede actuar contrariando su conciencia?

La pregunta interesante aquí es saber cuáles son los elementos que nos llevan a concluir que un individuo actúa contrario a su propia conciencia. Tenemos las evidencias de que este sujeto sufre moralmente por las cosas que hace, cuáles son los indicadores de tal situación.

imagen obtenida e internet para fines pedagógicosPodría ser por error, que el maestro Sención entienda que este sujeto debería actuar como él actuaría de acuerdo al dictamen de su conciencia. Pero como ya explicamos, la conciencia de cada individuo responde a los valores que la formaron. La conciencia moral del ladrón no siente remordimiento, ni pena, cuando ve al que él le robó desvalido y desesperado. Al contrario, piensa que el tipo es un tonto por haberse dejado robar.

Recuerdo un caso de un delincuente del barrio el Manguito, en Villas Agrícolas, que atracó y mató a un profesor, muy conocido en el barrio y cuando se le preguntó sobre los motivos que había tenido para matarlo, respondió que él salió esa madrugada y dijo que atracaría al primero que pasara y el profesor fue el que pasó.

-Pero tú lo conocía? –sí, pero que andaba el profesor buscando a esa hora en la calle, respondió con cierto aire de irresponsabilidad el imbécil ladrón.

¿La conciencia mata?

Volvemos a lo mismo, la pregunta debió ser formulada de manera más específica. De qué conciencia hablamos, de la conciencia moral, de la conciencia religiosa, de la conciencia política o de la conciencia cognitiva.

Tal y como señala el maestro Tavárez, el cargo de conciencia moral puede llevar a un individuo a sufrimiento tan extremo que decida auto aniquilarse.

La conciencia religiosa, por igual, lleva a algunos individuos a un estado de enajenación que los conduce a la muerte, por diferentes vías: el suicidio, la guerra o simplemente la inmolación.

Igual efecto podría producir la conciencia política. La historia está llena de casos de hombres que ofrendaron sus vidas en pro de hacer triunfar unos ideales. Está el caso de Ernesto Guevara, el Che, Francisco Alberto Caamaño, Amín Abel Hasbun, Orlando Martínez, entre muchos otros.

Paradójicamente, todo estado de conciencia que nos lleva a la muerte, ocurre bajo el supuesto de que con ello defendemos la vida o, más bien, el sentido de la misma. El Che murió porque amaba profundamente la vida y la libertad de los pueblos. Pero la conciencia del Talibán que le disparó a Malala, la joven que en medio de aquella sociedad teocrática proclamó el derecho a la educación de las niñas de Pakistán, está tranquila, porque obró correctamente al tratar de eliminar a la  pequeña infiel que con su atrevimiento de pedir educación para las niñas pretendía desconocer la «sabiduría divina» del Corán, que establece claramente lo que deben hacer los hombres y las mujeres en esa sociedad.

¿Puede la conciencia aconsejarnos hacer lo incorrecto?

imagen obtenida e internet para fines pedagógicos

Para esta pregunta solo existe una respuesta posible, No. La conciencia siempre aconseja hacer lo correcto. ¿Y por qué la gente hace cosas malas? Podrían existir muchas razones. La primera que se me ocurre es que decidió no hacerle caso a la razón. Eso ocurre con frecuencia.

La salsa de Gilberto Santa Rosa, titulada “La conciencia”, plantea el conflicto moral de un hombre de 50 años perdidamente enamorado de una muchacha de 20. Según los valores de su conciencia, esto no debe ser, porque ella podría ser su hija y a él no le gustaría que alguien de su edad le haga lo mismo a una de las suyas.

Finalmente, el hombre siguió sus instintos y se olvidó de los reclamos de la conciencia. Sin embargo, no puede alegar que la conciencia le aconsejó hacer lo incorrecto. Nuestra conciencia siempre manda hacer lo correcto, a menos que no sea una conciencia enmascarada, mentirosa y de mala fe.

El musulmán que se casa con una niña de siete o nueve años no está haciendo nada malo frente a su conciencia. Pero, en el patio, para un dominicano admitir ante un juez que tuvo o que desea tener sexo con una niña de seis o siete años hay que matarlo.

Al musulmán, en cambio, la familia lo apoya y el juez de seguro le da ganancia de causa, apoyado en los argumentos de que el matrimonio es legal, legítimo y bendecido además por las leyes divinas.

Imaginémonos a los cristianos de aquí defendiendo este tipo de matrimonio, en el caso hipotético de que el señor Jesucristo se hubiese casado con una niña de seis años, como hizo el profeta Mahoma.



Niña yemeni de 11 años prefiere la muerte antes que casarse a su edad y por la fuerza.

http://www.filosofia.org/cla/ari/azc01013.htm

 

 

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