La otra cara de la creatividad

 

fotografía del prof. Eulogio SilverioCuenta la tradición que “los dioses habían condenado a Sísifo a rodar sin cesar una roca hasta la cima de una montaña desde donde la piedra volvería a caer por su propio peso. Habían pensado con algún fundamento que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza,” Albert Camus.

Aún hoy podemos ver, en cada hombre y en cada mujer, su cuerpo tenso y sudoroso por el peso de los afanes que conlleva encontrar una razón para vivir. Vemos a Sisifo llegar, hasta el final del día, y al verle en la cima de la montaña nos ilusionamos con él, pues por un instante llegamos a creer que su esfuerzo al fin es coronado con el éxito, pero justo allí, en el momento en que termina de subir su pesada carga, observamos como  cae nuevamente hasta el fondo del precipicio. Así es la vida del ser humano: tanto luchar, tanto afanar, para que al final, cuando pensamos haber alcanzado la meta se acerque la muerte para recordarnos que la vida es una pasión inútil.

Camus dice que quienes recuren al suicidio, es porque despiertan un día y no le encuentran sentido a la vida. Sin embargo, el suicidio no es un acto repentino, es como una obra de arte en el corazón del artista, que se va concibiendo poco a poco y sin que el mismo creador sea consciente de su creación, simplemente la creatividad, se pone en marcha y va recolectando los elementos que formaran parte de la obra. Tal cual, ocurre en el interior del suicida. El, sin ser consciente, irá dando todos los pasos que lo conducirán de manera inexorable a la muerte.

En el calendario del suicida no existe ni un día ni una hora determinada. Al igual que con la creatividad, cuando todos los elementos se reúnen, el artista se sienta a trabajar la materia prima y la obra se va asomando, va apareciendo, va “tomando forma”. El suicidio encara, de manera audaz y sigilosa, los mismos pasos creativos, cuando todos los elementos se reúnen en el interior del suicida, se mantiene latente, aguardando a que aparezca el detonante situacional, que como rayo ilumina la conciencia del sujeto suicida y le convence de la insignificancia de la vida.

imagen obtenida de internet para fines pedagógicosVivir de manera inauténtica es lo que nos hace creer que existe un fin, una meta, un propósito, un sentido para la vida humana. Nos engañamos creyéndonos criaturas especiales, creadas para grandes cosas. Vaya forma estúpida de evadir la angustia, de sabernos seres arrojados, desamparados, sin guía, ni cielos, ni infiernos, que nos orienten y nos cobijen. Estamos solos, nos sentimos solos y sin excusas. Solo la excusa de la muerte.  

 

Sísifo, contrario al ser humano, vive de manera auténtica, al reconocer y asumir el absurdo de su existencia y lo inútil de sus afanes, sin tratar de evadirse a través de los placebos religiosos, o de la conciencia de la realidad, que hace que su existencia sea terriblemente azarosa. Sin embargo, él, a pesar de su desgracia, nos aventaja, pues ha decidido vivir sorteando lo absurdo de sus esfuerzos. Sísifo es un rebelde que no acepta la muerte como salida. En cambio, nosotros, no soportamos vivir de manera realista y  recurrimos a una conciencia de mala fe, que enmascara nuestras acciones y que nos hace ver sentidos en los afanes de lo cotidiano.

Esta conciencia de mala fe es lo que obliga al ser humano a construir ilusorias y pueriles soluciones que tranquilizan su espíritu de niño asustado. El hombre absurdo celebra cualquier estupidez de la vida, para evadir la angustia que le provoca la tragedia del otro.

Por eso, cuando recibimos noticias como la muerte del Prof. Miguel Caldentey no podemos hacer otra cosa, más que reconocer, lo absurdo de nuestra existencia. Su muerte nos confirma una vez más, que todo esfuerzo es inútil y un correr tras el viento. Caldentey, al igual que muchos, comenzó desde muy joven a realizar grandes esfuerzos para construir un proyecto, para alcanzar una meta, para lograr un propósito, cosechando altos grados de formación científico-técnica, pero como Sísifo y todo ser consciente de sí, cuando por fin logró escalar hasta lo más alto del monte y ya se había ilusionado con la vida dichosa, de repente desaparece tal ilusión y en su lugar se aproxima el vacío, la soledad y la angustia de saberse descampado, de asumir que todo es una pasión inútil.

El suicidio es un acto muy personal, de valentía para algunos, de cobardía para otros. Yo no juzgo este acto, tampoco lo promuevo, pero respeto profundamente a quienes han recurrido a este otro lado de lo absurdo. A esta otra cara de la creatividad.  

Nuestro cariño y respeto para la memoria del Prof. Miguel Caldentey. Nuestra solidaridad para con sus familiares y amigos.

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