Primer Congreso Interamericano de Psicología

Por: Enerio Rodríguez Arias PhD

Del 10 al 20 de diciembre de 1953, se celebró en Santo Domingo el Primer Congreso Interamericano de Psicología, acontecimiento de importancia trascendental para la psicología americana, y sin lugar a dudas el hecho de más importancia para la Psicología en República Dominicana antes de la fundación de los primeros departamentos de Psicología.  Después de infructuosas gestiones en busca de financiamiento realizadas ante la Secretaría de Educación Pública de México y la Dirección General de la UNESCO, el Secretario General de la incipiente Sociedad Interamericana de Psicología, el Dr. Oswaldo Robles se dirigió a su amigo el filósofo dominicano Andrés Avelino García a fin de que explorara la posibilidad de que el Gobierno Dominicano auspiciara la celebración del Primer Congreso Interamericano de Psicología.  Fue así como República Dominicana, país de escasa tradición en el estudio de la Psicología, se convirtió súbitamente en el primer punto de reunión de los psicólogos del Continente Americano. En el discurso de apertura del Congreso, el Dr. Pedro Troncoso Sánchez, Secretario de Estado de Educación y Bellas Artes de República Dominicana, destacó la necesidad de dar unidad de dirección a la Psicología, en los siguientes términos:

Desde que el genial Estagirita escribió «De anima» y las monografías incluidas en los «Parva Naturalia», hasta los tiempos actuales, la Psicología ha hecho enormes progresos.  Pero es necesario unificar el pensamiento psicológico, para darse su hondo y auténtico sentido humano. Existen demasiadas escuelas localistas y demasiadas tendencias individualistas de pseudooriginalidad, en las cuales las diferencias son a veces de nombre, produciendo la natural anarquía y desorientación. La ciencia psicológica ha crecido extraordinariamente, y es hora de agrupar todas sus corrientes y todas sus fecundas y provechosas investigaciones en las dos únicas formas de considerar, en mi modesta opinión, el hecho psíquico: la científica, fundada en la experiencia y la experimentación; y la filosófica, basada en la intuición metafísica y la reflexión, con el auxilio de la ciencia. (Actas, p. 10).

La preocupación por la falta de unidad del pensamiento psicológico ha sido una constante durante el primer siglo de existencia de la psicología científica, y merece destacarse el hecho de que un intelectual dominicano, ajeno al quehacer psicológico, expresara en 1953 una preocupación que ya habían expresado Bühler, Vygotsky y Krueger en diferentes ocasiones, y que seguiría siendo objeto de reflexiones y debates muchos años después (Ardila, 1983; Betancourt, 1983; Koch, 1969, 1981; Pérez Gómez, 1983; Staats, 1983).

El Primer Congreso Interamericano de Psicología abarcó una amplia gama de temas psicológicos.  En este sentido, se pasó un balance sobre el estado de la Psicología como ciencia y profesión en diversos países del área; se presentaron resultados de investigaciones; se insinuaron posibilidades de aplicación de la Psicología; y se presentaron trabajos de reflexión filosófica sobre la Psicología.  En cuanto al estado de la Psicología en diferentes países, Bachrach (1995 a) habló de las tendencias predominantes en la ciencia psicológica, Schwartz (1995) de las tendencias en la profesión psicológica, y Gilbert (1955) de los pasos del entrenamiento clínico, todo ello en los Estados Unidos de América; Blackburn (1955) presentó el estado de la Psicología en Canadá; Brachfeld (1955) presentó el estado de la Psicología en Ecuador y Venezuela; Nassar (1955) envió al Congreso un trabajo sobre las experiencias chilenas en torno a la preparación profesional del Psicólogo; y Robles (1955) describió la formación profesional del psicólogo en México y la organización de los servicios psicológicos en hospitales e instituciones educativas mexicanas.

Mota y Gil (1955) presentaron el estado de la docencia y práctica de la Psicología en República Dominicana.  En cuanto a la docencia, su exposición se limitó a presentar en rasgos generales la orientación y el contenido de los principales cursos de Psicología que se impartía en los niveles medio y superior de la educación dominicana, así como en las escuelas destinadas a la formación de maestros.  En cuanto a la práctica psicológica, la misma se limitaba entonces a lo que en el campo clínico hacían los seis psiquiatras que ejercían su especialidad en el país y a lo que en el campo psicométrico hacía el Instituto de Investigaciones Psicopedagógicas, dependiente de la Secretaría de Estado de Educación y Bellas Artes; para esa época, el principal trabajo del Instituto había consistido en la aplicación de un test de inteligencia (el test P.V. de Simon) a 5,000 escolares dominicanos, escogidos de todos los cursos de la escuela primaria e intermedia (7 a 14 años), provenientes de escuelas oficiales y privadas, del campo y de la ciudad, con el fin de establecer en forma general una escala del cociente intelectual del niño dominicano.  Además del informe general expuesto, varios profesionales dominicanos sometieron al Congreso trabajos relacionados con la aplicación de la Psicología en diferentes contextos y con problemas filosóficos y teóricos de la Psicología. Entre los primeros, Daniel Avelino García (1955) trató sobre los fundamentos psicológicos y categoriales de la responsabilidad penal y civil; Cordero (1955) sobre la importancia del factor psicológico en la orientación profesional; Mejía Ricart (1955) sobre la aplicación de la Psicología al conocimiento y tratamiento jurídico de la delincuencia; y Pannochía Alvarez (1955 a, b) sobre las reacciones y actitudes femeninas frente al sentimiento maternal, y sobre el traumatismo psíquico de la mujer en la amputación del seno.  Entre los segundos, Andrés Avelino García (1955) trató sobre los problemas antinómicos de la categorial conciencia; Lockward (1955) sobre el problema de la matematización de lo psíquico; y Sánchez (1955) sobre las implicaciones metafísicas, antropológicas y gnoseológicas de la Psicología.

Estos tres últimos trabajos constituyeron la mejor aportación de los profesionales dominicanos al Primer Congreso Interamericano de Psicología; y no es extraño que esa aportación ocurriera en asuntos metapsicológicos, dada la ausencia de profesionales de la Psicología para esa época en República Dominicana.  El trabajo del Dr. Lockward es importante más por el problema en sí que por el tratamiento que se da al mismo. El problema del alcance y los límites de las matemáticas aplicadas a la Psicología ha sido objeto de un prolongado debate entre los psicólogos. El Dr. Lockward trata el problema al margen de las principales posiciones teóricas en torno a la medición psicológica, desconociendo, por razones obviamente comprensibles, importante literatura ya publicada sobre el problema (Comrey, 1950; Stevens, 1946).

 Retrato del filósofo dominicano Andrés Avelino García de la autoría del artista y filósofo Dustin Muñoz PhD

El Dr. Andrés Avelino García, a quien el Dr. Oswaldo Robles, filósofo y psicólogo mexicano, presentó ante los delegados al Primer Congreso como uno de los tres pensadores originales que para esa época había dado Hispanoamérica, compartiendo el honor con José Vasconcelos de México y Francisco Romero de Argentina, disertó con la profundidad propia del verdadero filósofo sobre los problemas antinómicos de la categorial «conciencia».  Para el Dr. Andrés Avelino García lo que distingue a los problemas filosóficos de los problemas científicos es que mientras estos últimos son problemas nómicos de inequívoca solución comprobable con datos sensibles, los primeros son problemas antinómicos susceptibles por lo menos de dos soluciones opuestas, contradictorias, de posible, igual y excluyente validez. Según el Dr. Andrés Avelino García, la ciencia trabaja con entes considerados como realidades; la filosofía no trabaja con entes sino con categoriales de pensamientos sobre entes.  En este sentido, la conciencia no es una categorial para el psicólogo científico, sino una realidad óntica indubitable; en cambio, para el filósofo la conciencia no es una realidad óntica de evidencia absoluta, sino una categorial antinómicamente problemática, que debe ser discutida y de la cual no podemos tener una evidencia absoluta. El Dr. Andrés Avelino García discute los problemas antinómicos de la existencia y el ser de la conciencia, algo que a su juicio no puede hacer el psicólogo científico, porque:

El científico desproblematiza todo. No le interesa ni el problema antinómico del ser ni el problema antinómico de la existencia.

No le importa lo que sea la conciencia, ni lo psíquico.  Le basta con señalar, con decir: he ahí la conciencia, he ahí lo psíquico.  Supone la existencia de la conciencia y de lo psíquico y esto le permite hacer ciencia de la conciencia o de lo psíquico aunque no esté autorizado para ello, aunque esté realizando una pseudo ciencia y no una ciencia verdadera (Avelino García, 1955, p. 545).

Los planteamientos del Dr. Andrés Avelino García se inscriben en la exigencia de lo que Husserl llamó Psicología Eidética cuya función no es sustituir a la Psicología empírica sino precederla con un esfuerzo reflexivo mediante el cual se elaboren las nociones fundamentales de las que deberá servirse la psicología empírica; esta última persigue el conocimiento de los hechos, pero la definición de las nociones que servirán para elaborar esos hechos es obra de la reflexión eidética.  Merleau-Ponty (1977) ilustra la función de la reflexión eidética de la siguiente manera:

Cuando un psicólogo habla de la conciencia, el modo de ser de la conciencia tal como lo entiende, no es radicalmente distinto del modo de ser de las cosas.  La conciencia es un objeto que hay que estudiar y el psicólogo apercibe esta conciencia entre las cosas del mundo, como un acontecimiento en el sistema del mundo.  Para llegar a una concepción que mantenga la originalidad radical de la conciencia hace falta un análisis que no sea de este tipo, que descubra en nuestra experiencia propia el sentido o la esencia de toda psique posible.  Conoceremos, de manera última, lo que es la conciencia únicamente a condición de volver a unir en nosotros el sentido interior y alcanzar así la intuición eidética de él (Merleau-Ponty, 1977, pp. 40-41).

Es precisamente la necesidad de esa reflexión sobre la existencia y el ser de la conciencia la que reivindica el Dr. Avelino García como tarea filosófica previa al quehacer psicológico científico; sin la dirección dada por la reflexión eidética, la inducción sería ciega, pues no se sabría hacia dónde conducen los hechos y sus relaciones empíricamente determinados.

El tercer trabajo de carácter teórico, presentado por un intelectual dominicano en el Primer Congreso Interamericano de Psicología, fue escrito por el Dr. Juan Francisco Sánchez, profesor de Metafísica e Historia de la Filosofía, y uno de los hombres de mayor erudición filosófica que ha tenido el país.  Sánchez (1955) reflexiona sobre las implicaciones metafísicas, antropológicas y gnoseológicas de la Psicología. Con una erudición filosófica verdaderamente impresionante, el Dr. Sánchez hace desfilar al lector frente a la historia del concepto «alma» desde los diálogos platónicos hasta el existencialismo.  Luego pasa al examen de las tres principales características atribuidas a la realidad humana a través de la historia, a saber, la sustancialidad, la conciencia y el dinamismo; examina el conocimiento como «espejo» de la realidad y como creación de significados, ilustra su carácter histórico, y expone las consecuencias gnoseológicas del proceso de objetivación.

 Retrato del filósofo dominicano Juan Francisco Sánchez de la autoría de la artista plástica Soucy de Pellerano

Sobre estos últimos problemas, después de exponer las dos grandes tradiciones gnoseológicas del pensamiento occidental – la platónica con su énfasis en el conocimiento por intuición y la aristotélica con su énfasis en el conocimiento conceptual – el Dr. Sánchez ilustra históricamente el carácter relativo de todo conocimiento con referencia a las modificaciones fundamentales que ha sufrido el pensamiento científico desde Aristóteles hasta el presente siglo, describiendo el estado de las ciencias contemporáneas en los términos siguientes:

Pues bien, después de la revolución introducida por Einstein con la teoría de la relatividad; por Planck con la teoría de los quanta; por Heisenberg con su «principio de indeterminación» y por la termodinámica y la teoría de la radiación, la física y su instrumento la matemática moderna, han construido un tipo de saber mucho más flexible: la ciencia de los «observables estadísticos».  No existe una sola mecánica, ni una sola geometría, sino que son posibles varias mecánicas y varias geometrías, es decir, varias matemáticas. Pero lo importante del caso es que esto es posible porque el «instrumento» mismo se ha modificado: ya hoy en día se sabe que no existe una sola lógica que sea la única necesariamente válida. Los principios de la lógica clásica (contradicción, identidad, disyunción) son hoy día considerados sólo como teoremas; si se toman como axiomas se cierra la posibilidad de constituir deductivamente una lógica donde quepan todos los descubrimientos que modernamente han tenido lugar en física.  Y es que lo deductivo, la lógica, no es una estructura «necesaria» de la razón – como se creyó – sino sólo una «función de hecho», que puede ser o puede no ser aplicada según el caso (Sánchez, 1955, pp. 633-634).

El panorama descrito revela que las ciencias particulares son productos culturales, históricos, cuyos contenidos tienen vigencia sólo en forma relativa y temporalmente limitada, lo cual permite concluir que no hay verdades científicas absolutas, sino operacionales, relativas y provisionales.  Pero donde el Dr. Sánchez ve el tendón de Aquiles del conocimiento conceptual es en el campo de la subjetividad. La subjetividad no es conceptual; lo conceptual es producto de una actitud objetivadora. Mientras el conocimiento objetivo y conceptual nos llega por la vía de la esencia, el verdadero conocimiento de nosotros mismos nos viene por la vía del ser, que es la vía de la existencia real.  Por eso, cuando queremos conocernos conceptualmente, ya no nos conocemos como vida sino como «cosa». En este sentido, el Dr. Sánchez agrega: «Cuando el filósofo o el psicólogo se analizan y se estudian, se objetivan; el pensamiento ´cosifica´la conciencia y entonces ya no conocemos que somos sino que tenemos una ´idea´de lo que somos. Y por eso toda la filosofía y la psicología científicas están cargadas de ese inaceptable logicismo objetivo que escamotea lo real y cosifica la vida» (P. 635).  Después de señalar la insuficiencia de la observación y del experimento como métodos de la psicología, porque no pueden atrapar lo íntimo, lo subjetivo, lo no aparente, el Dr. Sánchez señala con la misma franqueza que la introspección altera o destruye la objetividad a causa de la acción inevitable del sujeto. Frente a las limitaciones de la observación externa y de la introspección para el conocimiento de la subjetividad, el Dr. Sánchez explora la vía del místico, la cual presupone un vacío mental, una oscuridad sentimental, como requisito para el verdadero sentimiento de sí mismo, pues todo concepto es mediación e implica distancia. Toda su exposición sobre el yo y sobre las condiciones de su conocimiento discurre en el contexto del conocer del místico.  Volviendo a la psicología y a sus posibilidades de llegar al fondo mismo de la realidad humana, el Dr. Sánchez sostiene que si la psicología ni siquiera ha logrado convertirse en una ciencia natural, más difícil aún será convertirla en ciencia del espíritu, dada la resistencia del hombre al conocimiento de sí mismo. Después de señalar que la psicología no cuenta con un cuerpo de leyes para interpretar los fenómenos psíquicos, el Dr. Sánchez distingue entre lo que él llama causalidad «macroscópica» de la física y la causalidad «atómico-dinámica» de los procesos psíquicos. Al referirse al lugar de la psicología en la cultura y a su papel en la civilización, el Dr. Sánchez señala:

La psicología oficial, científica y académica, experimental y laboratorista, tiene su puesto histórico en la cultura y su papel a jugar en la civilización nadie puede quitárselo, pero no pasará de conocer al hombre más o menos superficial.  El mismo Boring, uno de los psicólogos experimentales más ilustres confiesa que ´todo lo que existe como realidad para la psicología es producto de la inferencia inductiva (obtenida) generalmente de datos experimentales…´. Inferencia, inducción sobre datos experimentales, esquema lógico y por tanto proceso mental condicionado por el objeto, por normas de pensamiento e intereses subjetivos del psicólogo: por ese camino la psicología «científica» no saldrá jamás de la trillada senda del ensayo, las interpretaciones provisionales y la continua rectificación de errores (pp. 646-647).

El Dr. Sánchez termina su trabajo subrayando la importancia capital del conocimiento de sí mismo, e invita al estudioso a desarrollar una psicosofía al margen de la psicología académica y del pensar conceptual, pues «todo el misterio del hombre está encerrado en el hombre, y cualquiera que haga del conocimiento de sí mismo el principal objetivo de su vida, se tropezará con maravillas que no están consignadas en las frías páginas de los libros académicos…» (p. 647).

Muchos de los problemas planteados por el Dr. Sánchez constituyen temas en discusión entre los defensores de una perspectiva científico-naturalista en Psicología y los que prefieren una psicología fenomenológica.  Por ejemplo, el problema de las limitaciones del pensamiento conceptual y del alcance de las experiencias no conceptualizadas fue el centro de un debate psicológico trece años después del Primer Congreso Interamericano de Psicología (Brody & Oppenheim, 1966; Giorgi, 1970; Henle & Baltimore, 1967; Zaner, 1967).

El Primer Congreso Interamericano de Psicología, visto retrospectivamente, constituye un excelente testimonio de la distancia que entonces separaba a las psicologías latinoamericana y norteamericana en términos de desarrollo.  Por ejemplo, Bachrach (1955 b) no encontró interlocutores latinoamericanos calificados cuando hizo una abierta defensa del operacionalismo y del positivismo lógico como las metodologías de la ciencia, y como las más productivas en la investigación psicológica.  Su tesis fue respaldada por extensas citas de Carnap, Einstein, Feigl, Planck, Pratt y Stevens, acerca de la realidad y lo real, la experiencia privada y pública, la verdad, el mundo sensorial y el mundo objetivo. Estos problemas flotaban en la atmósfera de la filosofía de la ciencia desde principios de siglo, y fueron objeto de reflexión y debate en el Simposio sobre Operacionalismo organizado en 1945 por iniciativa previa de Boring; un segundo Simposio sobre Operacionalismo se realizó en 1954.  Una lectura a la discusión que siguió a la exposición de Bachrach revela que los psicólogos latinoamericanos que asistieron al Primer Congreso Interamericano de Psicología no estaban muy al tanto de lo que era el operacionalismo, de sus alcances y limitaciones en una ciencia psicológica, ni del primero de los simposios mencionados. En este contexto, vale señalar que la principal significación histórica del Primer Congreso Interamericano de Psicología reside en que fue el comienzo de una fructífera interacción entre los psicólogos de Latinoamérica y de Norteamérica que habría de continuar para siempre.  Fue como Oliver Brachfeld interpretó el éxito del Congreso, al pronunciar el discurso de clausura del mismo:

Ferenc Oliver Brachfeld

Nuestro Congreso fue un éxito.  Fue un éxito porque correspondía a una necesidad.  Era ya hora de reunir en una conferencia a los psicólogos del Norte con los del Centro y del Sur; ya era imposible continuar separados, o como se dice en Norteamérica; «segregados».  Ha quedado demostrado de una vez para siempre, señoras y señores, que una tal colaboración no sólo es posible, sino que ya es una realidad (Actas, p. 693).

Y al referirse al estado de la Psicología en República Dominicana, con una mezcla de cortesía, complacencia, aspiración y aliento, Brachfeld dijo:

Creo expresar el sentir de todos nosotros al afirmar que los delegados de la República Dominicana supieron demostrar que están a punto de entrar en el gran concierto internacional de los estudios psicológicos, que son perfectamente maduros para esta tarea, y que sólo falta ya una pequeña chispa para que sus inicios fecundos se plasmen en trabajos que llamarán la atención de los psicólogos del mundo entero.  Y si con la presencia de tantos distinguidos delegados del Norte y del Sur hemos podido contribuir a que la psicología dominicana se convierta sin demora en otra hermosa rama de la psicología americana, creo que todos consideramos nuestros esfuerzos como colmados con creces (Actas, p. 692).

Tirso Mejia Ricard

Así concluyó el Primer Congreso Interamericano de Psicología.  Aparte del interés por la Psicología que ciertamente despertó en uno que otro joven dominicano, dicho Congreso no tuvo ningún efecto desencadenante inmediato del potencial entonces latente en algunos dominicanos para el estudio de la Psicología.  Es muy probable que la ausencia en el país de personal con estudios profesionales completos en Psicología impidiera aprovechar la coyuntura del Congreso para iniciar dichos estudios en la única universidad dominicana de entonces; en otros términos, el clima cultural y científico del país no estaba todavía maduro para el desarrollo de la psicología como ciencia y profesión.  Un dato revelador es que en los años que siguieron al Congreso sólo hubo en el país una manifestación escrita en el campo de la Psicología. La misma fue un trabajo titulado «Proceso Psicopatológico de los Actos Violentos», escrito por el entonces bachiller Tirso Mejía-Ricart. Dicho trabajo fue galardonado con el premio de la Facultad de Medicina, y publicado en los Anales de la Universidad de Santo Domingo en 1957. Una etapa nueva para la Psicología en República Dominicana se inició en 1967 con la creación de los primeros departamentos de Psicología en dos universidades dominicanas.  Este es el verdadero comienzo del estudio sistemático de la Psicología en República Dominicana.

Continua leyendo: Fundación de los departamentos de psicología (parte 3/6)

El autor del retrato: Enerio Rodríguez Arias es el PhD. Dustin Muñoz

Fuente: http://www.psicolatina.org/17/dominicana.html

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