Muchos asumen erróneamente que las únicas personas que cuentan con “calidad moral” para juzgar las acciones de un cristiano, es otro individuo que sea cristiano.
Esta postura es terriblemente ingenua y se descalifica a sí misma. La razón radica en que esta, parte del supuesto falso de que la ideología religiosa-cristiana es la única fuente de verdad, y el cristiano el único que podría conocerla.
La moral como construcción social, tiene como telos la protección de la integridad del grupo social. Sobre todo la integridad física. De ahí que la moral sea histórica, contextual y por tanto relativa a cada época y grupo cultural. De igual manera, los valores morales se crean con las acciones diarias de los sujetos de la comunidad. Ellos son los únicos que deciden, con su aprobación o rechazo, que está bien y que está mal. Por tal razón, el individuo está obligado a ajustarse a los valores de la comunidad.
No existe una sociedad histórica que sea culturalmente homogénea, ya que toda sociedad está formada a partir de los retazos de los muchos grupos que se enfrentaron o realizaron alianzas en el pasado. De este proceso resultan unos valores morales generales que todos están obligados a observar, sin embargo, cada grupo conserva para sí aquellos valores que consideran deseables.
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Llegado a este punto nos preguntamos si la comunidad general tiene autoridad moral para reclamar a un individuo que se auto identifica como portador de unos determinados valores particulares, el cumplimiento de sus propios valores. Si la pregunta demandara una respuesta jurídica, diríamos que no, por cuanto las normas jurídicas son impuestas y a nadie se le puede exigir lo que la ley no manda.
Sin embargo, tratándose de una cuestión moral donde el individuo elige libremente sus valores, la respuesta es positiva, por cuanto toda elección entraña un compromiso. Quien predica unos valores que en realidad no practica miente y el que miente no está bien con su conciencia, porque la mentira es un acto de mucha mala fe, que niega la total libertad del compromiso.
En las sociedades democráticas existen unos valores morales generales que conviven con los valores particulares de distintos subgrupos. Dentro de ese amplio abanico cada sujeto construye su comunidad de amigos tomando en cuenta que posean el tipo de valores que nos resultan deseables. Mientras que por otro lado tratamos de alejarnos de aquellos individuos portadores de valores que nos parecen negativos y poco deseables.
Aceptamos como amigo al otro bajo el entendido de que es una persona auténtica, que es lo que dice ser y si luego descubrimos que no practica los valores que públicamente dice poseer, nos asalta la duda de si estamos frente a un individuo confiable o un farsante.