INVESTIGACIÓN
En el devenir histórico de los estudios literarios se ha visto cómo el hombre ha tratado de acercarse al objeto artístico por medio de distintas formas de análisis. No obstante, no fue hasta la llegada del siglo XX que se marca el surgimiento de diversas propuestas teóricas y metodológicas que intentan abordar de forma científica los textos literarios. Esto implica que ha habido una preocupación por establecer unos lineamientos que lleven al crítico a estudiar científicamente las manifestaciones materiales de la literatura.
Dentro del campo epistemológico del universo literario, existen dos grandes clasificaciones características de los métodos de análisis: las metodologías trascendentes, las cuales toman en cuenta aspectos externos a la producción y las inmanentes, que, en palabras de García (1996): “(…) encaran el texto literario aislándolo de sus relaciones externas para estudiarlo como una estructura autosuficiente en sus partes y relaciones internas, atendiéndose, pues, a criterios intrínsecos” (p.68). En estas últimas pueden agruparse al formalismo ruso, la estilística y el estructuralismo, cuyas ideas y propuestas representan un gran paso para la reflexión literaria. Por esa razón, en las presentes líneas se pretende abordar de manera crítica estos métodos inmanentes.
- Formalismo ruso
Esta es quizás una de las corrientes de crítica literaria más fascinantes. Surge durante la primera mitad del siglo XX como una propuesta que persigue otorgar cientificidad a la literatura, delimitándole un objeto de estudio: la literariedad. Este aspecto, según los formalistas, es un componente característico que hace que una producción sea literaria.
García (1996) ha señalado que: “esta cualidad se encuentra en los propios textos y radica en procedimientos (rítmicos, narrativos, retóricos) que constituyen su forma” (p.69). Esto implicaría que la literariedad puede encontrarse en los elementos formales de la lengua literaria.
Es importante resaltar que esta propuesta inmanente aparece como una reacción a las metodologías de la época basadas, principalmente, en métodos psicocríticos, biográficos y estudios marxistas (Gutiérrez, 2018). Sin embargo, el formalismo ha recibido bastantes críticas porque sus detractores alegan que la literariedad es un valor añadido por determinados grupos, personas o culturas que confirman, incrementan o lo eliminan a lo largo de la historia (García, 1996). Esto posiciona al objeto de estudio de los formalistas como un elemento con un valor sujeto a cambios en el transcurso del tiempo.
Gómez (2008) y Rivas (2005) en sus textos sobre teoría y crítica literaria señalan que el formalismo ruso tuvo tres periodos o etapas. Esta última investigadora expresa que:
La primera (1996-1920) se caracteriza por el enfrentamiento entre los nuevos teóricos y los representantes de la vieja escuela, y se funda en el rechazo hacia el subjetivismo de los simbolistas al que se oponen una actitud científica y objetiva. (…) Durante la segunda etapa (1921-1926) tiene lugar su desarrollo. Ahora se entenderá al estudio conjunto de significante y significado, y algunos autores abrirán el campo de análisis hacia la historia literaria. (…) Entre 1926 y 1930 tiene lugar la etapa final del Formalismo. El análisis del texto artístico desde una perspectiva exclusivamente extrínseca había ido mostrando su debilidad, y entre ellas destacaba sobre las demás la radical separación entre el arte y la vida (Rivas, 2005, p.144)
Lo anterior revela que esta corriente de crítica ha sufrido una evolución en sus postulados teóricos. Se percibe que en un principio sus posturas eran radicales, pero, poco a poco, brindó oportunidad a otras visiones para encarar al texto literario.
Respecto a los representantes del formalismo ruso, puede destacarse las figuras de: Román Jackobson, Viktor Sklovskij, Juri Tinianov, Boris Tomashevsky, Boris Euchebaum, Vladimir Propp. Estos realizaron aportes significativos a la conformación de este método inmanente. No obstante, las propuestas de Sklovskij y Tinianov, como señaló Gutiérrez (2018), son quienes presentan las ideas más descollantes. El primero de estos teóricos aporta las ideas de automatización y extrañamiento, mientras que el segundo, la sustitución de sistemas.
Sklovskij, en su texto El arte como artificio (1917) comunica al lector sobre la automatización de la siguiente manera:
La finalidad del arte es dar una sensación del objeto como visión y no como reconocimiento; los procedimientos del arte son el de la singularización de los objetos, y el que consiste en oscurecer la forma, en aumentar la dificultad y la duración de la percepción (Sklovskij, 1917, p.60).
Este formalista propone que las producciones literarias deben impedir el acceso fácil a su contenido semántico y para lograrlo, el escritor debe crear una sintaxis literaria que contribuya a ello. Dicho de otra manera: la automatización la provoca el artista, quien organiza los significantes de su texto de tal manera que dificulta el acceso al contenido.
En ese mismo orden, el referido teórico propone al extrañamiento como una especie de ruptura que se provoca en la interacción con el texto literario, dando a entender al lector o al crítico que se encuentra con un fenómeno o un acontecimiento por primera vez. Este efecto, como señala Gómez (2007), “(…) introduce una serie de rupturas, de deformaciones que provocan sorpresa y «extrañamiento» en el receptor, ofreciéndole perspectivas insólitas de esos objetos o de esas relaciones que el producto artístico creado le muestra (p.42)”.
Todo lo anterior implica, entonces, que un análisis formalista de las producciones literarias debe dar cuenta de los aspectos que permitan accesar a la literariedad. Gutiérrez (2018) ha indicado que cuando se aplica el método formal no debe olvidarse que se busca la distinción entre el mensaje literario de un mensaje cotidiano. Y esto puede realizarse tomando como referencia que los significantes son los generadores de significados del contenido literario. En la propuesta formalista importa lo que se crea a través de las palabras, no lo que estas dicen.
Por otro lado, Tinianov, con la sustitución de sistemas, brinda una propuesta diferente porque da lugar a que, en la última etapa del Formalismo ruso se valoren otros aspectos. Este teórico concibe como un sistema a todas las partes y al todo de un texto; a la obra literaria, como ritmo; a la serie literaria como la producción en relación con las corrientes literarias y las épocas; y la evolución literaria como un proceso dinámico cambiante (Gutiérrez, 2018). Esto revela que no fue hasta las ideas de este autor que comienzan a tomar en cuenta elementos distintos a los que se concebían en un principio.
- Postura crítica y propuesta al método formalista
El pasado domingo 21 del año 2021, en conmemoración al Primer Centenio del Manifiesto Postumista y del Día Mundial de la Poesía, los maestrantes en Literatura de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, Recinto San Francisco de Macorís tuvieron la oportunidad de realizar un debate sobre las metodologías inmanentes para el estudio de los textos literarios. En este, el redactor de este ensayo tuvo la oportunidad de presentar su postura y una propuesta sobre el método formalista.
Partiendo de la idea de que ha habido muchos teóricos que han realizado propuestas que instauran al texto literario como una entidad autónoma (Potebnja, Veselovskij) , esto es, como un producto que existe independientemente del autor, se presentó la tesis de que: “El método formal también necesita valerse de elementos externos al texto literario para analizar su forma, ya que las producciones literarias no son del todo autónomas.” (Guzmán, 2021). Para poder defenderla, se realizaron los siguientes planteamientos:
- Al entrar en contacto con la producción literaria, el crítico o lector debe descifrar una sintaxis literaria que le permitirá acceder a un contenido semántico y cuando lleva a cabo ese proceso de decodificación, entran en contacto las experiencias de este.
- Aspectos externos como el contexto o las corrientes estilísticas de una época pueden enriquecer las valoraciones que se hagan sobre los aspectos inmanentes de la obra. (Guzmán, 2021).
Para defender el primero, se partió de Todorov, quien en la introducción de su libro Teorías literarias de los formalistas rusos (1980) realiza ciertos comentarios que el estudioso realiza al formalismo y a las ideas de Shlovskij:
Actualmente nos parece que las ideas alrededor de las cuales se ha construido la doctrina del formalismo se encuentran al margen del sistema, Se trata de las ideas sobre el automatismo de la percepción y el papel renovador del arte. El hábito nos impide ver, sentir los objetos; es necesario deformarlos para que nuestra mirada se detenga en ellos: esa es la finalidad de las convenciones artísticas (Todorov, 1980, p.12)
A partir de esa idea se resaltó que, si las producciones literarias ameritan una deformación o un desentrañamiento, implica que requieren de una figura externa como el crítico o el lector. También se indicó que cuando se está en contacto con la obra, con esa entidad, juegan un papel importante las experiencias del analista ya que se encuentra con ideas y pensamientos configurados. Además, la autosuficiencia es cuestionada porque el mismo texto literario demanda de comprensión o contemplación por un elemento externo. De igual manera, el creador no tuviera interés en modificar su sistema lingüístico para crear una sintaxis que evoque imágenes que necesiten ser descifradas por el lector o el crítico.
En ese mismo orden, también se refiere a Shlovskij porque de forma indirecta al plantear la desautomatización y el extrañamiento le otorga un papel a la percepción del lector o del crítico.
Por otra parte, para defender el segundo planteamiento se remite al texto La evolución literaria (1927) de Tinianov, del cual resalta las siguientes ideas:
“La tendencia a estudiar los objetos particulares y las leyes de su construcción sin tomar en cuenta el aspecto histórico (abolición de la historia literaria) es una secuela del conflicto precedente (p.89)”.
“Llamo función constructiva de un elemento de la obra literaria (en tanto que sistema) a su posibilidad de entrar en correlación con los otros elementos del mismo sistema, y, en consecuencia, con el sistema entero”.
Los fragmentos anteriores se utilizaron para dar a entender cómo es necesario el hecho de analizar las producciones literarias tomando en cuenta la relación que estas establecen con la sociedad, con las corrientes de crítica y con otras obras que realizan planteamientos parecidos.
En esa misma tesitura, se resaltaron las figuras de Carreter y Calderón (1971), quienes en su libro Cómo se comenta un texto literario sugieren una fase referida a la localización. En esta se debe tomar en cuenta la ubicación de la producción literaria dentro de las obras del autor, su género, corriente literaria, etc.
Concluye su intervención motivando a tomar en cuenta las experiencias del intérprete y aspectos externos al texto que contribuyan a su valoración, ya que enriquece la aplicabilidad del formalismo. Además, da a conocer dos razones por la que la propuesta debería de ser tomada en cuenta: La primera, que los formalistas nunca propusieron un sistema metodológico, sino que establecieron principios teóricos (Eichebaum, 1925) y la segunda, que como método inmanente, puede recibir sugerencias de cómo ser analizado (Todorov, 1978).
- Estilística
Otra de las corrientes de críticas literarias abordadas en esta unidad es la Estilística. Aunque algunos manuales de teoría literaria la tratan de forma posterior al formalismo (Gómez, 2008, por ejemplo), no puede soslayarse que, como señala García (1996), “(…) es cronológicamente la primera escuela que reacciona contra el positivismo y propugna el estudio inmanente de las obras literarias (p.68)”. Es quizás por esto que muchos prefieren abordarla primero que el resto de las inmanentes (véase a García, 1996; Garrido, 2004).
La visión de la metodología estilística parte de la idea de que la producción literaria refleja la experiencia individual de las personas (Gómez, 2008). Esto significa que va a procurar encontrar aquellos componentes que den luz a la referida experiencia.
Según, Rivas (2005), al igual que el formalismo y el New Criticism, esta tiene interés por: “el inmanentismo, la búsqueda de la literariedad y el rechazo por el historicismo (p.146). Esto da a entender que su estudio se va a enfocar en el texto mismo y en los componentes que hacen que sea literario sin tomar en cuenta aspectos que se encuentren enmarcados en el exterior de este.
Esta investigadora también agrega que La estilística se enfoca en el lenguaje literario. A este lo concibe como una desviación de la lengua cotidiana y dicho desvío produce puede ser explicado a través de particularidades psicológicas.
Esta escuela de crítica tuvo tres clases de estilística: una descriptiva, la cual estuvo arraigada a los postulados saussureanos, concibiendo al estilo como una expresión lingüística; una generativa, que se enfocó en el autor y la funcional, que, como señala Gómez (2008) “Su punto de partida es la consideración del estilo como desviación de la norma (p.84)”.
Del Castillo (2018) indica que la estilística nace con la intención de analizar la lengua más allá de su función representativa, enfocándose en aspectos apelativos y expresivos. Por eso, se le otorga un papel muy importante a lo que se expresa por medio de los mecanismos lingüísticos.
Dentro de las figuras más descollantes de esta escuela, las figuras de Michael Rifaterre, Leo Spitzer y Dámaso Alonso han sido de gran interés para el redactor de este trabajo, ya que las considera muy importantes para la conformación del método estilístico. El primero de ellos propone al archilector, una especie de encuesta que se realiza a los lectores con la intención de: “(…) descubrir la reacción que esa obra ha causado en el interior del lector, identificando el estilo como los medios para provocar esas actitudes (p.118)”.
Por otra parte, Spitzer propone que para realizar un análisis estilístico es relevante que el crítico lea de forma minuciosa la producción para proceder a analizar los aspectos superficiales que contribuyan a dar con el centro de la obra, buscando aquellos elementos que permitan determinar los componentes pertinentes del texto literario (Spitzer, 1978, citado por Rivas, 2005).
En otro tenor, Alonso señala que las obras literarias deben provocar a los lectores para que estos puedan dar con la intuición del escritor. Para que pueda producirse ese acercamiento, este teórico propone tres niveles de conocimiento del texto literario: un nivel que compete al lector, el cual le permite producir inferencias sobre la intuición luego de leer; uno al crítico, ya que dada su experiencia y sensibilidad puede abstraer las intuiciones del texto y comunicarlas de forma didáctica; y un nivel para el conocimiento científico, que necesita de una intuición profunda (Rivas, 2005).
A pesar de lo anterior es importante resaltar que cada producción literaria es distinta y, por tanto, cada una exigirá una metodología que permita dilucidar su esencia.
- Estructuralismo
El estructuralismo literario tiene una génesis vinculada al formalismo ruso. Según Gómez (2008), esto se debe a que los postulados teóricos de los formalistas fueron asimilados por los miembros del Círculo Lingüístico de Praga, gracias a la figura de Roman Jackobson. Este hizo que estos se preocuparan por “(…) vincular los estudios lingüísticos y literarios en un mismo marco (p.52)”. Por tanto, los investigadores del estructuralismo checo estudian las producciones literarias siguiendo un modelo lingüístico. Además, los planteamientos de Saussure juegan un papel significativo.
Gutiérrez (2018) expresa que para los estructuralistas el hecho literario se concibe desde el propio concepto de estructura, la cual es presentada como un sistema capaz de generar diversos significados. Por tanto, las propuestas de los representantes de esta corriente de crítica tendrán como misión dar cuenta de ella.
Dentro de las figuras importantes del estructuralismo checo hay que resaltar a Roman Jackobson, Jan Mukarovsky, Roman Ingarden y Félix Vodicka. De estos, el aporte de los dos primeros merecerá especial atención en este trabajo.
Mukarovsky juega un papel crucial en los postulados estructuralistas por establecer el concepto de estructura y la función estética. Sobre el primer aspecto, este autor indica que una estructura es una parte elemental de las producciones literarias que primero significan en sí mismas y luego en otros contextos. Esto implica que los textos artísticos primero guardan relación con sus propios componentes antes de hacerlo con otros. Además, este crítico resalta que las referidas producciones obtienen una significación una vez que son leídas.
Por su parte, referente al segundo elemento, este estructuralista propone a la función estética (poética en Jackobson) como la intención artística de la obra centrada en el propio contenido (Gutiérrez, 2018). En el decir de Gómez (2008), “(…) es una fuerza que, en constante movimiento, transforma los grados de percepción de una misma obra (p.56)”.
Desde el punto de vista metodológico, para el estudio estructural en la literatura se ha implementado el método lingüístico, el cual hace que se pueda adelantar un estudio científico de la obra literaria con independencia de la historia literaria y crítica biográfica. En esta forma de análisis se toman en cuenta aspectos como: el significante, el significado, las relaciones sintagmáticas y paradigmáticas (Moreno y Carvajal, 2009). De igual manera, hay que resaltar que “(…) al estructuralista le interesa analizar un corpus de obras literarias con la idea de encontrar leyes generales que la rigen”.
En otro tenor, es importante destacar que hubo una acentuación estructuralista en Francia llamada Narratología, la cual tuvo como propósito estudiar los componentes estructurales de los relatos literarios, centrando su interés en la historia y el discurso.
Los principales teóricos del estructuralismo francés son: Claude Levi-Strauss, Claude Bremond, Roland Barthes, Gerard Genette, Algirdas Julien Greimas, Tzvetan Todorov, entre otros. Todas las propuestas teóricas y metodológicas de cada uno han tenido repercusiones relevantes en los estudios literarios. No obstante, por cuestiones protocolares, aquí solo se mencionarán sus aportes esenciales.
El primero de estos, Levi-Strauss, introdujo los presupuestos teóricos de Vladimir Propp cosa que permitió que los franceses entraran en contacto con las ideas del formalista e intentaran asimilar conceptos como el de función; Bremond aporta el estudio de las secuencias y las funciones del ciclo narrativo; Barthes propone un análisis estructural; Greimas, el modelo actancial; Todorov, la dicotomía de historia y discurso; y Genette, las categorías del discurso del relato literario.
Con lo anterior se deja en evidencia que esta corriente estructural tiene una preocupación por construir una teoría del discurso literario.
Otro punto importante es que, al igual que el formalismo y la estilística, el estructuralismo puede abordarse desde miradas distintas, como la de la recepción. Sin embargo, estos enfoques pueden arrastrar ideas que, en vez de aportar, terminan nublando las propuestas. Es por ello por lo que se hace necesaria la reflexión crítica de cada postulado teórico-metodológico en el ámbito literario.
Como se ha podido observar, es de gran relevancia que quien esté interesado en abordar al fenómeno literario, tenga conocimientos de las bondades y debilidades de sus diferentes perspectivas. Esto le ayuda al estudioso de la literatura a identificar los alcances, los límites y la pertinencia del procedimiento metodológico.
Referencias
Carreter, F. L., & Calderón, E. C. (1971). Cómo se comenta un texto literario. Cátedra.
Del Castillo, H. (2018). El análisis del estilo literario: un acercamiento desde la recepción. Lingüística y Literatura, no. 74. https://www.redalyc.org/jatsRepo/4765/476557508003/html/index.html
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Garrido, M (2004). Nueva introducción a la teoría de la literatura (3ra edición). Madrid, España: Editorial Síntesis, S.A.
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Todorov, T. (1978). Teoría de la literatura de los formalistas rusos por Jackobson, Tinianov, Eichenbaum, Brik, Shklovski, Vinogradov, Tomashevski, Propp. Antología preparada y presentada por Tzvetan Todorov (3ra edición). México: Siglo XXI editores, s.a.
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