METACIENCIA ||
La filosofía de la ciencia, como hemos visto, es ese esfuerzo intelectual que se hace por entender la ciencia desde fuera de la ciencia y desde una perspectiva generalizadora. De ahí que sea tarea de la filosofía de la ciencia dilucidar conceptos que son elementales en la ciencia pero que ninguna ciencia específica se encarga de ellos. En su seno, pues, se debaten las delimitaciones de conceptos como hipótesis, teoría, ley científica, modelo, etc. Además, la filosofía de la ciencia se encarga de examinar a la ciencia como práctica y como saber, lo que lleva a los filósofos de la ciencia a tratar tanto problemas “internos” de la ciencia, como los métodos de inferencia (la lógica de la investigación); y problemas “fronterizos” como el denominado problema de la demarcación.
Los primeros esfuerzos enfocados específicamente en hacer una filosofía de la ciencia en torno a las ciencias modernas se hicieron en los años 20 del siglo XX, y vinieron principalmente de dos círculos “filosóficos” bastante afines: el Círculo de Viena y, el menos conocido, Círculo de Berlín. (Las comillas en la palabra filosófico se explican en breve).
Los miembros del denominado Círculo de Viena fueron los primeros en hacer un esfuerzo por separar la ciencia de cualquier otro cuerpo de ideas que se le pareciese. Eran unos científicos interesados explícitamente en legar a la humanidad una “concepción científica del mundo”. De hecho, así se llamó el texto que publicaron tras su constitución y que se conoce como su manifiesto: La concepción científica del mundo: el círculo de Viena, documento en el que declaran sus postulados principales que, de modo resumido, puede decirse que son tres: 1) sólo hay conocimiento en virtud de la experiencia, 2) el conocimiento científico es el único que realmente interesa, y 3) el conocimiento ha de obtenerse y evaluarse su validez con un único método: el del análisis lógico.
La afirmación del conocimiento científico como el único conocimiento importante, y la declaración del método del análisis lógico como su modo de proceder, le han ganado a esta corriente filosófico-científica que sea también conocida como “el positivismo lógico”.
Fueron miembros destacados de este círculo de debates y análisis de problemas en torno a la ciencia -especialmente aquellos problemas ligados al lenguaje- entre otros, Moritz Schlick -físico a quien se reconoce como fundador del Círculo-, Otto Neurath, economista; Rudolph Carnap, físico; y Olga Hahn-Neurath, matemática.
El otro grupo, el Círculo de Berlín, también conocido como Sociedad de Berlín o Grupo de Berlín, fue creado manera paralela y mantuvo cierta afinidad con el Círculo de Viena. Los representantes más destacados de este son el físico Hans Reichenbach; el matemático Richard von Mises, y los especialistas en lógica Walter Dubislav, Carl Gustav Hempel y Kurt Grelling.
Como puede verse, tanto los miembros del Círculo de Viena, como los del Círculo de Berlín eran científicos profesionales interesados en problemas que trascendían los límites de las diferentes ciencias a que se dedicaban, y de ahí el uso de las comillas al denominar aquí a estos grupos como círculos filosóficos, ya que, aunque la labor que realizaban ambos círculos era estrictamente filosófica, todos sus miembros eran básicamente científicos.
En lo que respecta a la afinidad que hemos dicho que existía entre ambos círculos, esta se daba fundamentalmente por su marcado interés de “bajar a la tierra” a la filosofía que, según entendían, había perdido contacto con el mundo real, al perderse en discusiones de carácter metafísico. En ambos grupos entendían que la metafísica carecía de importancia como conocimiento frente a la ciencia que, para ese momento (segunda década del siglo XX), había dado mejores y más concretas respuestas sobre el mundo real.
Con relación a la diferencia entre ambos círculos, a cuyos miembros se les rotula regularmente con el nombre de “empiristas lógicos”, esta puede notarse, por un lado, por los autores que les influenciaron para emprender sendas tareas desde la filosofía de la ciencia, y por otro lado, por el enfoque de sus trabajos: el Círculo de Viena había recibido una influencia directa de Gottlob Frege y Ludwig Wittgenstein y, como hemos dicho, le preocupaban los problemas relacionados con el lenguaje como medio de comunicación de los conocimientos científicos; mientras que al Círculo de Berlín le interesaba más los problemas filosóficos relativos a la práctica científica -observar a los científicos en sus trabajos, conversar con ellos y develar los principales problemas filosóficos relacionados con esta importante labor. El círculo de Berlín recibió la influencia de Bertrand Russel.
Por otro lado, mientras el Círculo de Berlín, en tanto organización tuvo una vida algo corta (de 1926 a 1933), el Círculo de Viena fue fundado en 1921 y no fue disuelto sino hasta el 1936. No obstante, la influencia en la filosofía de la ciencia de ambos círculos sigue presente incluso en nuestros días.
Posterior a estos círculos empiristas y positivistas lógicos, muchos otros filósofos mostraron preocupación por la ciencia. Entre los filósofos de la ciencia que más destacaron en ese mismo siglo están: Karl Popper -a quien mencionáramos en Pseudociencias y que enfrentó directamente al Círculo de Viena-, Thomas S. Kuhn, Mario Bunge, Imre Lakatos, Paul Feyerabend y Larry Laudan. Prácticamente todos ellos propusieron, a su modo, un criterio de demarcación que nos ayudaría a reconocer lo que es ciencia de lo que no lo es. A este concepto, el de demarcación, dedicaremos la próxima entrega.