METACIENCIA ||
Todo lo que influye de manera determinante en el individuo, de algún modo puede terminar influyendo en la sociedad, porque, a fin de cuentas, la sociedad está compuesta por los individuos. Ese sencillo razonamiento -teniendo en cuenta lo que vimos en la entrega anterior– nos aproxima a entender la posibilidad de que la filosofía influya en el desenvolvimiento de la sociedad.
Como se ha visto, se filosofa por una necesidad inmanente en el ser humano de conocer las cosas, por la curiosidad que hay en él y por la necesidad de comprender fenómenos que, a menos que se recurra a la razón, no tendrían una comprensión satisfactoria. Es así como la filosofía forma parte de la esencia de la sociedad, pero entre ambas, filosofía y sociedad, puede haber una relación menos abstracta y más fácilmente aprehensible, y de ella nos hablan algunos pensadores, como veremos a continuación.
A partir de la Edad Moderna cuando se empiezan a gestar las ciencias como las conocemos hoy, concomitantemente empezaron a configurarse las distintas sociedades en una especie de diálogo con el conocimiento científico y a tono con sus avances. Pero las ciencias modernas no nacen ni se desarrollan de espaldas a la filosofía, sino que, a decir de Thomas Kuhn, por ejemplo, la primera etapa para el desarrollo o incluso para un cambio de paradigma dentro de la propia actividad científica, es una etapa en las que escuelas filosóficas discuten entre sí los nuevos parámetros con los que se va a desarrollar el conocimiento científico en lo adelante.
Mario Bunge, en el prefacio a la primera edicion a su obra Epistemología lo dice de este modo:
La ciencia se ha convertido en el eje de la cultura contemporánea. Y, por ser el motor de la tecnología, la ciencia ha venido a controlar indirectamente lar economía de los países desarrollados. Por consiguiente, si se quiere adquirir una idea adecuada de la sociedad moderna, es menester estudiar el mecanismo de la producción científica, así como la naturaleza de sus productos.
Visto desde esa perspectiva, en el fondo de la configuración de las sociedades modernas, se encuentra la dirección que tomen las reflexiones filosóficas en torno a las ciencias que van a servirle de marco para su desarrollo. De hecho, como ya vimos también, el problema de la formulación de hipótesis, los alcances y límites de las ciencias, el método para llegar a los descubrimientos científicos, la separación de lo que puede ser llamado ciencia de lo que no (las pseudociencias), etc. son problemas propios de la filosofía y es a ella que acuden los científicos cuando se encuentran en algún “aprieto” cuyas respuestas exceden a los límites del conocimiento científico.
Además, muchos de los conceptos que enriquecen nuestro vocabulario provienen de la filosofía, de las reflexiones de filósofos que han pensado su realidad y que han tratado de darle explicación y, cuando no hallan en su acervo un vocablo que pueda describir una situación específica, se ven en la necesidad de acuñar conceptos y delimitarlos de manera que ese problema al que se está enfrentando pueda ser comunicable al resto de la humanidad. La vida académica está llena de esos ejemplos.
De ahí que la tarea que ha de cumplir la filosofía frenta a la sociedad es de naturaleza triple, a saber: a) ayudar de manera activa en la formación de ciudadanos libres y comprometidos capaces de exigir calidad democráticay dispuestos a participar en los asuntos públicos; b) descubrir y proponer las conexiones conceptuales existentes entre problemas y campos del saber diversos buscando lo común en ellos (el logos griegos; y c) contribuir con el crecimiento personal -de la forma en que cada uno lo entienda- por medio de una maduración reflexiva que lleva indefectiblemente a la complejidad mental y, con ella, a la tolerancia.
En esa línea, el filósofo alemán Max Horkheimer (1974), afirma que la función social de la filosofía es la de hacer crítica de lo establecido, hacerle frente a los sistemas que, por el tiempo y/o por la fuerza de la imposición llegan a parecer insuperables o hasta naturales:
Un ejemplo de esa potencialidad de la reflexión filosófica de intervenir en el desenvolvimiento de la vida en sociedad es el influjo que tuvieron las ideas de algunos pensadores en los acontecimientos que cambiaron la historia del mundo occidental en el siglo XVIII. Hablamos de la Revolución Francesa, misma que fue intelectualmente influenciada por las ideas de los filósofos Rousseau, Voltaire, Montesquieu, Diderot, entre otros, quienes, entre otras cosas, proclamaban la libertad del individuo de elegir a sus gobernantes, el derecho al acceso a la educación y el reconocimiento de la igualdad de los seres humanos, y de igual modo hacían un llamamiento a la rebeldía cuando los derechos que le corresponden a las sociedades les sean arrebatados por algún poder político o religioso.
Esas mismas ideas ilustradasa fueron las que inspiraron a los seres humanos que, a inicios del siglo XIX, decidieron enfrentar a los colonizadores españoles en las tierras del continente americano (Morla, 2010).
Por otro lado, las normas de conducta que sirven para propiciar una vida en comunidad sin mayores contratiempos y reconocer, de manera colectiva, qué es lo que más conviene a la sociedad, son producto de una reflexión filosófica enfocada en esos fines y que se llama ética. Pero de esta nos ocuparemos en detalle más adelante.
Podemos resumir, para concluir, que la función de la filosofía es servir de plataforma a las sociedades para su desarrollo, así como de herramienta para tomar el rumbo que se deba tomar, atendiendo a las necesidades reales de los individuos que las componen, así como para orientar la manera de conducirse los individuos en su relación con los otros (y las cosas) en el desenvolvimiento de su vida social.
De ahí que sea de vital importancia que los ciudadanos de cualquier sociedad sean educados en la filosofía, de manera que sean capaces de, cuando llegue la oportunidad, cuestionar los paradigmas que, aunque se les estén imponiendo, no vayan acorde al verdadero sentir de la comunidad, y puedan echar mano de principios morales alcanzados subjetivamente, pero de manera consciente y racional, para su desempeño como entes sociales.