La metáfora acorde a Max Black

Alejandro Villamor Iglesias

En los inicios de su artículo “Metáfora”, el matemático y filósofo azerbaiyano Max Black deja claro cuál es el objetivo de su trabajo, las preguntas que pretende responder, así como el modo de abordar esto. Según esto, el principal fin consiste en esclarecer la común visión de los filósofos acorde a la cual la metáfora es un elemento que empobrece un discurso filosófico. Debido a los prejuicios presentes en la filosofía, para la consecución de este fin se servirá cuanto pueda de los “críticos literarios” (p. 545). Para ello, mantiene el autor, sería conveniente poder responder a una serie de preguntas como: “¿cómo reconocemos un caso de metáfora? ¿existen criterios para detección? ¿se las puede traducir a expresiones literales? ¿se considera con justeza a la metáfora una decoración que cubre el “sentido recto”? ¿cuáles son las relaciones entre la metáfora y el símil? ¿es qué sentido –si es que hay alguno- es “creadora” la metáfora? ¿Adónde lleva el utilizarla?” (pp. 545-546).

Para ilustrar qué entiende por metáfora, Black propone una lista de siete ejemplos: “el presidente drenó la discusión”, “una humosa pantalla de testigos”, “una argumentadora melodía”, “voces de papel secante”, “los pobres son los negros de Europa”, “la luz no es sino la sombra de Dios”, “blancos niños que amo, confiados como pájaros, que continuáis jugando entre las lenguas en ruinas” (p. 546). La elección de los mismos no se debe al azar, sino que responde a un doble intento de ilustrar “ejemplares” de metáforas y de incluir algunas complejidades (p. 546). El primer ejemplo, “el presidente drenó el discurso”, representa a la perfección el contraste entre la palabra que no tiene un significado literal (el foco) y el resto (el marco), a diferencia de los dos últimos ejemplos, más complejos, en los cuales no está tan clara la demarcación entre el significado literal y el metafórico (p. 547). Cabe destacar, asimismo, cómo se apunta en esta primera parte del texto, que los casos de simbolismo y de alegoría, por ejemplo, se deben estudiar al margen de los de metáfora, puesto que por ejemplo en la alegoría todos los componentes de la oración tienen un significado no literal (p. 547).

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En una metáfora como “el presidente drenó la discusión” el foco será aquella parte de la oración que no tenga un significado literal, en este caso el “drenó”, mientras que el marco se corresponde con el resto de la misma (p. 547). Distinción en virtud de la cual la metáfora se estudiaría en semántica como teoría del significado (p. 548). Por su parte, las reglas de una lengua determinan qué expresiones deben ser tomadas, independientemente de su proferencia, por metáforas (p. 548). Esta proferencia, junto a su contexto, sería tenida en cuenta por las “circunstancias concretas” cuyo estudio corresponde a la pragmática (p. 549).

La primera teoría de la metáfora considerada en el presente texto por Black es el denominado “enfoque sustitutivo”. Según este, las expresiones metafóricas son simplemente sustituciones de expresiones literales cuyo significado es equivalente (p. 550). Esta fue una posición defendida en su momento por una gran cantidad de autores, como tratadistas de retórica o críticos literarios (p. 550) como, por ejemplo, Whately (p. 550). La catacresis consiste en el uso de un “vocablo” en un sentido distinto del convencional con el objetivo de “rellenar una laguna del vocabulario” (p. 551), un ejemplo lo constituye la “cabeza de un alfiler”.

La tesis general del lenguaje figurado en un enfoque general en el que se engloba el sustitutivo (p. 553). Según este, “toda figura de dicción que entrañe un cambio semántico […] consiste en cierta transformación de un significado literal” (p. 553). Es decir, el emisor de la metáfora, o también por ejemplo de la ironía, no expresa exactamente aquello que quiere expresar directamente. Dentro de esta posición general, se encuentra asimismo el “enfoque comparativo”, según el cual una metáfora es una expresión fruto de una analogía o semejanza subyacente (p. 553). Whately y Bane realizan sendas concreciones de este enfoque al sostener, el primero, que la metáfora definida de esa manera solamente se diferencia de los símiles o comparaciones simplemente por la “forma” (p. 554). En relación con esto, Bane apunta que la metáfora es una suerte de comparación, con la peculiaridad de que se “ciñe” a una palabra, o a lo sumo a “una frase” (p. 554). Black critica a la teoría comparativa de la metáfora por su “vaguedad” a la hora de determinar el modo en que se supone que se relacionan los significados metafóricos con sus equivalentes literales (pp. 554-555). Esto es, no existe ningún modo de establecer una correspondencia científica entre ambos tipos de significados, porque, en cualquier caso, no hay un “significado literal” previo a la metáfora (p. 555). Y esta imposibilidad conlleva, puesto que precisamente “necesitamos metáforas en los casos en que […] esté descartada la precisión de los enunciados científicos” (p. 555), que nos veamos obligados a aceptar que las metáforas tienen un papel propio.

Ante los problemas que ofrecen los anteriores enfoques, Black propone uno propio denominado “enfoque interactivo” y basado en las aportaciones de Richards. Según esta postura, una metáfora se produce cuando la interacción de la parte de la metáfora denominada precedentemente foco con otro término da lugar a un nuevo significado (p. 556). La dicha ampliación del significado, acorde a Black en la página 556, se produce cuando el “nuevo contexto” fuerza al foco de la oración, al término que posee un significado no literal a una extensión del significado (p. 556). Por su parte, se explica la metáfora como un filtro cuando el oyente consiga asociar el foco de la metáfora con el “sistema de tópicos que le acompañan” (p. 557). Supongamos como ejemplo la metáfora “lo entiende todo inmediatamente, menudo zorro”. El filtro de la metáfora respecto al individuo al que se está refiriendo la oración con “lo entiende todo” se produce en el momento en que, espontáneamente, el oyente es capaz de vincularlo, en este caso, con el tópico de que los zorros son animales perspicaces o inteligentes.

El propio autor propone, posteriormente a su descripción, una posible crítica que él mismo se encarga de soliviantar inmediatamente. Acorde a esta el enfoque interactivo incurriría en circularidad al necesitar postular que los tópicos que acompañan el uso de la metáfora requieren asimismo una interpretación metafórica “en el proceso de transferencia desde el asunto subsidiario al principal” (p. 559). A esto responde Black de dos maneras. Primeramente, afirma que no es necesario afirmar que durante este proceso de transferencia se produzca de la misma forma una interpretación metafórica, sino simplemente como “ampliaciones de significado” (p. 559). En segundo lugar, aunque se aceptara sin ambages la presencia de una metáfora principal y unas metáforas subsidiarias no se produciría circularidad alguna al no tener estas el mismo “peso” en el sentido de que se tienen menos “seriamente en cuenta” (pp. 559-560).

En cualquier caso, él mismo considera necesario puntualizar algo respecto de su posición. El hecho de que cada metáfora requiera de un “sistema de tópicos” necesario para su comprensión no significa que este no se pueda improvisar. Es decir, una poetisa puede perfectamente constituir un sistema de implicaciones completamente nuevo, hecho “a medida”, para la construcción de metáforas que no sean convencionales (p. 560).

Finalmente, Black presenta siete características propias del enfoque interactivo que permiten ilustrar las diferencias presentes respecto tanto del enfoque sustitutivo como del comparativo. Así, por ejemplo, acorde a la posición de Black el enunciado metafórico tiene dos “asuntos” diferenciados: el principal y el subsidiario (p. 561). Esto contrasta sobremanera con la posición sustitutiva puesto que aquel prescindiría del segundo de los asuntos. Respecto a la propuesta comparativa, una clara diferencia reside en que mientras que para la postura sustitutiva no hay ninguna razón para explicar los desplazamientos de significado como los señalados, la comparativa defiende que estos se producen como consecuencia del intercambio de significado que se produce entre la expresión literal y la metafórica. No obstante, en virtud de las diferencias que median entre los distintos usos metafóricos, Black distingue los ejemplares de sustitución, comparación e interacción (p. 562), siendo estos últimos los que interesan a la filosofía puesto que son aquellas que cuentan con una carga cognoscitiva propia. Mientras que en los dos primeros casos se podría producir una sustitución de la metáfora por una traducción literal sin ninguna pérdida cognoscitiva (p. 562), en el último caso no hay una posibilidad de reducción entre los asuntos principales y los subsidiarios de una metáfora (p. 562).

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Alejandro Villamor Iglesias es profesor de filosofía en el IES de Sar (Santiago de Compostela, España)
Graduado en Filosofía con premio extraordinario por la Universidad de Santiago de Compostela. Máster en Formación de profesorado por la Universidad de Santiago de Compostela. Máster en Lógica y Filosofía de la Ciencia por la Universidad de Salamanca.

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