A propósito de la lista de libros de ética que según el Prof. Ramón Leonardo Díaz son necesario tener en cuenta a la hora de conocer esta importante disciplina filosófica, me permito compartir con nuestros amigos del foro de Eulogio, como muchos se empeñan el llamarle, algunos apuntes realizados en ocasión de mi participación, como expositor, en las Jornadas Filosóficas de la Academia de Ciencia de la República Dominicana, dirigidas en ese entonces por el Prof. Alejandro Arvelo Polanco.
La dignidad.
Kant expresa que “en el reino de los fines todo tiene o un precio o una dignidad. Aquello que tiene precio puede ser sustituido por algo equivalente, en cambio, lo que se halla por encima de todo precio y, por tanto, no admite nada equivalente, eso tiene una dignidad.”
¿Qué cosa en nuestras vidas tiene dignidad?
Resulta casi imposible determinar de manera a priori cuales son las cosas que en nuestras vidas poseen dignidad, pues casi todos estaríamos dispuestos a cambiarlas por algunas otras. Frente a esta pregunta la mayoría de nuestros alumnos responden que su familia es algo que no cambiarían por nada, sin embargo, cuando se le presenta el dilema de tener que elegir entre salvar la vida de la madre o el padre que dependen de su decisión, muchos eligen a la madre, los demás al padre, con lo que se evidencia que era falsa su creencia de que toda la familia tenía dignidad, porque al elegir salvar a uno de ellos utilizó como medio al otro.
Pero si seguimos profundizando la línea de razonamiento nos daremos cuenta que tampoco la madre o el padre tienen dignidad porque ante la pregunta de si tuvieran que elegir entre salvar al progenitor elegido o a sus hijos la mayoría cambia de opinión y prefiere salvar a los hijos. Y si le ponemos a elegir entre dos hijos, prefieren decir que mejor los dejarían morir a ambos y morirse ellos, dicho lo cual nos damos cuenta de que la gran mayoría no tiene claro que es lo que tiene dignidad en su vida.
Llegados a este punto, nos preguntamos cuáles cosas de nuestras vidas poseen dignidad. En realidad muy pocas, porque en cada acción caemos en el riesgo de utilizar a los demás como medios, para conseguir cosas y no como un fin en sí mismo, como recomienda el Maestro Emmanuel Kant, cuando expresa que debemos obrar de manera tal que usemos a la humanidad completa como un fin en sí mismo, jamás como un medio.
Las inclinaciones
“Lo que se refiere a las inclinaciones y necesidades del hombre tiene un precio comercial, lo que, sin suponer una necesidad, se conforma a cierto gusto, es decir, a una satisfacción producida por el simple juego, sin fin alguno, de nuestras facultades, tiene un precio de afecto; pero aquello que constituye la condición para que algo sea fin en sí mismo, eso no tiene meramente valor relativo o precio, sino un valor interno, esto es, dignidad.”
Kant distingue las acciones que están hechas por deber de las que están hechas por inclinación. Las primeras son las únicas que poseen valor moral.
¿Cuáles cosas están hechas por deber?
Aquellas que son movidas por una buena voluntad en sí misma. Es decir aquellas que no buscan obtener ningún otro fin que cumplir con el mandato de la razón.
La buena voluntad en sí misma
Un ejemplo clásico que utiliza Kant para evidenciar lo que entiende por buena voluntad es el caso del enfermo cuya vida le resulta imposible de llevar, debido a los dolores y sufrimientos que padeces y sin embargo opta por no suicidarse por entender que no puede usar a su propia persona como medio sino como un fin en sí mismo, pero además, como él es en el reino de los fines, un legislador, entiende que con su suicidio le estaría mandando un mensaje a sus hijos, amigos y familiares de que es buena y preferible esta acción.
Aclara Kant que además de la buena voluntad en sí misma, también existe la buena voluntad como medio.
La buena voluntad como medio
El comerciante que vende a precio justo para todos, niños, extranjeros o enajenados mentales no lo hace por una buena voluntad en sí mismo sino como una buena voluntad como medio. Es decir, que vende a pecio bajo con la intención de robarle los clientes a los demás comerciantes, porque si él fuera el único comerciante de la plaza poseedor de una mercancía que todos desean comprar elevaría los precios hasta alturas inimaginables.
“La moralidad es la condición bajo la cual un ser racional puede ser fin en sí mismo; porque sólo por ella es posible ser miembro legislador en el reino de los fines. Así, pues, la moralidad y la humanidad, en cuanto que ésta es capaz de moralidad, es lo único que posee dignidad.”
De estas afirmaciones resulta algo paradójico porque casi todas las cosas que hacen los padres por los hijos no poseen ningún valor moral por estar motivadas en la inclinación. Por ejemplo, la madre que se trasnocha días tras día cuidando al hijo enfermo, lo hace porque lo quiere, le agrada, le produce satisfacción y placer hacerlo o porque la entiende que es su obligación, porque la sociedad y su familia la juzgaría como una mala madre, o porque todo el mundo hace lo mismo o piensa que obtendrá alguna recompensa futura, ya sea material o espiritual, en la tierra o en el cielo. Como se puede observar ninguna de estas acciones son realizadas por deber sino por inclinación.
Recuerden la expresión de Jesús en Luc 6:32 “Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tendréis?, pues también los pecadores aman a quienes les aman.” La base de la moral cristiana y kantiana es la misma, la diferencia fundamental está dada en el hecho de que la cristiana está basada en sentimientos y la kantiana es puramente racional. Me explico. El cristiano podría obrar de la manera indicada por la Biblia porque esta lo manda y el obedece dichos preceptos, no significa que realmente haya interiorizado dichos valores. En el caso de la moral kantiana el individuo actúa de esta forma porque un mandato de su propia razón se lo ordena.
Podemos concluir que de la única manera en que una madre realiza una acción a favor de su hijo a la que podamos atribuirle algún valor moral es cuando ella no está obligada a dicha acción y sin embargo, la ejecuta.
Recuerdo el caso de una madre que tenía preso a uno de sus hijos porque mató y violó a una mujer loca, de su culpabilidad no existía ningún género de duda posible y sin embargo, ella y su esposo que era un fanático religioso todas las semanas lo visitaban y le levaban una pequeña compra con alimentos hasta que salió de la cárcel.
Quizás en este caso se podría decir que esta madre y este padre realizaron estas acciones por deber y no por inclinación. Pensando que a pesar de la culpabilidad del hijo este merecía ser tratado como humano aunque ellos no estuvieran obligados moralmente.
Naturalmente un neurocientífico te diría que en esa acción no existe nada parecido al deber, que simplemente todos nosotros estamos inclinados a querer proteger a los nuestros y dejar que los demás resuelvan sus problemas como puedan.
Pero Kant parece que ya sabía esto y por eso recomienda a no fundar la moral en ejemplo que haya ocurrido, porque todos resultan sospechosos, sólo el mandato de la razón se puede universalizar.