Mi preocupación por el problema viene a propósito de una pregunta que me formuló una joven de 17 años, estudiante de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, en el Centro Universitario Regional del Este (CURE) de Higüey. Recuerdo que analizábamos las condiciones necesarias para que una acción tenga contenido moral, ella se puso de pies y contó frente a sus compañeros de aula ue se soñaba muy frecuentemente teniendo sexo con su padre, situación que le resultaba sumamente incomoda porque conscientemente nunca lo había pensado y nunca le sería un acto deseable, pero aún así el sueño le hacia sentir culpable e inmoral.
En aquella ocasión le respondí que para juzgar moralmente una acción deben darse al menos dos condiciones:
a) que el sujeto que realiza la acción tenga conciencia de lo que hace y,
b) que el sujeto que realiza la acción debe tener libertad para elegir.
Después de decir esto el buen amigo Braulio Marmolejo, pastor evangélico que estaba allí como alumno de la asignatura de Introducción a la Filosofía me preguntó lo siguiente. “…Profesor, ¿partiendo del hecho de que la moral es un producto social y que sólo se juzgan las acciones de los individuos en la comunidad y que además solo son inmorales las acciones que dañan a alguien, podría considerarse inmoral el pensamiento de un sujeto que ni siquiera llega a convertirse en acción?”
Le solicité al pastor que contextualizara la pregunta dando un ejemplo, y el nos narró los detalles de una especie de confesión que le hizo un señor de 52 años, miembro respetable de su comunidad religiosa. “…sé del caso de un hombre de mi iglesia que sin proponérselo, un día en la mañana antes de irse al trabajo cuando se dirigía al baño, vio desnuda a una de sus hijas adolescentes mientras se cambiaba la ropa en su habitación. Dice el señor que por más que luchó para evitar recordar la imagen de su hija adolescente desnuda,mientras se bañaba aparecieron las evidentes señales de que su hijita le había provocado una erección. Esta realidad le atormentó tanto que casi no pudo terminar de bañarse, salió del baño y se marchó a toda prisa hacia el trabajo, con un enorme sentimiento culpa por haber realizado el acto más sucio y deleznable que un ser humano pudiera cometer.”
Le preguntamos que si todo había terminado allí y nos respondió. “Claro que no profesor, estas imágenes y este deseo impuro por su hija atormentó al pobre hombre todo el camino hacia su trabajo y según sus propias palabras pasó todo el día luchando por alejar este pensamiento de su mente, pero aquella imagen de su hija desnuda y la erección que había tenido en el baño eran recurrente.
Pero lo que realmente le atormentó a este señor fue el hecho de que en la medida en que pasó el tiempo en su lucha contra este pensamiento, ocurrió todo lo contrario a su interés moral y racional, pues por más que censuró y trató de olvidar la situación ya al final del día la idea de tener sexo con su propia hija no le resultaba desagradable, y en algunos momentos se sorprendió con una nueva erección disfrutando el pensamiento de la imagen de su hija desnuda.”
¿Es inmoral este señor por tener este tipo de pensamientos, aunque nunca ponga en marcha ninguna acción, como hasta ahora, dirigida a materializarlos?