Los procesos electorales haitiano y dominicano: símiles y paradojas

Imagen de Jose Vasquez RomeroEl próximo domingo 9 del presente mes de octubre concurrirán a las urnas más de cuatro millones de haitianos/as, luego de las frustradas elecciones del pasado 25 de octubre del año 2015, a causa de un fraude que obligó a las autoridades electorales a declarar inválido aquél proceso.

Es por hechos como éste que, cuando en la República Dominicana se hace referencia a Haití, en términos electorales, se tienen ideas preconcebidas acerca de procesos caracterizados por el desorden, las trampas y todo tipo de procedimientos fraudulentos. Quienes así piensan no se equivocan, dado el historial de inestabilidad, expresado en una crisis institucional permanente, provocada por el autoritario que ha debido soportar ese heroico pueblo, víctima de las maniobras de una oligarquía política, que ha actuado a la sombra de la impunidad con el padrinazgo de USA, como forma de mantenerlo sometido.

El proceso electoral organizado el 25 de octubre del pasado año 2015, no es una excepción; como todos los anteriores desde la caída de la dinastía de los Duvalier, el mismo estuvo signado por tantas irregularidades, que fue menester llevar a cabo un proceso de revisión y escrutinio, que culminó con su anulación. Ante la denuncia de fraude encabezada por Jude Celestin, el segundo más votado, y quien fue secundado por la mayoría de las organizaciones de la sociedad civil en sus reclamos.

Ante la denuncia de irregularidades, la iniciativa revisora fue tomada por Jocelerme Privet, actual presidente provisional de Haití, quien a la sazón era presidente del Parlamento de ese país; y que en el orden sucesoral según la Constitución, le correspondía sustituir al saliente presidente Michel Martely, hecho que se produjo el 14 de febrero del presente año, luego de un vacío político que se prolongó durante una semana. Desde entonces el presidente provisorio se ha mantenido mientras la sociedad aguarda la elección de un nuevo mandatario en los comicios previstos para el próximo domingo día 9 del presente mes de octubre.

En las elecciones del domingo venidero hay inscritos un total de 27 candidatos a la presidencia de la República. Este número representa un logro, en términos de la reducción del número de aspirantes, si se le compara con el doble de 54 que participaron en el certamen del pasado año 2015. Dicha reducción se logró sobre la base de gestiones encaminadas por los árbitros, orientadas a garantizar un proceso mínimamente manejable, dentro de las precariedades y escasas garantías democráticas, que describen el panorama político del empobrecido país vecino.

En el proceso de arbitraje se destaca la figura de Pierre François Benoit, presidente del Consejo Electoral Provisional (CEP), quien fue Embajador de Haití en los Estados Unidos de Norteamérica, y que por consiguiente goza de la prestancia requerida para encabezar el proceso de verificación de las irregularidades encontradas en el escrutinio de las votaciones del pasado año. Hay que resaltar la pericia con que los técnicos responsables de la revisión actuaron. De modo que se procedió a analizar una muestra del 25 por ciento de los votos emitidos durante 13,000 minutos de grabación, mediante el método aleatorio. Una de las técnicas aplicadas para detectar el fraude consistió, en analizar las huellas digitales en las boletas emitidas. Allí estaban las pruebas requeridas para anular las cuestionadas elecciones.

Ahora bien, en dicho proceso, el candidato apoyado por Martely y el oficialismo fue Jovenel Moise, del partido “Tet Kale (PHTK)”, a quien se le computó un 32.76 por ciento del total de votos emitidos, frente a un 25.29 por ciento computados a favor del candidato opositor Jude Celestin, postulado por la “Liga Alternativa por el Progreso y la Emancipación Haitiana (LAPEH)”, quien obtuvo el segundo lugar. El restante 41.95 por ciento de los votos fue obtenido por los demás 52 candidatos, en un verdadero festín de aspiraciones.

Es preciso recordar que Michel Martely firmó un pacto con el parlamento, con la finalidad de superar el impase, no obstante el mismo no prosperó, entre otras razones por las protestas y manifestaciones callejeras que caracterizaron el periodo postelectoral, además de la resistencia opuesta por Celestin.

Entonces, los dos principales candidatos que competirán el próximo domingo son Jovenel Moise y Jude Celestin. Si es necesario, la segunda vuelta está prevista a celebrarse el 8 de enero del año 2017. El único escollo a superar es la evidenciada falta de transparencia del pasado torneo, pues aunque es un sistema de doble vuelta,

Imagen obtenida de internet para fines pedagógicos

SIMILES ENTRE LOS PROCESOS HAITIANO Y DOMINICANO.

Las semejanzas entre los eventos electorales de ambos países son evidentes: fraudes, impugnaciones, protestas callejeras.

Ahora bien, el panorama descrito en las frustradas elecciones de Haití, hace un año, y que por ello los/as electores/as tendrán que concurrir de nuevo a las urnas es la expresión de una cultura política tan vieja como la proclamación de su independencia. De forma que, la visión despótica y autoritaria del ejercicio del poder es, en aquél país, una rémora del siglo XIX, al igual que en la República Dominicana.

Tal tendencia se ha manifestado en todos los procesos electorales, en ambos países, y las experiencias recientes de los certámenes de allá y de aquí, no dejan dudas sobre el enorme parecido en el comportamiento corrupto de los jueces que administran nuestras democracias.

En la patria de Duarte como en la de Dessalines, el monitoreo estadounidense constituye una condicionante de orígenes tan antiguos, como nuestras independencias. Es decir dichas semejanzas no son casuales, sino estructurales e históricas, y regularmente han estado afectadas por los mismos perturbadores endógenos y exógenos.

imagen obtenida de internet con fines pedagógicos

PARADOJAS.

Resulta paradójico, que a pesar de estar afectado por vicios inherentes a su sistema democrático idénticos a los nuestros, Haití haya probado poseer instituciones con la fortaleza suficiente para, por lo menos intentar superar la crisis de gobernabilidad que amenaza la frágil estabilidad de ese país caribeño. Eso es lo que muestra el hecho de que, habiéndose denunciado, luego investigado y probado serias irregularidades en el proceso haitiano, las elecciones presidenciales del pasado 25 de octubre del año 2015 fuesen anuladas por lo que habrán, como se dijo, nuevas elecciones el próximo domingo, un año después de aquella “farsa electoral”.

De ninguna manera estoy insinuando que Haití sea un referente a imitar, claro que no; aquél es un “Estado fallido”, y ésta condición describe el colapso casi total de sus instituciones y la inviabilidad de su democracia. Lo que también refleja, penosamente, el fracaso de una hermosa epopeya emancipadora que mereció ser preservada por sus gobernantes.

Lo curioso es que, en la presumida y costosa “democracia” dominicana acontezcan fraudes electorales aún más descomunales que en Haití, y no haya consecuencias. El recién concluido proceso electoral, en el que se denunciaron y mostraron todas las irregularidades, muchas de ellas sin precedentes, así lo evidencian. Esto responde a una estructura de poder centralizado en el que la figura presidencial no tiene nada que envidiar a la realeza, que encarnó durante la Revolución Francesa el todopoderoso monarca Luis XVI;  aunque al final, al igual que María Antonieta, su excéntrica y engreída esposa, pagó con la cabeza en la guillotina.

Entonces a pesar de suponerse lo contrario, la superioridad institucional de Haití en el ámbito electoral, sobre la República Dominicana representa una de esas paradojas que solo el carácter innegable de los hechos tangibles, permiten creer. Es decir en Haití, donde funciona un régimen semi-presidencial, en el que a diferencia del sistema presidencialista dominicano, hay un primer Ministro, se ofrecen mayores garantías constitucionales. El mismo representa el equilibrio de poderes, en contraste con el modelo dominicano en el cual la figura presidencial es todopoderosa, a pesar de la existencia de un Congreso inorgánico que funciona como un sello gomígrafo al servicio del primer mandatario. Por eso Roberto Rosario y los jueces de las Altas Cortes electorales hicieron mutis ante las pruebas de fraude presentadas en los tres niveles de elección: presidencial, municipal y congresual.

Finalmente, deseamos que en los comicios del próximo domingo, al sufrido pueblo haitiano le sea respetada su decisión, pues dado la ineludible insularidad que nos une, así como la similitud de nuestros orígenes étnico-raciales, tenemos un destino común, no obstante las diferencias culturales, que responden a un mero accidente histórico. De manera que en materia de progreso democrático, lo bueno para el vecino país también puede serlo para nosotros, independientemente de formaciones económico-sociales totalmente distintas.

Santo Domingo Este, octubre 4, 2016.


José L. Vásquez Romero, es egresado de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), donde obtuvo el título de Licenciado en antropología. También realizó estudios multidisciplinarios de maestría sobre El Caribe, bajo los auspicios del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y El Caribe y la UASD, titulándose de “Maestro en Estudios de las Antillas Mayores”. Además recibió el Diploma de Estudios Avanzados (DEA) en el contexto del programa doctoral sobre Historia de América, auspiciado por la Universidad de Sevilla.
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