Mendigo o sicario- ¿Qué vida posee mayor dignidad?

El siguiente texto corresponde a la respuesta que intenté construir para Mauritania, una estudiante de medicina muy inquieta que después de ofrecerme su respuesta sobre la pregunta, ¿si tienes que elegir entre ser un indigente que vive de la basura o ser un sicario, que mata personas por encargo?, quiso saber mi respuesta sobre esa misma pregunta.  

Mauri, como le decía ayer, la vida de un indigente es muy difícil y para nada me resultaría deseable. De ahí surge el primer inconveniente para que elija ese tipo de vida, para evitar convertirme en sicario, que es la otra opción que se nos ha presentado en esta pregunta dilemática y antinómica. Es un asunto de dignidad y la dignidad consiste en poder mantener los valores que para cada sujeto resulta innegociables.

 No podemos negar que somos en esencia una construcción social, que somos lo que somos producto del conjunto de valores que recibimos de la sociedad que nos forma y de nuestra propia subjetividad. En consecuencia, si perdemos la conexión con esos valores dejamos de ser lo que somos y desaparecemos como sujetos. Con el indigente ocurre exactamente eso, el individuo va perdiendo todas sus conexiones con la sociedad, deja de ser un proyecto, porque el mañana desaparece de su horizonte y solo queda un presente eterno donde el único imperativo es la satisfacción de las necesidades primarias y dentro de todas ellas, la necesidad que grita más alto, el hambre. El organismo del indigente le pide a grito, suplir la cantidad de kilocalorías diarias que necesita para mantener su precario funcionamiento.

Las posibilidades de que un indigente supere su situación por medios propios se reducen a casi cero, en primer lugar, porque la indigencia conduce a la pérdida progresiva de las habilidades y destrezas aprendidas, así como la capacidad de autogestión, es decir, la capacidad de organizar su medio a partir de los recursos disponibles y emprender nuevos proyectos. De alguna manera, el hambre prolongada y las vejaciones los embrutece, el indigente absoluto se vuelva incapaz de ver el mañana, sólo el presente inmediato es importante. Un ejemplo evidente de esta realidad se aprecia cuando reciben cantidades de comidas que bien administradas podría alimentarlo por varios días, pero,  por lo general, es devorada hasta el hartazgo y el sobrante es desperdiciado como si el hambre por fin desapareció para siempre de la faz de la tierra. Ver escena de la película Viridiana del director español, Luis Buñuel que ilustra la situación.

Lo mismo ocurre cuando el indigente recibe ropa limpia, las utiliza indistintamente para todas sus actividades, hasta llevarla a la misma condición de aquella que votó por sucia e inservible. Quienes caen en estado de indigencia, pobreza extrema o mendicidad, van perdiendo toda subjetividad, se puede observar como desaparece la vergüenza, el concepto del bien y del mal, lo bello y lo feo. Dicho esto, nos damos cuenta de que finalmente la serpiente se muerde la cola, pues si el indigente pierde todos estos valores, su humanidad también se ha perdido y lo único que faltaría para llegar a matar personas para sobrevivir es la ocasión y los medios.

Hoy, el concepto sicario tiene gran notoriedad, gracias a los individuos cuya actividad económica principal es matar personas a cambio de una cantidad indeterminada de dinero. El sicario, por lo general, no tiene una relación de amor o de odio en contra de las personas que asesina. El origen del concepto proviene de una secta judía, llamada sicarios o zelotes, que durante la ocupación romana de los territorios de la Palestina escondían una daga curva y pequeña en su ropa, para atacar a los romanos invasores o a los judíos colaboracionistas en plena asamblea.

Mauri, a mí, al igual que a usted me resulta difícil imaginarme llevando la vida de un sicario y la muestra más evidente es el tipo de carrera que elegí, que amo y que disfruto, pero si tengo que elegir fatalmente una de las dos opciones que propone la pregunta, le aseguro que tampoco elegiría la indigencia. Pienso que conservaría mayores niveles de dignidad en la rebeldía que expresa elegir el sicariato contra una sociedad que me ha empujado hasta dos opciones tan azarosas.

Recuerde que decía al principio que somos una construcción social. No existe el mal ni el bien en sí mismos. Socialmente se nos ha dicho que ser soldado, luchar, matar y morir defendiendo la patria amada nos dignifica de tal manera que si nuestras hazañas en combate se destacan por el nivel de ferocidad mostrado contra el enemigo, seremos recordados por las siguientes generaciones. Cuál sería la diferencia entre un sicario y un gran patriota si ambos matan personas. Dónde está la diferencia entre el atracador que mata para robar y el policía que lo persigue, lo acorrala y lo mata. Se diría que la diferencia es evidente porque uno mata por un propósito personal indigno, ilegítimo e ilegal y los otros lo hacen por nobles propósitos impersonales, legítimos, al defender los intereses de la sociedad y legales al estar autorizado por ley a desempeñar esa función.

Sin embargo, este discurso sigue siendo hueco, porque utiliza un doble rasero para juzgar las mismas acciones. Esto nos obliga a concluir similar a Nietzsche cuando afirma que no hay hechos morales, solo hechos a los que les atribuimos contenido moral. Algo parecido afirmó el sociólogo francés Émile Durkheim cuando dice que no lo condenamos porque es un crimen, es un crimen porque lo condenamos.


Nota biográfica 

 Eulogio Silverio: es egresado de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). donde obtuvo el titulo de Licenciado en Filosofía. Realizo una Maestría en Metodología de la Investigación Científica (UASD), y un Máster en Filosofía en un Mundo Global ( Universidad del País Vasco). Ademas es egresado de la Escuela Nacional de Bellas Artes donde también realizó una especialidad en Pintura (1996).  Es profesor de las siguientes asignaturas: Introducción a la Filosofía, Ética General, Metodología de la Investigación Científica, Publicaciones: «El problema de la elección moral» y decenas de artículos en revistas impresas y revistas digitales.
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