Cuando el gobierno del presidente Leonel Fernández comenzó con las grandes inversiones en la infraestructura y alta tecnología que realizó a lo largo de su mandato en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) siempre pensé que con esas inversiones nos estaban enviando el mensaje siguiente: “Estoy colocando a la UASD en capacidad de competir con cualquier universidad nacional o latinoamericana en cuanto a la calidad de los servicios que ofrece a sus estudiantes, depende de ustedes realizar los cambios que faltan”
Mi razonamiento extraía su fundamento a partir de la corriente de pensamiento político neoliberal que dominaba en ese momento, cuyos postulados básicos pretendían eliminar al Estado como órgano regulador de las actividades del mercado, la libre competencia de los distintos actores en el mercado, la eliminación de todo paternalismo y de cualquier forma de proteccionismo en las actividades donde el sector privado tuviera interés de participar. Siendo la educación superior una de esas actividades donde el sector privado realiza grandes inversiones, hoy todo parece esclarecerse, las grandes inversiones de Leonel en la UASD, era su manera de protegernos. Es decir, de dotarnos de las infraestructuras físicas y tecnológicas que necesitaríamos para que, a lo interno, realizáramos los cambios y las adecuaciones necesarias para estar en capacidad de competir con alguna posibilidad de éxito.
Sin embargo, no comprendimos nada. Seguimos actuando como el muchacho malcriado que cree que el mundo le debe algo y como si la UASD fuera nuestro feudo particular eterno e inagotable, nuestra herencia patrimonial particular que estará ahí con su presupuesto y todo In sæcula sæculorum. En vez de captar la clara señal que se nos enviaba desde el Estado preferimos dedicarnos a lo nuestro, al maldito activismo político que impide que la gestión de turno realice los cambios prometidos, porque inmediatamente una gestión se inaugura en el poder, los propios grupos aliados comienzan a canibalizarlo todo, articulando y alimentando sus proyectos para los próximos cuatro años, mientras que las universidades privadas avanzan en la mejora de la calidad de sus servicios y adaptan sus ofertas académicas de acuerdo a los perfiles que demanda el competitivo y cambiante mercado laboral.
La realidad que tenemos hoy se veía venir. Las grandes inversiones realizadas en la UASD para que pudiéramos competir en calidad de servicios implicaba lo que está pasando hoy, que el Estado dominicano, a través del Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, ofrece becas a los estudiantes con los mejores índices de rendimiento académico para estudiar en la universidad nacional de su elección.
¿Qué podemos hacer frente a esta realidad?, ¿obligar al Estado para que descontinúe esos financiamientos o realizar los cambios necesarios para brindar una oferta educativa que supere en todo, las que ofertan otras universidades, dado que aún tenemos los más cualificados recursos humanos con que cuenta el país?
¿Llorar, soñar, esperar mientras atesoramos la ilusión de que la realidad cambie y se adapte a nosotros? Pensar y actuar de ese modo son actitudes supersticiosas que nos guiarán a práctica supersticiosas.
No podemos seguir repitiendo las estupideces que se escuchan en ciertos círculos, de que todo lo que la UASD ha conseguido se lo debe a las protestas que ha realizado y que todavía realiza.
Es tiempo de convertirnos en una institución realista, objetiva, visionaria, sin abandonar nuestra Misión de formar, con ponderables dosis de pragmatismo y criticidad, profesionales, investigadores y técnicos en las ciencias, las humanidades y las artes.