METACIENCIA ||
La palabra epistemología procede del griego “episteme”, que significa conocimiento verdadero, un tipo de conocimiento que los griegos en la Antigüedad (los padres de la filosofía occidental) diferenciaban de la “doxa”, que era como designaban a la simple opinión.
La palabra epistemología hace referencia, al menos en el sentido más actual, a la reflexión filosófica que se hace en torno al saber científico. Cuando se critican los fundamentos de las ciencias en general o de una ciencia específica, cuando se intenta establecer el método para la ciencia (general o específica), cuando se cuestiona o defiende la forma social o el estatus sociocultural de una o todas las ciencias, se está haciendo epistemología.
Históricamente ha habido posiciones importantes dentro de la reflexión epistemológica que, de alguna manera, han influido directamente en el quehacer científico. Pueden mencionarse, a modo de ejemplo, las reflexiones hechas por los defensores del realismo epistemológico, por un lado, y las de los que defienden el relativismo epistemológico por otro.
Los primeros (los realistas epistemológicos), defienden que la realidad existe independientemente del sujeto que la estudia y, como tal, puede estudiarse y ofrecer información totalmente nueva, no condicionada por el científico, sino que reside en el objeto estudiado. El conocimiento del mundo es, para los realistas epistemológicos, progresivo, perfectible y parcial, pero objetivo, incluso en aquellos aspectos que no son observables.
Entre los filósofos que históricamente han defendido un realismo epistemológico, el filósofo argentino Mario Bunge -también realista-nombra a Aristóteles, Tomás de Aquino, Galileo, Smith, Ampére, Darwin, Boltzmann, Cajal, Durkheim, Einstein, Popper, Merton y otros tantos, pues todos ellos exploraron alguna faceta de la realidad y contrastaron sus hipótesis con los hechos.
Los relativistas epistemológicos, por su lado, han defendido la tesis de que, la ciencia, en tanto actividad social, está condicionada ineludiblemente por factores sociales que influyen de manera directa o indirecta en el conocimiento que de esta se desprende.
Para el relativismo epistemológico la investigación científica es una empresa social, y no una obra de cerebros individuales. Entienden que la ciencia construye colectivamente los hechos en lugar de estudiarlos, y por ello no se propone alcanzar conocimientos objetivos acerca de la realidad y sus resultados no son universales, sino que valen localmente porque dependen del interés material y del consenso. Consecuentemente, las teorías rivales son mutuamente “inconmensurables” (incomparables), en tanto se proponen finalidades distintas, usan métodos distintos y construyen sus propias verdades.
Entre los exponentes más destacados de esta posición respecto a la ciencia se encuentran Thomas Kuhn, Paul Feyerabend, Michel Foucault, B. Bames, D. Bloor, B. Latour, K. Knorr-Cetina, S. Woolgar, H. M. Collins, T. J. Pinch, M. E. Lynch y H. Garfinkel.
Otro punto importante que ha enfrentado a los filósofos que se han dedicado a la reflexión en torno a la ciencia es la cuestión de si las ciencias son todas iguales o si debe haber una separación partiendo de algún criterio que permita diferenciarlas. A este problema se ha dado en llamársele el del “criterio de demarcación”.
El problema surge por la necesidad de división de las ciencias para el enfoque de cada una a un objeto específico evitando la confusión entre una y otra que compartan un mismo objeto de estudio (por ejemplo, las ciencias que tratan de los seres humanos); además de la necesidad de justificación del desarrollo de unas ciencias frente a otras en cuanto a su capacidad de predicción y descripción de los fenómenos que estudian (ciencias formales, ciencias naturales y ciencias sociales).
Dos de los autores más renombrados enfrascados en el debate sobre el criterio de demarcación son los ya mencionados Karl Popper y Thomas Kuhn.
Para Popper, lo que él denomina “falsación”, es el punto clave tanto para la demarcación de las teorías científicas como para su aceptación o rechazo ipso facto; Kuhn no admite esa prerrogativa a la falsación, pues afirma que, en el campo del trabajo real, el científico no abandona una hipótesis a la primera situación experimental que ésta no logre superar. Y es que de eso se trata el concepto de falsación popperiano: la construcción de una situación observacional capaz de refutar la hipótesis formulada, si se logra falsear, la hipótesis es rechazada, si esa situación observacional no logra falsearla, entonces se somete a otras pruebas y, mientras más pruebas de falsación supere, se entiende que más robusta es la hipótesis, pero jamás se considerará “probada” o “verificada” de manera definitiva, pues se es consciente de que puede darse una situación en que esa hipótesis no sea suficiente para explicar la realidad, y cuando eso suceda, habrá que rechazarla como hipótesis científica (en la próxima entrega hablaremos más de este debate).
Pero el debate sobre este aspecto es más amplio y complejo, porque, un criterio de demarcación claro, no solamente haría posible la diferenciación entre una ciencia y otra o entre una categoría de ciencias y otras, sino que se convertiría en una herramienta eficaz para distinguir aquellos conjuntos de saberes que sí constituyen conocimientos científicos de aquellos que no lo son pero que pretenden pasar por ello. Hablamos de lo que se ha denominado “pseudociencias”, concepto al que ya hemos dedicado artículos antes (La frontera entre ciencia y no-ciencia I y II; y en Pseudociencias).
En conclusión, la epistemología, de la manera en que se ha visto en este apartado, cabe dentro de lo que en filosofía se conoce como gnoseología o teoría del conocimiento, si se entiende a la gnoseología como una reflexión en torno al conocimiento en sentido general. De eso y sus aristas nos encargaremos más adelante.