Entre piezas y pensamientos: la simbiosis entre filosofía y ajedrez

Osvaldo de Jesús
Osvaldo de Jesús

En los enigmáticos espacios que nos brinda el Club de Profesores de la UASD, el jueves 18 de enero del 2024, se llevó a cabo un diálogo en torno a la obra Las raíces del pensamiento occidental del Dr. Rafael Morla. Esta actividad contó con la presencia del distinguido Dr. Alejandro Arvelo, quien era el único que podía escuchar y declamar lo que Calíope, allí presente, le decía, pues esta musa susurraba en su oído con la cadencia de las estrellas y el fuerte rugido de las olas del mar, maravillosas metáforas que el maestro no dudaba en recitar.

Finalizado el encuentro resonó, con el inusual susurro de las piezas de ajedrez moviéndose sobre el tablero, la intensa y abstracta discusión que yo sostenía con el apreciado maestro Dr. Rafael Morla. La noticia de la partida se había propagado rápidamente entre los pasillos, generando incredulidad. ¿Cómo podía un joven egresado de la Escuela de Filosofía de la Universidad Autónoma de Santo Domingo vencer en una partida de ajedrez a un antiguo primer tablero, quien ya había demostrado su agudeza intelectual en las aulas? Pero la partida no era solo una cuestión de movimientos y estrategias; era un encuentro donde la filosofía se entrelazaría con el juego milenario.

El maestro Morla, de apariencia serena y con una sabiduría que parecía provenir de planos superiores, aceptó mi desafío. Los dos nos sentamos frente al tablero, cada uno inmerso en su propio marco de pensamiento. La partida comenzó de manera convencional con un e4 por parte del profesor, pero rápidamente se volvió evidente que Morla tenía una visión única del juego.

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Resulta que ese casual movimiento de las piezas blancas representaba la importancia de establecer un buen punto de partida para reflexionar, cuestionar y comprender el mundo que nos rodea. Sin estas bases, nos perderíamos en un mar de incertidumbre y confusión.

Mientras desplegaba tácticas complejas y movimientos estratégicos, Morla respondía con una simplicidad asombrosa. Sus movimientos eran precisos, pero también reveladores de una comprensión más profunda del juego. En un momento crítico, cuando sentí tener la partida bajo control, Morla sorprendió a todos con un movimiento que desbarató mi estrategia.

Mas adelante se produjo un intenso y extenso intercambio de piezas. La atmósfera en la sala se volvió tensa, los espectadores observaban en silencio mientras Morla avanzaba hacia la victoria. Me encontraba en una posición inusual: ante la derrota inminente. El profesor sonrió, reconociendo que más allá del tablero de ajedrez, la vida misma es un juego complejo.

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En ese encuentro en el Club de Profesores de la UASD, quedó patente que la filosofía no solo se manifiesta en las páginas de los libros o en las discusiones académicas, sino también en los movimientos del ajedrez y en la vida misma. La partida con el distinguido Dr. Morla fue mucho más que un enfrentamiento sobre un tablero; fue un reflejo de cómo la sabiduría y la perspicacia pueden trascender las expectativas y desafiar las convenciones establecidas. Me recordó que, en última instancia, la verdadera maestría reside en la capacidad de comprender el mundo desde múltiples perspectivas y de encontrar belleza y significado incluso en los desafíos más inesperados.

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