Los  problemas de la libertad

Profesor Novas.
Buenas noches, compañeras y compañeros. La Sociedad de Investigación Filosófica Andrés Avelino se complace en abrir la discusión de esta noche con un tema que tiene múltiples y variados problemas que analizar, se trata de la libertad como problema de elección.
La mayoría de las personas se pregunta, frecuentemente, ¿por qué le resulta tan difícil elegir entre dos o más opciones, aun en ausencia de una fuerza punitiva que se lo imponga?
Históricamente, la libertad como problema de elección ha sido objeto de reflexión permanente del filósofo, del religioso, del militar, del político, del abogado y de los que hacen la función de jueces; incluso, forma parte del discurso del hombre común que transita por la vida sin otras preocupaciones que aquellas que su escasa formación le permite ver, esto es, conseguir el dinero que le resuelva las necesidades del aquí y ahora. Pero, un día, como por iluminación, este hombre se detiene y piensa en su quehacer presente y pasado; y alcanza a ver por un breve instante que no tiene futuro, puesto que su vida es, ha sido y será lo mismo: luchar para sobrevivir y rogar a Dios para que le envíe la muerte antes de que sus fuerzas físicas abandonen su cuerpo, dado que una vejez prolongada, con todas las enfermedades y limitaciones que ello implica, le hacen preferir mil veces una muerte rápida.
Lo mismo podríamos decir del carcelero, que cree que es libre porque guarda las llaves que abren las rejas y barrotes de aquellos que son sus prisioneros y frente a ellos se goza de su «libertad»; pero el tiempo termina enseñándoles, a él y a todos los que forman parte de un sistema carcelario, que ellos también son parte de esos barrotes que cuidan, pues sus almas terminan tan o más prostituidas que las de los delincuentes y criminales a quienes custodian.
Pienso que no podemos hablar de libertad cuando un sujeto, que se supone parte del sistema de «justicia», es capaz de extorsionar, robar e incluso matar a alguien para obtener algún beneficio o, simplemente, porque dice cumplir «órdenes superiores», cuando, en realidad, lo hace porque esto satisface su ego.
Sería pertinente preguntarse si tiene libertad aquel que participa de este orden de cosas o aquel que conoce de este estado de corrupción y permanece quieto.
Como moderador de los debates, propongo las siguientes preguntas:
¿Existe la libertad?
¿Qué se podría entender por libertad?
¿Tiene algún límite la libertad? ¿Cuáles serían esos límites?
¿Dónde es posible la libertad: en el individuo o en el colectivo?
Karlos, el existencialista.
Profesor, para responder a estas preguntas es preciso preguntarse hasta dónde un ser humano es consciente de sus actos; una vez determinado este asunto, sabríamos, justamente, hasta dónde llega su libertad, por cuanto la libertad no es otra cosa que la capacidad para elegir que tiene todo ser racional.
Profesor Novas.
Karlos, recuerde que la libertad no se presenta como abstracción teórica en el quehacer humano. Contrario a ello, se presenta como algo concreto en su quehacer, de ahí mi inclinación a pedirles ejemplos que nos permitan comprender los conceptos con los que trabajamos.
En ese orden, me gustaría que me analice la situación siguiente: ¿hay posibilidad de elección en el que está condenado a muerte? Dígame, ¿cuál puede ser su posibilidad para elegir?
Karlos, el existencialista.
Lo primero que debemos dejar claro, en beneficio de esta discusión, es que el existencialismo define la libertad como la capacidad de elegir que tiene el sujeto y la conciencia de la responsabilidad con que asume las consecuencias de sus acciones.
Sin embargo, no se debe entender la capacidad de elección que tiene el ser humano en un sentido material estricto, por cuanto nuestra concepción de la libertad opera básicamente sobre el ámbito de lo racional. Aquí creo necesario una definición de concepto, pues la filosofía de la existencia concibe al hombre en su doble dimensión: la biológica y la cultural.
No está en discusión que el hombre, en tanto ser biológico, no se diferencia mucho de los demás miembros de su especie, ni que tampoco se diferencia mucho de otras especies, puesto que está sometido al rigor implacable de las leyes naturales: está obligado a comer, a beber, a dormir y a descansar, entre otras muchas cosas; sin embargo, en cuanto a su dimensión cultural, cada hombre es un ser totalmente distinto a todos los de su misma especie, a los de su misma cultura e incluso a sus propios hermanos gemelos idénticos. Definitivamente, la cultura es que convierte en humano al hombre.
En el homo sapiens nada está determinado genéticamente, todo es obra de su propia invención y creatividad. El axioma existencialista que mejor define al hombre reza de la manera siguiente: Existen dos formas de valorar los actos del hombre: a) los propiamente del hombre; y b) los propiamente humanos.
Los primeros, son los actos biológicos de comer, beber, dormir, sentir frío, calor y cansancio, así como todos los demás actos que son comunes a todos los seres vivos o están predeterminados genéticamente. Los segundos, propiamente humanos, son los actos que están mediado por la razón; tales como el arte, la religión, la política, la moral, la ciencia, la literatura y toda manifestación cultural.
Después de esta larga, pero necesaria explicación, puedo decirle, profesor, en repuesta a su pregunta, que aquel individuo que está condenado a muerte tiene la oportunidad de hacer la elección racional de comportarse como un miedoso, implorando perdón ante sus opresores, o asumir la muerte con la dignidad con que la asumió Sócrates, quien sin alarmarse de ninguna manera, fue al encuentro de ella, diciendo cada cosa de bienaventuranza que dejó frustrado el sueño de sus enemigos, que pretendían verlo disminuido en su dignidad de filósofo.
Lo mismo podríamos predicar sobre el sujeto que está en una yola que ha zozobrado en alta mar, por cuanto él puede resignarse a morir tranquilamente, abandonado a la suerte, o luchar nadando a brazo partido en cualquier dirección, aunque la lógica lo convenza, de antemano, de que no es posible llegar a tierra firme por ese medio.
Profesor Novas.
Karlos, me parece que está haciendo un juicio de valor, al calificar de cobarde y miedoso al condenado a muerte que pide clemencia por su vida. Me pregunto si es que la libertad de elección de la que usted habla le está vedada a él; y, de no estarle vedada esa posibilidad, si es que acaso todo el mundo debiera elegir la postura socrática; o si, por el contrario, cada hombre debiera hacer el uso de su libertad que le parezca más adecuado, aunque incurra en cobardía.
Karlos, el existencialista.
Bien sabe usted, profesor Novas, que nosotros no aconsejamos ni hacemos juicios de valor sobre las decisiones de los demás; en este caso, lo que he hecho es un juicio lógico, aunque no puedo negar mis simpatías con el que asume sin lamentaciones las consecuencias de sus actos. Por esta razón, he señalado dos actitudes diferentes frente al hecho de la muerte. La de aquel que se metió en su yola y está consciente de lo que puede ocurrir y, a la hora de la verdad, asume sin lamentaciones ni sentimientos de culpa o arrepentimiento lo inevitable; y, por otro lado, está la actitud del baboso que ruega miserablemente por algo que él sabe que no obtendrá.
El poeta de Santiago enseñó cómo debemos morir los dominicanos, «descalzos y de pies». El existencialista no simpatiza con traidores, ni con babosos.
A muchas personas les resultan extrañas nuestras simpatías con el yolero, pero esas simpatías son las naturales, pues el sujeto que es capaz de arriesgar su vida por un noble sueño o simplemente para desafiar el peligro o conocer nuevos mundos es sumamente valioso, porque es un creador, un amante de la libertad, es un artista; es alguien que no se ha conformado, que es, a mi modo de ver, la peor forma de morir.
El hombre que es capaz de arriesgar su vida por conocer nuevos mundos merece nuestros reconocimientos y el de todos los hombres libres. No existe nada más poético  que asumir la vida sin lamentaciones, ni siquiera en la hora de la muerte.
Pula, el nihilista
Estoy de acuerdo contigo, Karlos, creo que el amigo de la yola es un auténtico creador, un libre en todo el sentido de la palabra; sin embargo, sería bueno que echemos un vistazo a las razones que pueden llevar a un dominicano de estos tiempos a lanzarse a la mar embravecida en una frágil embarcación:
a) su pasión por vivir plenamente libre, libre económicamente, libre de las limitaciones materiales que nos imponen las estupideces de los políticos incapaces, corruptos, degenerados e imbéciles;
b) sus ansias de poder y dominios, que lo llevan a desafiar lo único valioso para el cobarde, con tal de satisfacer su pasión;
c) la necesidad de ser auténticos creadores, al querer superar el momento presente del hombre-masa, los libres se han despojado de la compañía de los otros y andan solos y, en ese momento, cuando la yola zozobra es cuando se conocen los hombres que verdaderamente aman la libertad, al dar el paso fundamental para la libertad plena, esto es, salvarse a sí mismo, aunque para ello sea necesario hundir al resto de la embarcación.
Profesor Novas.
Debemos inferir de sus expresiones que usted no concibe la libertad del ser humano en un contexto social.
Pula, el nihilista.
Efectivamente, profesor, el hombre no logra la libertad mientras tiene valores que lo trascienden, como las normas morales, las creencias religiosas, los colectivos sociolaborales y todo aquello que trate de legislar sobre su conducta. Definitivamente, en el «colectivo» no puede haber libertad. La libertad es atributo exclusivo de aquellos individuos que son capaces de romper con el espíritu de borrego y se atreven a vivir al margen de ese lastre.
Solo los creadores auténticos alcanzan la libertad, porque no aceptan imperativos de ningún tipo o del llamado del deber ser que dicta la moral o la religión, solo el yo quiero vive en él.
Por otro lado, me gustaría aclararle a Karlos que no hay libertad en la razón, por cuanto esta es la madrecita de todos los imperativos, y todo mandato es contrario al instinto del hombre y, por tanto, contrario a su libertad. El hombre que no se atreve a vivir sus pasiones, libremente, muere siendo esclavo porque las pasiones hay que vivirlas al margen de la razón.
Pero, además, esas bravuconerías existencialistas de decir que el hombre es libertad, bajo el supuesto de que el existencialismo concibe al hombre como libertad absoluta, no pasa de ser un discurso sin consecuentes materiales; ya que en el preciso momento en que plantean que cuando elegimos para nosotros estamos eligiendo para los demás, ahí mismo “la macaron”. Pues, ¿qué libertad podría haber en un hombre que, cuando elige para él, tiene que tomar en cuenta al vecino? Aquel que, aun cargue el pesado lastre del otro, no es libre.
¿Cuál es la libertad del existencialista, si está obligado a tomar en cuenta al «prójimo», en el momento de tomar una decisión? Y como ejemplo, podemos tomar el caso tuyo Karlos, que fuiste capaz de sacrificar tu carrera y la posibilidad de ascender, social y económicamente, porque te salió la novia embarazada; no hay libertad, cuando se elige contrario a los instintos. El que es libre de verdad nunca se desvía del camino que lo conduce a realizar sus ansias de poder y dominio, y mucho menos, el disparate de que le salió una novia embarazada.
Recuerda que los auténticos creadores están despojados de la compañía molestosa del prójimo;  su compañera  de siempre es la soledad. Los libres andan solos, porque no necesitan de nadie.
Chago, el marxista
Buenas noches, profesor Novas, me disculpo ante usted y los compañeros por mi tardanza, pero se me hizo imposible llegar temprano, ya que estaba participando en una marcha contra el bloqueo criminal de los EE.UU. contra Cuba. Pero lo importante es que estamos aquí al pie del cañón, para desenmascarar a estos dos farsantes que pretenden vender su veneno individualista como sinónimo de libertad; mas, la verdad está ahí, brillante y resplandeciente como el sol, innegable porque nos quema.
De igual manera, resulta imposible sostener que la libertad está en el individuo al margen de su contexto sociocultural. Pues, ya lo dijo Aristóteles: «aquel que puede vivir solo porque se basta a sí mismo o es un salvaje o es un dios». Marx ha dicho, por otro lado, que el verdadero ser humano aún no ha nacido; de modo que de cuál libertad se puede hablar, cuando sabemos que el mundo está repleto de montones de personas que sufren persecución, tortura y discriminación. De libertad podremos hablar, cuando la humanidad supere estos obstáculos, producto del uso irracional e individual de los recursos que son de todos, es decir, cuando nazca el verdadero ser humano que ha sido anunciado por los clásicos marxistas, en su concepción de la sociedad socialista, aquella donde no exista la propiedad privada, solo la propiedad colectiva, administrada por el Estado socialista, que es en manos de los obreros a través de los sindicatos y las organizaciones populares y comunitarias, donde los ciudadanos reciben por igual de acuerdo a sus capacidades y sus necesidades, tomando en cuenta que todos reciban las mismas oportunidades para desarrollar sus potencialidades y talentos  individuales, donde el hombre trabaja para sí mismo, ya que el producto de su trabajo no queda enajenado en manos privadas, como en el capitalismo, sino que pasa a manos del Estado socialista quien lo distribuye, de forma equitativa, al colectivo.
Cuando lleguemos allí, habremos logrado la libertad, pues nadie será patrón de nadie, y nadie se apoderará del resultado del trabajo ajeno, solo cuando el hombre actúe bajo el llamado de ese imperativo categórico revolucionario del bien común. ¿Cuál ideal puede ser más noble que ese?
Karlos, el existencialista.
Parece que Chago no se ha dado cuenta de que no existe nada de eso, que el Muro de Berlín cayó en 1989, que la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) es solo un recuerdo de algunos señores canosos que viven de la docencia universitaria y escuchan música cubana, cuando los hijos se lo permiten, y que, además, las guerrillas colombianas, al igual que los antiguos comunistas soviéticos, son narcoguerrillas que viven de la industria del secuestro. En eso terminó tu bello ideal.
Pula, el nihilista.
Me parece que te faltó señalarle lo peor de todo, pues allí donde hubo «socialismo» no quedaron humanos, ya que este sistema totalitario asumió sus ideas con tanta irracionalidad que terminó comiéndose a la criatura que supuestamente liberarían; haciendo de este un ser desenraizado de su tierra y de su propia historia, prisionero del miedo y de la incertidumbre que provoca el no saber cuál es su identidad nacional. Es que estos regímenes promovieron unos «valores» internacionalistas que terminaron haciendo del hombre un enemigo de su tierra, tal como ocurre con los «comunistas» del patio que, por ese maldito internacionalismo mal entendido, están afanando para que nos haitianicemos.
Chago, el marxista.
Profesor Novas, quiero responderles a estos dos sujetos con la misma violencia discursiva que ellos utilizan contra mí; aunque, a decir verdad, su actitud se justifica, por cuanto somos nosotros quienes los hemos desenmascarado en su individualismo antisocial, venenoso y pesimista, enemigos del progreso social.
El existencialismo es una propuesta filosófica que llama al hombre a mantener la quietud y aislarse de los problemas sociales. Pero, además, estos «existencialistas», que pretenden encontrar la libertad al margen del contexto social, son presas frecuentes de los vicios y desviaciones conductuales que los conducen generalmente hacia el homosexualismo, el lesbianismo, el alcoholismo y la drogadicción.
En el caso del nihilismo, y todos los de su calaña, las cosas son más peligrosas aún; pues, cuando Pula alaba abiertamente la acción del yolero, que es capaz de hundir su embarcación para salvarse a sí mismo, es un claro indicio de que estos degenerados no creen en amigos ni en hermanos ni en nadie. Como ustedes habrán observado que él se refiere frecuentemente a que el hombre no tiene valores que lo trasciendan, eso no quiere decir otra cosa más que, para el nihilista, solo está él, después él y luego él, los demás solo somos objetos para usar y tirar, como dijo un político del patio.
Profesor Novas.
Karlos, Pula y Chago, me gustaría escuchar sus respuestas específicas sobre las cuatro preguntas iniciales: ¿Existe la libertad? Si existe, ¿dónde es posible la misma: en el individuo o en la comunidad? ¿Cuáles son sus límites?
Karlos, el existencialista.
Siempre hemos sostenido que el hombre es libertad, que la libertad es lo que hace posible la vida humana y la dota de sentido, y el sentido de la existencia no es otra cosa que eso que se elige libremente. Técnicamente, se podría decir que la libertad es la capacidad que tienen los seres racionales para elegir. De ahí nuestro estar condenados a ser libres, porque los seres humanos elegimos, aun cuando decidimos no elegir. En ese sentido, hay que establecer que la libertad individual y la colectiva están vinculadas. Sin embargo, es el individuo quien elige al grupo y, en cierto sentido, lo determina con sus elecciones personales. Por cuanto somos el porvenir del hombre, es decir, el hombre es lo que decida ser, porque toda su vida la vive como un proyecto que se va construyendo y definiendo día a día. Por otro lado, debo decirle que el límite de la libertad está determinado por la conciencia de la responsabilidad. Esto significa que el ser humano está en libertad absoluta de hacer todo lo que su conciencia le permita hacer; él establece los límites de su libertad.
Pula, el nihilista.
Claro que existe la libertad, profesor Novas, pero no es ni por asomo lo que ha manifestado el compañero Karlos. La libertad, contrario a lo que él dice, se manifiesta como la capacidad que tiene el individuo de desembarazarse de todas las ataduras sociales, morales, históricas y culturales que pretenden poner trabas a la voluntad de poder y dominio que tiene todo hombre. Los límites de la libertad, como hemos visto, no existen para el nihilista, ya que nosotros no creemos en valores que trasciendan el momento presente y el interés particular de cada individuo. El hombre sin ataduras siempre anda solo, su compañera eterna es la soledad. Queda claro, entonces, que solo hay libertad en el individuo que se aleja de los valores de las masas.
Chago, el marxista.
La libertad es un hecho, profesor Novas, y se podría definir como la conciencia de la necesidad. Sus límites están marcados por el otro, en tanto toda libertad individual debe manifestarse en la colectividad, y «el respeto al derecho ajeno es la paz», resultando los valores colectivos superiores a los individuales. Porque, precisamente, en el único lugar donde se puede alcanzar la libertad es en el colectivo, ya que la conciencia de la necesidad es una categoría social e histórica realizable únicamente cuando los colectivos la hacen suyas.
Amelia, la cristiana.
Buenas noches, profesor Novas, estoy aquí por encargo expreso del Señor, quien estuvo diciendo a mi conciencia «Amelia, hija mía, se hablará de la libertad y tú debes llevar hasta allí el único discurso que ofrece libertad eterna al hombre, la del espíritu»; y aquí estoy, lista para decirles a estos tres ateos, que vano es el esfuerzo del hombre sobre la Tierra, si en sus mejores días, los de la juventud, no busca de su Hacedor; porque eso le dará la libertad, lo que está fuera de esta realidad es vacío discurso de hombre.
Tanto el nihilista, el existencialista, como el marxista son ateos empedernidos, y no puede haber verdad en labios de alguien que niega a Dios nuestro Señor, porque nuestro Dios es la verdad de todas las verdades, y no hay libertad, cuando  se vive en la mentira; se es libre, en la medida en que se le conoce a Él y se buscan sus caminos. El que quiera libertad que deje su carga y que siga al Señor; que entienda que ayudando a los demás, como dice Chago, no se alcanza la libertad, si no es mediante la misericordia; que tampoco hay libertad en asumir la responsabilidad por sus acciones, como dice Karlos; que es una burda mentira de Pula, al expresar que se es libre cuando vivimos alejados de los demás.
Pula me resulta digno de lástima, porque el hombre que no tiene a Dios en su corazón no alcanzará nunca la libertad. Pues, cuando Dios creó al hombre, le estableció dos caminos bien claros: el camino del bien y el camino del mal; y le dio el libre albedrío para que hiciera de su vida algo grande para su gloria. Sin embargo, el ser humano está en libertad de elegir entre estos dos caminos.
Karlos, el existencialista.
¡Qué Amelia más loquita! Tú no te das cuenta de que lo más opuesto a la libertad es eso que tú llamas libre albedrío. Pregúntate si es posible hablar de libertad asumiendo como cierto el supuesto de que hay un tipo que todo lo ve, que todo lo vigila. ¿Cuál sería la libertad del ser humano, si no le está permitido hacer lo que su propia autonomía le indique?; qué es eso de que Dios me creó dos caminos; qué es eso de que ya Él me definió el concepto del bien y me definió también el concepto del mal. ¿Qué pasó Amelia? Si es verdad que Dios otorgó libertad al ser humano, que le permita, entonces, definir por sí mismo los conceptos del bien y del mal como prefiera. Que nadie me trace caminos que yo mismo crearé los caminos que se me ocurran.
Pula, el nihilista.
Karlos, sigues equivocado, al entender que existe libertad siguiendo el camino de la razón. La razón también es un límite.
Karlos, el existencialista.
Pula, ese es un error clásico de ustedes los que predican la irracionalidad. La razón es la que debe determinar los límites de la libertad; puesto que siguiendo el camino que sugieres, la humanidad volvería a la animalidad. Bien sabes que el existencialista no cree en el poder de la pasión, piensa que el ser humano es responsable de su pasión. La pasión ha sido una excusa tradicional que han utilizado muchos nihilistas dominicanos que han querido justificar sus desapegos a las normas sociales y morales bajo el supuesto de que eran existencialistas y que el existencialismo era libertad sin más; y eso no es cierto. Al menos, no en el existencialismo que yo conozco.
Pula, el nihilista.
Quiero recordarte, Karlos, que el nihilista también piensa que el hombre es responsable de su pasión, pero se hace responsable para vivirla plenamente no para reprimirla, como hacen ustedes. El hombre libre sabe que la única forma en que logra su realización plena es cuando vive su pasión, aunque esta lo conduzca a la muerte; como en el caso de la tragedia de Orestes, quien para vivir la pasión de vengar la muerte de su padre, tuvo que asesinar a su propia madre, ya que ella era la homicida.
Pero ella también había tenido que jugársela, al tener que asesinar a Agamenón, padre de Orestes, para vengar la muerte de su hija Ifigenia, asesinada por su esposo, luego de que el oráculo le comunicara que si no sacrificaba a Ifigenia, su hija, todas las flotas aquellas que estaban en alta mar en guerra contra Troya se hundirían.
Como tú puedes observar, Karlos, todo el mundo ha elegido vivir su pasión, nadie ha hecho caso a la razón. Solo la pasión por el poder pudo llevar a Agamenón a sacrificar a su hija Ifigenia, porque de su decisión se establecerían dos cosas: a) si elige sacrificarla sería considerado un mal padre de familia; b) si elige no sacrificarla y permitía que miles de sus hombres murieran en alta mar, entonces sería considerado un mal gobernante. Y como ves, él eligió, poder y dominio, como debe ser.
Agamenón, al igual que Clitemestra, su esposa, y el propio Orestes sabían lo que implicaba asumir una postura X o Y; y, sin embargo, eligieron la pasión. Por ejemplo, Agamenón se enfrentaba al odio de su pueblo por mal gobernante, si no sacrificaba a su hija, y al odio de Clitemestra, si la sacrificaba, y eligió lo que el fuego instintivo de la pasión le aconsejó. Clitemestra sabía que vengar la muerte de la hija la enfrentaba al peligro de ser asesinada por su propio hijo, cuando este llegara a adulto. Orestes sabe también que cometer matricidio es un crimen abominable que lo conduciría a la muerte; pero también sabe que no vengar la muerte del padre asesinado por su madre es cometer un crimen aun mayor, según las costumbres y tradiciones de la sociedad patriarcal. Todos eligieron con el corazón.
Karlos, el existencialista.
¡Sí, pero recuerdas que esa pasión conduce a Orestes a caer con un gran sentimiento de culpa, cuando las furias o cargos de conciencia vienen a él con tanta violencia que, no pudiendo soportarlo, se desmorona sobre la tumba de su madre; permaneciendo allí tirado siete días y siete noches con las manos ensangrentadas aún. Muestra de que quizá eligió con el corazón, pero la conciencia no está ausente en él; pues lo único que explica esa actitud de Orestes es el hecho de haber tomado conciencia de su responsabilidad, y, si él siente remordimientos, es porque de alguna manera la razón gobierna su vida, no la pasión.
Pula, el nihilista.
Por esta misma razón, argumenté anteriormente que el nihilista asume la responsabilidad de su pasión; pero para vivirla, aunque esté consciente de que ella le provocará la muerte, como en el caso de muchos dominicanos, quienes han vivido la gran pasión de cometer homicidios contra sus esposas y novias para terminar suicidándose olímpicamente junto al cuerpo de sus amadas y víctimas. Creo que nunca he visto un acto más hermoso que este; realmente, es un espectáculo totalmente artístico que sensibiliza al más ignorante; es una expresión sublime de la libertad. Es una especie de héroe que desafía la muerte y se burla de los valores del «más acá» y del «más allá», al entender que no hay libertad para el que teme a la muerte. Entiende que la vida es para vivirla al límite, pero solo los fuertes llegan hasta allí.
Amelia, la cristiana.
¡Santo Dios, profesor Novas!, ¡pero usted no puede permitir que se digan barbaridades como estas! Pues podríamos estar incentivando el homicidio y el suicidio bajo esos argumentos apologéticos que hace Pula; creo que su responsabilidad como profesor es hacer que no se piense, ni se hable de esa manera y no el de permanecer inerte ante estas cosas.
Profesor Novas.
¡Creo que la joven no .comprendió las observaciones que le hice cuando analizábamos el caso de Belkis y René! Recuerde que yo le decía que mi papel no es el de acallar voces, ni el de formar una religión en el aula, promoviendo dogmas de fe en torno a una determinada corriente de pensamiento. Yo defiendo y defenderé la filosofía como un espacio abierto a la discusión y la reflexión racional. Además, está claro que a un pensador no se le puede descalificar moralmente por lo que piensa, sino por lo que hace, ni se le puede descalificar intelectualmente por lo que hace con su vida.
Eso que usted ha escuchado en boca de Pula y de Karlos es lo que está ocurriendo en la sociedad de hoy. No es un invento de ellos la existencia del crimen pasional y del suicidio. En ese sentido, vuelvo a recordarle que trate de escuchar cuál es el sentido de las expresiones de sus compañeros, para que pueda rebatirlo con argumentos racionales y deje el dogma de fe para otras situaciones, porque de lo que se trata aquí es de un debate racional orientado hacia la comprensión de un problema como es el de la libertad.
De hecho, siempre le he manifestado claramente que mi función en estas discusiones es el de conducir el diálogo y corregir las desviaciones conceptuales en las que incurren con frecuencia y, naturalmente, también me corresponde el papel de abonar el terreno con mis reflexiones iniciales y las conclusiones finales.
Siendo así las cosas, mal haría yo con mandar a callar la opinión de alguien, aun en el caso de que esté seguro de que se trata de una opinión errónea.
Chago, el marxista
Amelia, me parece que debes cuidar tus expresiones y afirmaciones, porque el que tiene cola larga, como ustedes, no puede hablar mucho.
Profesor Novas.
¿A qué se refiere usted, Chago?
Chago, el marxista.
Lo que ocurre es que los religiosos no se ponen en su puesto, pues yo no puedo entender, cómo ella pretende decirle a usted cuál debe ser su función en el curso,  máxime cuando los cristianos judaizados son capaces de conducir hasta la muerte a un pobre niño, al negarle una transfusión sanguínea. ¿Cuál libertad ha tenido el niño para elegir si quiere vivir o si quiere embarcarse en esa aventura descabellada de sus padres? ¿Quién les ha otorgado a ellos el derecho para decidir por la vida de los demás? Creo que esta es la muestra más evidente de su intolerancia, de abuso y castración de la libertad ajena, y las expresiones desentonadas de Amelia no hacen más que confirmar su espíritu de borrega, que repite los estribillos que dice el borrego que le quita el 10% de lo que ella produce.
Amelia, la cristiana.
Me parece que quien desconoce sus límites eres tú, pues, cuando un creyente es capaz de dejar en mano del Señor su propia vida y la de sus seres queridos, lo hace porque tiene fe en la promesa de vida eterna que Él le ha hecho, y no por una pasión inútil, como ustedes los políticos, que enrolan irresponsablemente a miles de niños de ocho y nueve años en las guerrillas como soldados y los envían a matar a sus semejantes y a dejarse matar bajo el supuesto de que son acciones revolucionarias propias del momento histórico.
Dime tú ahora, ¿cuál elección pudo hacer este niño, que ustedes meten en las guerrillas? ¿Acaso ustedes le prometen una vida mejor con sus dioses de la revolución: Mao, Fidel, Lenin, Marx?
Por otro lado, debo recordarte que quien nos ha dado el derecho para decidir por nuestros seres queridos, negándoles una transfusión, es nuestra fe en la palabra de Dios, escrita en las siguientes citas bíblicas: Levítico 17:10–16 y 19: 26.
Pero de seguro ustedes no pueden entender nada de eso, pues tal y como tú lo has expresado, el niño es responsabilidad del padre y de la madre; ya que es una criatura del Señor que aún no está en capacidad de elegir lo mejor para sí, y, en esa situación, quien debe elegir por y para él son sus padres, que nunca elegirán para él lo que le hace daño; recuerda lo que dijo Jesús: …si ustedes que son malos no darían piedra a sus hijos cuando estos les piden pan…, queda claro que ningún padre elegiría lo que entiende dañino para sus hijos.
Chago, el marxista.
Amelia, estás usando un razonamiento falaz, al comparar las acciones heroicas de los niños soldados que luchan desde las guerrillas junto a sus hermanos por la libertad de su pueblo que sufre la opresión, y los crímenes de gobiernos sanguinarios y explotadores, con el vulgar crimen de ustedes, que le niegan la vida a un pobre inocente que podría seguir viviendo sin ningún problema, si ustedes le suministraran una simple transfusión sanguínea, y todo en basado en una creencia estúpida. Estas dos situaciones no se pueden comparar porque los niños que nosotros enrolamos en las guerrillas, los enrolamos para que tengan la oportunidad de defender su vida, ya que si se quedan donde viven, el día menos pensado los asesinan los agentes del gobierno.
Si tú no fueras una baña-santos, reaccionaría, dirigiría tus críticas hacia los gobiernos criminales que son los verdaderamente culpables de que estos niños se vean obligados a luchar por defender su propia dignidad y la de su pueblo; no a nosotros que lo único que hacemos es mostrarles el camino glorioso de la libertad social a través de la lucha revolucionaria.
Eso que nosotros hacemos con los niños-soldados es muy distinto a lo que hacen ustedes, que lo dejan morir por la estupidez de no permitirle una transfusión sanguínea; tenía razón Marx cuando decía que las religiones son el opio de los pueblos, ya que lo único que hacen es mantener a los pobres, sumidos en la ignorancia.
Amelia, la cristiana.
Chago, precisamente la inocencia es lo que define la esencia de un niño. Así lo ha dicho el Señor, por eso es su decisión de tomar su vida o preservarla; jamás podríamos nosotros, como creyentes, atribuirnos esa responsabilidad; nosotros no damos ni quitamos la vida, solo cumplimos los mandatos del Señor y está claro, para el cristiano Testigo de Jehová, que cuando un creyente verdadero recibe sangre, pierde su alma, que es lo más preciado del ser humano, todo esto, según la opinión de los hermanos que tienen estas creencias.
De modo que para el cristiano no existe mayor libertad que la de obedecer la voluntad de Dios, y yo lo proclamo aquí, que no existe mayor libertad que seguir el mandato de  Dios.
Yo acepto humildemente que ustedes llamen a esa forma de vida, dogmática  y estúpida, pero yo quiero saber si no es más irresponsable y estúpida la actitud de ustedes los políticos, que en la fiebre de sus ideas juveniles son capaces de llevar al matadero a muchísimos otros jóvenes «luchando contra el sistema», y luego se acomodan a este, sin hacerse ni siquiera una autocrítica por las vidas que echaron a perder.
¡Qué gran libertad la de ustedes los políticos, viven su pasión, como dice Pula, y luego dicen que estaban guiados por la razón de las ideas del bien común! Ustedes son criminales irresponsables, carentes de principios creíbles, ya que sus verdades son verdades de conveniencia, de oportunidad, de momentos. Hoy dicen una cosa y mañana hacen otras.
Ahí están todos tus compañeros de ayer, los seudocomunistas dominicanos que han terminado todos uniéndose a Balaguer, al PRD y al PLD, que al fin y al cabo son salsa de la misma cosecha.
¿Se le puede creer a una partía de farsantes como esos?
A propósito de esto que estamos discutiendo, me gustaría plantearles un caso que llegó a mi iglesia y que de alguna manera podría mostrarnos los verdaderos problemas de la libertad de elección.
Veamos: Juan Carlos es un muchacho de 21 años, que vive en la casa de su hermano Adonai, que está en Nueva York desde hace ocho meses; resulta que la esposa de este último, una joven de 24 años, con quien ha procreado tres niños. Desde que este salió del país ella comenzó a serle infiel con otro hombre, y de una manera tan atrevida y pública que no ha cuidado siquiera las apariencias. Entre tanto, Juan Carlos como joven creyente, siente que es su deber llamar al hermano y contarle lo que está ocurriendo con su esposa; pero teme que esta información desencadene una tragedia, por cuanto él conoce el temperamento volátil de su fraterno y sabe que podría cometer una locura, al regresar al país; pero, además, le atormenta la presión que ejercen los amigos de Adonai para que lo llame y le cuente lo que está pasando. Teme que si él no lo llama, uno de ellos lo hará y le contará que él está enterado de la situación.
Profesor Novas.
Ciertamente, Amelia, este es un buen caso donde se manifiesta la libertad como problema en el quehacer humano, porque generalmente decimos en abstracto, cuando hablamos de una situación hipotética, «la verdad es siempre saludable»; sin embargo, uno se pregunta si es recomendable decir la verdad pura y simple, en este caso.
Pula, el nihilista.
Como cada hombre debe vivir su propia tragedia, yo le diría a Juan Carlos que su mortificación es innecesaria, porque nadie lo ha nombrado a él guardián de su cuñada, y si ella ha decidido vivir la pasión del “cuerno” que pague el precio por ello.
Creo que Juan Carlos es un lleva vida, como todos los evangélicos, y, por otra parte, pienso que ella es una auténtica nihilista, pues no se guarda para nadie, sino para sí misma, dado la conciencia que tiene de que en este mundo no se puede vivir en la piel de los demás más que en la propia. Ella parece estar dispuesta a jugarse la vida por vivir lo que siente como mujer, al margen de vigilancias hipócritas de sus vecinos y de su cuñado, que de seguro hacen cosas peores que ella; pero se esconden como ratas en la oscuridad de su propia mediocridad.
Todos los que critican la actitud de ella son esclavos del tú debes. Son borregos que repiten la letanía que les enseñaron, y no se atreven a tomar responsabilidad pública por sus pasiones, como ha hecho esta mujer. Todo hombre debe cumplir su razón vital; de modo, que Adonai debe aceptar con calma la realidad de esta vida, que entienda que su mujer solo ha hecho lo que de seguro él está haciendo allá en Nueva York, que aprenda la regla de oro del que anda con mujeres.
Amelia, la cristiana.
¿Y cuál es esa regla de oro del que anda con mujeres?
Pula, el nihilista.
La regla es no andar con mujeres, pero, si ha decidido andar con ellas, no debe olvidar nunca el látigo.
Amelia, la cristiana.
¡Que machista eres, Pula!
Pula, el nihilista.
No relajes, Amelia, esa expresión es más vieja que tú; ahora, si estás interesada en una nueva; escucha lo que me dijo Willi, el barbero que está frente al parque central de Higüey, mientras me recortaba, en una ocasión que pensaba reconciliarse con su mujer, que le había sido infiel con un amigo. «Oiga don, yo he pensado juntarme de nuevo con mi mujer, pues me he puesto a pensar que por más cuernos que ella me pegue en su vida, nunca me alcanzaría, aunque me pegue dos diarios».
Karlos, el existencialista.
De todos modos, Pula, recuerda que la libertad impone deberes, y por esa razón Juan Carlos entiende que la denuncia es parte de su deber; pero, al mismo tiempo, la conciencia le recuerda que el uso irreflexivo de su libertad podría provocar una desgracia que acabe con la vida de su cuñada, sus sobrinos y la del propio hermano. Sin embargo, todo el mundo sabe que ya él tiene una decisión, ahora falta asumirla responsablemente.
Amelia, la cristiana.
¿Por qué dices que ya él tiene una decisión?
Karlos, el existencialista.
Porque cuando el hombre elige a un consejero, también elige el tipo de consejo que desea escuchar. Si él contó la situación en su iglesia es porque quería escuchar el tipo de consejo que generalmente se ofrecen en las iglesias. A decir verdad y sin ánimo de ser cruel con el muchacho, pero se ve que está buscando enmascarar su angustia, evadiendo su responsabilidad, queriendo que la iglesia participe en la decisión, para que mañana, cuando ocurra una desgracia, la responsabilidad esté distribuida en todo el grupo.
Chago, el marxista.
En estos casos, yo soy de opinión, al igual que cualquier hombre que se respete, que lo correcto es denunciarlo; los vicios sociales hay que destruirlos desde la raíz, allí mismo donde se origina, y la infidelidad es un mal pernicioso que destruye la base de toda relación familiar.
La verdad, monda y lironda, puede resultar desagradable, pero es el único remedio que pone fin a estas mañas. Lo mejor que hace Juan Carlos es hablarle a su hermano y ponerlo al corriente de lo que está pasando en su casa, aconsejarlo, si es necesario, para que no tome acciones violentas contra su esposa, pero que ocurra lo que tenga que ocurrir.
Luis Manuel, el pragmático.
Buenas noches, profesor Novas; buenas noches, compañeros, me integro un poco tarde al debate porque estaba haciendo unos amarres con la gente del gobierno, para el asunto del Doctorado que le otorgarán al “Ñame”. Pero, como ustedes saben, a mí no me importa el proceso de las cosas, sino más bien los resultados que se obtienen de ellos, y pensándolo bien, ¿cuáles serían los resultados que se podrían obtener, si Juan Karlos habla?; posiblemente un crimen pasional y las subsiguientes secuela de traumas familiares y conflictos de responsabilidades de aquellos que pudieron impedirlo y no lo hicieron.
Pero, por otro lado, si su hermano se entera por sus propios medios, de seguro vendrá a preguntarle a Juan Carlos y este tendrá la oportunidad de aparecer como la figura de equilibrio, que aconseja paciencia y prudencia; pero, si es él el que se pone de chivato, se volverá parte del problema y no de la solución.
Además, nunca debemos perder de vista que existe la posibilidad de que Adonai ya esté enterado de lo que está pasando con su esposa desde antes de irse a Nueva York; pero no le interesa que nadie le cuente sobre esa situación, para seguir tranquilo con su mujer, porque le resulta más conveniente tener un filete para dos que quedarse frenando en el aro.
Ahora bien, si Juan Carlos quiere un consejo práctico, que hable con su cuñada y le haga prometer bajo amenaza, que no volverá a pegar cuernos hasta tanto no se produzca el regreso de su hermano.
Amelia, la cristiana.
Profesor, creo que con Luis Manuel se puede hablar, pues ha expresado perfectamente las ideas que tenemos nosotros sobre el caso, ya que es mejor no intervenir en un problema cuando nuestra participación no aporta solución y, en cambio, agrega elementos al conflicto. Nosotros, en casos como esos los ponemos en mano del pastor, el sacerdote o el anciano de la comunidad y, si ellos no tienen la solución adecuada, entonces lo dejamos en manos del Altísimo para que actúe con su divina sabiduría.
Continúa…

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