La Ética como camino a la felicidad

Por José Luis Escalante

De entrada, es propicio hacer algunas aclaraciones de términos o conceptos, ya que es muy usual pensar que la ética y la moral son sinónimos.  Sin embargo, hay relaciones y diferencias muy marcadas. Primero, la etimología ética viene del griego Ethos, usado para referirse al lugar habitado por el hombre o animales, es decir, como una morada.  Aunque, más adelante, en esta misma cultura, el Ethos fue implementado para hablar de costumbre, hábito y carácter de la persona.

Luego los romanos hicieron una traducción de este término al latín como moral, con el mismo significado para referirse a las normas y los valores que rigen el comportamiento de las personas que forman parte de una determinada sociedad.  En este orden, se puede entender la moral como la encargada de establecer las conductas de convivencias adecuadas, pero no necesariamente estas normas o valores tienen que salir de un proceso lógico o racional.

Por su parte, la ética es una rama de la filosofía analítica, humanística y lógica, con sentido de universalidad de los valores para ser aplicados en cualquier contexto o cultura, mientras que la moral es más particular de los diferentes pueblos, porque algo considerado malo o bueno en un determinado impuestos por la moral para sacar sus conclusiones desde su ámbito racional.

En resumen, la ética y la moral se diferencian y se relacionan, puesto que asumen valores para el bien personal y de los demás, pero desde sus diferentes ámbitos, la ética se sitúa en la parte teórica del análisis racional y la moral como la parte práctica y variada de los valores dependiendo de la sociedad o cultura.

Ahora bien,  hablar de ética es como abordar un concepto muy distante y abstracto en la práctica social e individual, porque muchas acciones de quienes nos dirigen o en nuestros ambientes más cercanos son discrepantes entre lo que se dice y lo que se hace, encontrando muchos discursos bien organizados, pero con poca aplicación y coherencia.

Igualmente, parece que ser ético es una desgracia y el simulador de esta tiene mayor ventaja, ya que la persona que decide buscar el bien de los demás y se olvida de sí mismo, queriendo que los procesos sean transparentes, en algunos casos es mal visto, aislado y es bautizado popularmente como chivato, delator, calié, entre otros calificativos.

No obstante, los países desarrollados tienen la ética como prioridad y algo innegociable en sus administraciones y en la ciudadanía, porque han entendido que sin esta no se puede alcanzar la equidad y el buen vivir de la sociedad.

Sócrates

Conectando con Sócrates, uno de los iniciadores del pensamiento ético, era necesario ser virtuoso o practicante del bien, entendiendo la virtud como el buen obrar en coherencia con el discurso. Para el filósofo, una persona con esta cualidad no hace daño, piensa en los demás, en el bien común, se visualiza en los fracasos de los demás y haciendo esto se construye a sí mismo en la sabiduría.  

Sócrates insistía en que debemos conocernos primero para enfocar adecuadamente nuestro accionar, reconocer los errores, saber qué somos con los demás y que no podemos considerarnos mejores que otros,  lo que resumía con la siguiente frase: “Conócete a ti mismo”. Conocerse a sí mismo y el buen obrar, para este pensador, al final del camino trae felicidad o tranquilidad mental, porque nadie haciendo actos buenos puede tener lo contrario.

Aristóteles

En tanto, para Aristóteles la ética tenía que llevarnos a la Eudaimonia (estar bien, vivir bien, tener felicidad), puesto que nuestras acciones si son buenas tanto para nosotros como para los demás nos conducirán a un estado de tranquilidad, independientemente del agradecimiento y del reconocimiento de la otra persona, porque siempre estará el recuerdo de los actos realizados y si no fueron buenos vivirán para inquietar la conciencia, trayendo desasosiego.

Partiendo de los postulados de Sócrates y Aristóteles, es imposible que una persona que no tenga un buen accionar como parte de su proyecto de vida, pueda alcanzar un estado de tranquilidad, porque podemos engañar a los demás, pero siempre estará la voz interior o conciencia ética juzgando los actos realizados. Por consiguiente, cada acto que vayamos a realizar tiene que pasar por el filtro de la razón, evaluar los posibles daños a nosotros mismos y a los demás, porque por encima de nuestros deseos tiene que estar la quietud mental, el bienestar del semejante y la buena morada de conciencia.

En fin, siempre recordar para orientar nuestros actos hacia el sosiego de espíritu, que como diría Sócrates,  el que obra mal es porque ignora el bien que trae el mismo bien.

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2 comments

  1. LO CORRECTO ES UNIRSE Y ATRAPAR AL MALHECHOR.

  2. Podríamos obrar éticamente bien y moralmente mal
    Al leer el ensayo “La Ética como camino a la felicidad” de la autoría del Prof. José Luis Escalante me surgen varias preguntas importantes. ¿Es correcta la definición que asume de moral y de ética? En tanto la definición que nos brinda es la que tradicionalmente se nos enseña en la universidad, sin embargo, el filósofo español Gustavo Bueno Sánchez nos informa que resulta absurdo definir la ética como el estudio de los valores morales y la moral como el conjunto de valores que cultiva una comunidad determinada, en cambio propone como definición de la Ética el conjunto de valores que buscan preservar la integridad de los individuos, muy particularmente la integridad física y como definición de moral dice que son el conjunto de valores dirigidos a preservar la integridad del grupo o comunidad, particularmente la integridad física.
    Dice el Prof. Bueno, que los valores éticos y los morales muchas veces entran en colisión y otras veces son coincidentes. Por ejemplo, si un dominicano encuentra en la calle a un haitiano indocumentado, en situación de calle, con hambre, frío y enfermo, su deber ético es darle comida, medicina y abrigo. En este caso, sin embargo, las normas morales podrían advertirnos sobre lo potencialmente peligroso para la integridad física de la comunidad albergar a un desconocido. Como es evidente, aquí las normas éticas y las morales entran en colisión.
    También me llama la atención la afirmación de que la ética aspira a la universalidad de los valores morales. Este es un sueño metafísico fallido como todos los grandes proyectos metafísicos. Los valores morales como ya habíamos planteado en nuestro ensayo sobre “El mito de los valores morales”, no tienen fundamentos materiales, objetivos o racionales. Los valores son un constructo social y como tal están sujetos a las convenciones y acuerdos de los grupos que los construyen y los asumen como verdad.
    Los valores morales deben su vigencia a su valor como postverdad no porque en si mismo tengan algún fundamento. En este contexto preguntamos al buen amigo José Luis, ¿quién es o cuál es la entidad que daría fundamentos a unos valores con validez universal: Jesucristo, Buda, Alá, el papa, Donald Trump, Danilo Medina o Juan Hubiere?
    Sobre el asunto de ser ético que propone el buen amigo para lograr la felicidad, me surgen varias preguntas. Ser ético podría en muchas ocasiones resultar inmoral. Pongamos por caso la situación narrada por el Prof. César Cuello en “La última cátedra” donde, “…un marido celoso entra a un aula y amenaza de muerte al profesor con una pistola si no le permite sacar a su compañera sentimental para matarla.” Si el profesor no la entrega, estaría obrando moralmente bien, porque protege la integridad física de un miembro de la comunidad, pero éticamente mal porque está poniendo en riesgo su propia integridad física.
    En el hipotético caso de que el profesor decida obrar moralmente bien, cuando las redes sociales informen a sus hijos sobre la muerte de su padre, estos les reprocharan su falta de juicio por estar metiéndose en problemas ajenos.
    Recordemos el caso del policía escolar despedido deshonrosamente por haberse escondido cuando un alumno entró disparando a la escuela donde prestaba servicios. Los oficiales de ese condado le reprochaban haber preferido preservar su propia integridad física.
    El maestro Escalante nos habla también de la voz interior que sentimos cuando actuamos de uno u otra forma. Se advierte aquí que se asume la conciencia como si fuera una entidad metafísica, al estilo Kant, que todos los seres racionales dice las mismas cosas. Esta afirmación resulta confusa y deja sin explicación el fenómeno psicológico llamado conciencia. La conciencia no nace con el ser humano, la conciencia se va formando de acuerdo a las vivencias que vamos teniendo a lo largo de nuestras vidas, es un producto genuino de las distintas ideologías. La voz interior de cada sujeto, frente a un mismo hecho, dice cosas distintas.
    Si tomáramos a un par de gemelos y lo separamos desde muy pequeño a uno lo mandamos a vivir con monjes budistas y al otro lo mandamos a vivir a México con el cartel de los Z, con toda seguridad que la voz interior, conciencia, de uno de ellos les dirá que decapitar personas por dinero está bien, mientras que la voz interior del otro le dirá todo lo contrario.

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