EL PROBLEMA DE LA ELECCIÓN MORAL

fotografía del prof. Eulogio SilverioEL PROBLEMA DE LA ELECCIÓN MORAL
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EL CONFLICTO MORAL I
Profesor Novas.
La Sociedad Filosófica Andrés Avelino, en aras de mantener
la chispa que le da origen, lleva a las aulas universitarias el caso de
Berkis y René.
Esta pareja de jóvenes se conocieron en la escuela de
Bajabonico, provincia Puerto Plata, cuando ella tenía 17 años y
cursaba su último año de bachillerato; mientras que él contaba
con 25 y se desenvolvía como comerciante mayorista de productos
agrícolas. Desde el inicio del noviazgo, sus padres y relacionados
suponían que pronto se realizaría el matrimonio, pues el cariño
profesado por ambos saltaba a la vista. Y efectivamente, el 28 de
diciembre de 1997 fue la fecha señalada: tenían tres años y medio
de amores, con separaciones forzosas, producto de la distancia que
les imponían los estudios de Berkis en Santo Domingo.
Esto los lleva a la conclusión de que la vida comenzaba a
tener significado a partir de su unión matrimonial; de modo que
comenzaron los preparativos de la casa que él le había construido.
Para tales fines, René disponía de $150,000 pesos, pues quería que
Berkis conservara la comodidad que poseía en la casa de sus padres.
El día 15 de septiembre 1997 habían acordado reunirse
en Santo Domingo para ir a los centros comerciales a comprar los
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electrodomésticos de la casa; pero a la altura del kilómetro 40 de la
carretera Altamira-Santiago, un toro de una finca de los alrededores
apareció de repente en medio de la vía sin darle tiempo a frenar. El
impacto resultó de tal magnitud que arrojó a René al pavimento a
través de los cristales de su vehículo.
Un mes después, los médicos de la Plaza de la Salud
dictaminaron que René quedaría con parálisis permanente de la
cintura hacia abajo. Sin embargo, este continuó con los planes de
nupcias para diciembre 28; debido a lo cual entregó los ahorros a
Berkis para que adquiriera los electrodomésticos previstos antes
del accidente.
Berkis le sugiere emplear ese dinero para pagar los gastos
médicos, pero él insiste en continuar con los preparativos de bodas,
situación que se agravó conforme se acercaba el día señalado.
La pregunta que nos hacemos es la siguiente. ¿Debe
continuar Berkis su compromiso de matrimonio ante la nueva
situación?
Joseph, el estoico.
Creemos que Berkis debe asumir el compromiso, aunque
René esté imposibilitado de complacerla sexualmente, porque el
matrimonio no puede ser reducido a placer sexual y nada más. Pienso
que el amor crea un compromiso que trasciende los placeres de la
carne y llega al amor verdadero, aquel que aprecia al ser humano
por los valores internos que posee, y en mi modo de ver, René no ha
faltado en ningún momento a este amor. De ahí que consideramos
injusto abandonar a un ser humano solo por sus impedimentos
físicos que, además, se le produjeron en una diligencia de ambos
encaminada a concretizar su boda. ¿Acaso Berkis no tiene corazón,
o está corroída por el germen de la sociedad de los placeres?
Amelia, la cristiana.
Joseph, recuerda que lo importante no es saber si el
matrimonio es sexo o no; lo determinante, en este caso, sería
valorar qué dice el Señor respecto al matrimonio, y su palabra dice
que serán una sola carne; pero que no harán yunta desigual. Lo
cual resulta significativo en este caso; primero porque aún no existe
matrimonio entre ellos, y segundo, ¿cómo podríamos juntar a dos
personas con diferencias tan notables?; pues esto obligaría a la
joven Berkis, pasado algún tiempo, a serle infiel o divorciarse, pues
todo ser humano tiene derecho a tener hijos y familia, de modo
que la misma doctrina justificaría la búsqueda de los hijos con otra
pareja y en tal caso les acarrearía mayor malestar que felicidad a
ellos y a sus familias.
Esteban, el aristotélico.
Aunque comprendo las posiciones de Joseph y Amelia,
entiendo que ambos se ubican en los extremos del caso, y nunca
será posible hacer lo correcto ubicados en los extremos; solo
el punto medio ofrece soluciones que no lesionan a nadie en
particular; por lo tanto, creo que Berkis no puede abandonar a René,
por el solo hecho de no estar casados, ya que en este momento es
cuando mayor apoyo emocional necesita. Además, considero que
el compromiso entre las personas no termina por la desgracia de
un miembro de la comunidad; de modo que esta es una magnífica
oportunidad para ella probar su fortaleza moral; ya que ella es
la única que posee los medios para hacer el bien; porque René,
aunque quisiera hacerlo, está impedido, en parte, por carecer de
las capacidades y medios adecuados.
Alex, el kantiano.
Profesor Novas, creo que se debe tener mucho cuidado con
las afirmaciones de Joseph, sobre el sacrificio estoico, y de Amelia
sobre la palabra del Señor y su yunta desigual, y, por último, con
la posición de Esteban sobre el punto medio de las cosas. Habría
que preguntarse, quién establece ese punto medio. Recuerde
que, en las cuestiones morales, las cosas no se presentan como
fenómenos sino como noúmenos, cosas en sí, es decir, que no se
les puede conocer a simple vista. De ahí la necesidad de formular
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una metafísica de los valores, y esto significa establecer de manera
a priori el fundamento racional de la moral.
La moral no puede depender de circunstancias, ya que el
individuo debe conducirse por máximas racionales que le sirvan de
modelo para todos los casos, y esto se presenta de manera a priori,
o sea anterior a la experiencia sensible.
Lo que Berkis debe hacer es lo que le gustaría que René
hiciera con ella en iguales circunstancias. Ahora bien, muchos
podrían preguntarse ¿cuál es la intención de René?, ¿ha hecho él lo
justo?, ¿dejó libre moralmente a Berkis para que elija?, ¿o pretende
atarla a su condición por medios egoístas? Y, basados en estos
conceptos, creer, erróneamente, que en ese caso, Berkis quedaría
libre moralmente por los fines egoístas de su novio, olvidando de
ese modo que la acción moral del ser racional no depende para
nada de lo que hagan o dejen de hacer los demás; pues, por el
simple hecho de estar dotados de la condición racional, ella y
cualquier otro ser racional podrían determinar qué es lo correcto
y, en consecuencia, está obligada a hacer lo que manda la razón.
Narciso, el pragmático.
Profesor, con la afirmación de Alex, ¿no queda negada la
teoría aristotélica de que el hombre es un producto social y por
tanto, también la moral? Entiendo que con esa afirmación no solo
niega la teoría de Aristóteles, sino que desconoce la concepción
latina sobre la moral; quienes utilizaron el concepto «more» o
moral como lugar de morada de las costumbres en la comunidad.
De todos modos, mi opinión sobre la cuestión de Berkis
y René es que, de hecho, no se trata de un caso de moral, sino
más bien de simple pragmatismo, ya que un análisis mesurado
del mismo nos muestra las consecuencias inevitables que se
obtendrían con ese matrimonio. En primer lugar, René no podría
satisfacer sexualmente a Berkis. Segundo, Berkis podría asumir
por un tiempo esa carga, pero no para siempre y más temprano
que tarde tendría que abandonarlo y en el mejor de los casos, si
se queda con él, pegarle los cuernos para obtener el placer sexual
pleno que toda mujer desea, que evidentemente él no le podrá
brindar nunca. Y, por último, si René asumiera un matrimonio en
estas circunstancias, por una visión pragmática que lo lleva a buscar
la compañía del objeto de sus deseos al precio de la infidelidad,
entonces su matrimonio no sería por una cuestión moral sino
práctica, como he dicho anteriormente.
Mi recomendación para Berkis es, que asuma su vida desde
el aquí y el ahora; que olvide los compromisos del pasado; que «las
palabras son aire y van al aire, y las lágrimas son agua y van al mar»
y la vida se vive una sola vez. René debe acostumbrarse a la idea
de lo que es, no de lo que pudo ser; pues aunque la tragedia no fue
culpa suya, tampoco lo fue de Berkis.
Como usted puede ver profesor, nuestras soluciones
procuran los mayores y mejores resultados y el matrimonio en
estas circunstancias es un absurdo, pues de ahí no saldrían, nunca y
de ninguna manera, resultados positivos; mientras que si al menos
Berkis rehace adecuadamente su vida, podría serle útil a la patria,
a su familia e incluso al mismo René.
Karlos, el existencialista.
Narciso, concuerdo con tu visión; pero de alguna manera
estamos obviando lo más importante de la cuestión moral: la
libertad del sujeto, quien debe decidir su porvenir. Todos ustedes
han analizado la perspectiva de Berkis; pero nadie, excepto tú, se
refiere a René, un hombre que, momentos antes de casarse, pasa por
la angustia y la desgracia de perder parcialmente sus movimientos
físicos y sus ilusiones. Claro está, yo defiendo y defenderé la libertad
que tiene Berkis, en todo momento, de tomar el camino que le
parezca más adecuado; pero ella tampoco debe hacerse la tonta
y mostrarse sorprendida ante la situación que se le ha presentado,
pues ella sabe que esta situación no le fue impuesta, sino que ella
misma la eligió el día que aceptó como novio a René en la escuela
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de Bajabonico. Cualquier decisión que ella tome hoy, deberá tener
presente lo siguiente:
a) que el ser humano está condenado a ser libre, al tener
que elegir;
b) que el ser humano es libertad;
c) que el ser humano es el porvenir del ser humano;
d) que cuando elegimos para nosotros elegimos por los
demás;
e) que la libertad es la conciencia de nuestras
responsabilidades. En este sentido, solo ella podrá decidir lo
correcto para su vida, pues se trata de su libertad; sin embargo, no
significa que casarse implique la pérdida de la misma, siempre que
sea una elección consciente y responsable.
Como podrá usted ver, profesor, para nosotros, cualquier
decisión que ella tome es correcta si la asume responsablemente.
René debe aprender, con esta tragedia, lo cruda que es la
realidad de la vida, pues, desgraciada o afortunadamente, los seres
humanos estamos condenados a decidir en cada tramo de nuestra
existencia lo que consideramos mejor; y, por consiguiente, solo
nosotros cargamos con las consecuencias de nuestras elecciones. A
él, como a todos los seres racionales, le corresponde asumir la vida
desde las nuevas circunstancias que se les presentan, ya sea para
vivirla o para suicidarse. Siempre será mejor morir dignamente
que degradarse hasta el punto de ser motivo de lástima o falsa
misericordia por parte de la banda de farsantes que nos rodean.
Definitivamente, estamos solos, arrojados, somos-serespara-
la-muerte.
Rubén, el hedonista.
Profesor Novas, aunque estoy de acuerdo con Sartrecito en
la mayoría de las cosas que plantea, ese punto sobre el suicidio es
desafortunado, pues, aunque entendemos, que la vida es disfrute
y placer, no es menos cierto que el placer no se reduce a sexo, de
ahí que juzguemos que la muerte no es solución para nada, ni para
nadie; pues ―pregunto yo―: ¿cuál es la virtud que se obtendría
con el suicidio? Ahora bien, en el caso extremo de que todas las
posibilidades de placer estén agotadas y la vida solo sea sufrimiento,
valoraríamos la eutanasia, nunca un suicidio violento, a menos que
seamos masoquistas.
Definitivamente, nosotros asumimos la visión generalizada
de que el matrimonio es una relación placentera de disfrute entre
la pareja; tanto es así, que una de las causas legales de divorcio
contempladas en las leyes dominicanas es que a uno de los
cónyuges le sea imposible satisfacer sexualmente a su pareja. De
modo que, de la única manera que nosotros toleraríamos la idea
de casarnos con un minusválido e impotente, además, es si este
es el único medio que se tiene de asegurar el estatus económico y
social que nos permita comprar o buscar el placer por medio de un
tercero. Solo así asumiríamos un compromiso social de este tipo,
nunca como carga, según lo conciben Joseph y Alex, sino por pura
conveniencia. Creo que no existe discusión entre nosotros, acerca
de que el matrimonio es placer y disfrute, y supongo que estaremos
de acuerdo, también, de que hay placer dianoético, es decir placer
intelectual, que supere o que se compare siquiera al placer de los
sentidos de dos cuerpos ardiendo de pasión.
Pula, el nihilista.
Profesor, no entiendo el porqué de tanto rodeo con un asunto
sin trascendencia; pues las reglas morales y todos los absolutos que
buscan normar la vida del hombre, en el fondo no son más que el
vano intento de los débiles para evitar que los fuertes cumplan su
razón vital; el hombre tiene una sola virtud, la de ser puente entre
el mono y el superhombre, es decir, un hombre que no esté sujeto
a convenciones trascendentes y que realiza sus propias ansias de
dominio y poder.
El hombre que cae y no se levanta, muere. René es el débil
y no puede frenar la naturaleza de Berkis que es fuerte y solo se
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realizará, rompiendo con todas las reglas morales, religiosas,
políticas, sociales y culturales que pretendan controlar sus deseos,
sus pasiones e instintos más primitivos.
Las expresiones de Joseph, Amelia, Esteban y Alex, no
son más que una mera repetición de un esquema que se traga al
individuo tratando de hacer de él, un todo colectivo, que se pierde
irremisiblemente en la mediocridad de la muchedumbre; mientras
que las afirmaciones de Rubén y Karlos tratan de romper, de algún
modo, con este discurso; pero se quedan también en las marañas
del grupo.
Contrario a todos ellos, creo que los valores de las masas
son inferiores, incapaces de hacer del hombre algo bueno; a
no ser un individuo temeroso, ignorante e incapaz de crear, de
introducirse en su propio desierto para transformarse en algo
nuevo y resplandeciente; es decir, un hombre que no necesita del
prójimo para ser, que se basta a sí mismo, que no necesita ni a Dios.
Profesor Novas.
Muy bien, iniciamos ahora la última ronda, trataremos de
analizar los nuevos puntos de discusión que se han abierto.
Joseph, el estoico.
Profesor, quiero que Amelia me diga, ¿qué clase de religión
es la suya, que juzga la conveniencia, antes que el deber?, ¿será que
cuando su dios habla de yunta desigual se refiriere a las cuestiones
materiales, como el sexo? No comprendo cómo ella trae por los
moños la frase bíblica que dice «serán una sola carne», como si
esto quisiera decir placer sexual; ¿no querrá acaso significar lo
contrario?; entendiendo carne, como solidaridad y compromiso
ante la desgracia del compañero. Sin embargo, a ella se le ocurre
pensar como pragmática, hedonista y utilitarista, no como una
verdadera cristiana, lo cual deja mucho qué decir de esa religión.
El verdadero cristiano jamás aceptará como principio válido de su
moral el simple placer o la utilidad material de sus actos.
Por otro lado, ella nos habla de infidelidad; lo que nos
conduce a suponer que ella como cristiana hace una proyección
de sí misma ante la eventualidad de que su novio o su marido
quedase en la situación de René.
El otro aspecto que quiero abordar es el tocado por
Esteban, cuando se refiere al punto medio como fórmula mágica
de solución al problema. La solución que plantea se parece a
las soluciones de los pragmáticos, ya que ese punto medio solo
es moral en apariencia, porque en el fondo quiere ocultar la
verdadera intención del sujeto. La felicidad está en dar no en
recibir, solo cuando somos capaces de sacrificar los placeres del
cuerpo y damos primacía a los del espíritu, logramos vivir de
acuerdo a la naturaleza, de acuerdo a la razón.
Yo no sería capaz de ir a la cafetería a tomarme un refrigerio
y seguir tranquilamente sabiendo que a uno de ustedes le falta
dinero para el pasaje o para copiar algún material.
Y, finalmente, debo referirme a Pula, dado que su postura,
evidentemente está fuera de toda racionalidad. Si asumimos ese
individualismo enfermizo que él postula como norma de vida,
destruiríamos todo lo que de humano hemos construido a través
de los tiempos. Aunque su posición no nos sorprende para nada,
puesto que nadie puede dar lo que no tiene, y parece que él ha
asumido la vida desde la visión trágica del mundo, haciendo del
día a día su leit-motiv y probando todos los placeres, incluso
aquellos que lo enajenan. Él y Rubén son dos casos de estudio,
pues no se dan cuenta de que ese individualismo conduce a todos
los que lo asumen al crimen, a las drogas, a la homosexualidad,
a la pederastia y a otros placeres degradantes de la humana
condición.
Amelia, la cristiana.
Profesor, creo que cuando el hombre es ajeno a las
cuestiones de la fe, cree que todo lo puede entender mediante la
razón, y no se da cuenta de que existen cosas en la palabra de Dios
que están vedadas para los doctos y que, en cambio, son obvias
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para los ignorantes. Precisamente es ese el sentido de la Palabra
cuando dice que serán una sola carne; no solo se trata de la fe, pues el
Señor quiere que sus hijos se reproduzcan. Entiendo que, tal y como
ha colocado la forma instintiva en los animales irracionales, para que el
animal débil y enfermo no pase sus genes defectuosos a una próxima
generación, ha determinado que las parejas humanas se casen sanas.
Por esa razón entiendo que la yunta desigual hay que entenderla
en su contexto más amplio, no es que nosotros, seamos hedonistas
o utilitaristas al buscar la presencia del placer en el matrimonio, ya
que es innegable que un matrimonio, en esas circunstancias, sería
una apuesta al fracaso, porque serían una yunta desigual, cuando ella
quiera sexo, él no podrá complacerla; cuando ella quiera ir al cine, él
no podrá; cuando ella salga, él se quedará pensando si ella estaría
buscando por ahí lo que él no le puede ofrecer. El cristiano prefiere ser
realista y reconocer todas estas cosas antes de que se presenten, y no
obligar a un miembro de nuestra comunidad a asumir un compromiso
que sabemos, de antemano, que le será difícil cumplir aunque lo desee
con todo el corazón.
Sabemos que la naturaleza humana es mala y defectuosa,
producto del pecado original; mi religión es una religión realista y
prefiere combatir el pecado del hombre evitándole las principales
fuentes de tentación.
Veo con pena que te refieres a mí como una posible pecadora
en las circunstancias de Berkis y creo que estás en lo correcto, pues
el ser humano es débil por naturaleza. Ahora bien, ¿quién puede
oponerse a los planes de Dios? Quien decidió este accidente fue Él, de
modo que si hubiese sido su voluntad que Berkis y René se casaran,
no lo hubiese permitido. Además, ese caso no se da en una pareja
cristiana, pues el varón de Dios sabe que nuestro Señor no solo exige
virtud y obediencia de la mujer, sino también de él; y sabría que su
deber de hombre es dejar libre a su compañera, para que ella realice
su vida conforme al plan divino. Está dicho que no se mueve la hoja de
un árbol en el universo si no es por la voluntad de Dios.
Por otro lado, profesor, me gustaría saber si usted asume el
punto de vista de Esteban sobre el punto medio, porque asumirlo sería
erróneo, pues convertiría los asuntos morales en pura convención, lo
que naturalmente negaría las leyes de nuestro Dios.
Profesor Novas.
Amelia, debo decirle que mi papel en este debate no es el
de tomar posiciones a favor o en contra de los enfoques éticos que
se han planteado. Mi misión como docente, es, dirigir el debate por
buen camino, evitando las contradicciones internas en los diferentes
discursos que se han expuesto, porque, al fin y al cabo, no pasan de ser
eso, discursos que intentan apropiarse de un ente problemático como
los valores. Ahora bien, al final de los debates me corresponderá hacer
las reflexiones finales y, si esto implica asumir una posición, así será.
Esteban, el aristotélico.
Quisiera iniciar mi segunda intervención, respondiéndole a
Alex, sobre quién es el que establece el punto medio. El punto medio
o punto de equilibrio en la acción moral está dado por la razón de los
miembros de una comunidad.
Segundo, debo decirle a Joseph y Amelia que no hay evasión
de la responsabilidad en el punto medio; que por el contrario, el fin
último del punto medio es evitarle a las comunidades las aberraciones
morales que se cometen bajo el pretexto del sacrificio estoico, o el
seguimiento ciego de unas normas de tipo religioso que conducen a
los individuos como borregos‒cotorras, es decir, individuos que siguen
el sendero de la manada y que repiten como pericos lo que se les ha
dicho que crean, pero sin entender nada.
Nosotros tenemos claro, que solo obra quien posee los medios
para hacerlo; que no basta la intención o sacrificios inútiles. ¿Qué acto
posee más valor moral, el de aquel que queriendo hacer el bien se
ve impedido por carecer de los medios o la de aquel que sin tener
ninguna intención o sin manifestarla hace el bien por estar en posesión
de los medios?
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Pula llama a nuestros planteamientos, de masas, inferiores
y enfermizos; mas yo le pregunto, ¿cuál es el modelo que propone?
¿No será que su permanencia en el mundo de los psicotrópicos le
ha hecho inventar una moral independiente de la comunidad, en
cuyo caso lo felicitaríamos por su originalidad y por haber cavado,
de paso, la tumba de la humanidad; por cuanto todo el mundo sabe
que lo único que hace humanos a los hombres es la moral, y la
moral solo es posible en comunidad; nunca entre los dioses o entre
los salvajes?
Karlos, como existencialista, tiene puntos de vista
interesantes, al asumir la libertad como valor supremo del ser
humano; pero, su teoría se cae cuando opta por sugerir como
solución el suicidio, y aquí coincidimos con Rubén en el sentido de
que la muerte no es solución para nada. Dado que si consideramos
la gran cantidad de cosas positivas que René puede hacer con su
vida, resulta absurda la idea del suicidio. Él puede servir de ejemplo
a sus amigos y familiares, llevando una vida sobria, sin caer en
debilidades, buscando el placer espiritual por medio de la lectura,
las artes y otras actividades nobles. Puede además, seguir siendo un
magnífico comerciante, pues ha probado ser bueno y nada le impide
continuar o formar una asociación de personas traumatizadas por
accidentes de tránsito y, de ese modo, dar su testimonio a personas
que pasan por ese momento crucial en su vida. Además, profesor, a
las mujeres no se las puede tomar tan en serio.
Finalmente, veo que Rubén y Narciso asumen como solución
puntos de vista muy relativistas, y por ese camino no se construye
humanidad. Estamos de acuerdo que el matrimonio no es la
solución en este caso; pero tampoco es correcto que ella abandone
a este hombre como un desperdicio viejo, máxime cuando él no ha
dado motivos válidos. Y no es verdad, como se ha insinuado, que
es una falta de su parte la intención que ha manifestado de seguir
con los planes de boda, estando hemipléjico. Habría que tomar en
cuenta que está muy afectado emocionalmente por la desgracia
que le ha llegado.
Nuestra sugerencia a Berkis sería, que le regale tiempo a
René para que comprenda y acepte lo inevitable, que recuerde que,
como dice Tito en la colora, «el tiempo todo lo iguala y lo justifica».
Alex, el kantiano.
Profesor, me parece interesante la discusión que se ha
generado esta tarde, lo que de cierto modo, muestra algo diferente
de la opinión que tienen algunas personas, que consideran que no
existe espacio para la reflexión filosófica en este mundo agitado
y convulso. La satisfacción que me ha producido escuchar las
argumentaciones de los compañeros es tan inmensa, que por
un momento me he visto tentado a conciliar con las posturas de
algunos de ellos; sin embargo, como dice el alacrán, «está en mi
naturaleza» o, más bien, en la de la reflexión filosófica, no conciliar
más que con la razón y la verdad. De ahí la necesidad, de objetar
los puntos de vista de todos mis compañeros; por considerarlos
particulares e interesados. Yo reitero mi posición inicial en el sentido
de que la moral debe fundarse en la razón y la razón no manda de
soluciones particulares.
Profesor Novas.
Yo comprendo su posición; sin embargo, la crítica que se
le ha hecho al kantismo contiene una parte de la verdad, pues se
argumenta que ustedes quieren fundar la moral sobre un juicio
a priori, y esto es puro formalismo, pues no toman en cuenta el
hecho moral como tal, es decir, que aíslan la acción moral de los
individuos de su contexto social. Y lo analizan solo en lo formal. Está
claro que la simple intención no prueba nada; además, ella misma
necesita la parte material de la acción para expresarse.
Alex, el kantiano.
Profesor, entiendo que es correcta la apreciación que hace
sobre lo a priori de nuestra concepción moral; sin embargo, ese
punto que nos critican otras concepciones morales es la que hace
fuerte la moral kantiana. Si todos reducimos el valor moral al acto
mismo y al contexto social, no habría manera de saber qué es lo
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justo, qué es lo correcto y qué es lo moral, pues siempre estaríamos
justificando nuestras malas acciones bajo cualquier falso argumento.
Entendemos que el hombre, en el acto moral, no es un esclavo que
recibe pasivamente los valores que su medio social ha elaborado; él
es quien ordena el mundo; es su razón la que le da sentido y orden
al mundo; es legislador y juez de su propia moral.
El ser humano no debe actuar por inclinación, sino por deber.
Por ejemplo, Kant plantea que si un hombre que está sufriendo una
grave enfermedad que le hace insoportable su propia existencia,
y aunque su inclinación natural le aconseje suicidarse, no debe
hacerlo, porque el deber ordena soportar hasta el último momento;
ya que si por inclinación, es decir, por dolor, él decide acabar con su
vida, estaría dando un ejemplo negativo a sus hijos, a sus hermanos
y amigos; estaría matando a la humanidad en su persona.
Nuestro celo por no fundar la moral en cuestiones materiales
es para evitar las contradicciones en que incurren los compañeros;
veamos el caso del estoico, quien funda la moral sobre el sacrificio
de los placeres de la carne, con el fin de lograr la felicidad o el bien
moral, pero ¿quién asegura que el individuo que hace sacrificios no
lo hace por inclinación o por imitación, sin que necesariamente él
mismo comprenda la necesidad y el valor de su acción?
Podría darse el caso de que el sujeto que él propone, aquel
que sacrifica sus deseos de tomarse un jugo para darle ese dinero
a un compañero que no tiene pasaje, no lo haga por voluntad
propia, sino por la imposición de la cultura y de las tradiciones que
le muestran mil veces las mismas acciones, y esto no convierte su
acción en moralmente buena. Si fundamos la moral en ejemplos
como ese tendríamos que aceptar que la acción que realizó una
gata que vivía en un garaje de la ciudad de New York con sus cuatro
crías, y que, al ver atrapadas sus crías en un incendio, penetró varias
veces al lugar hasta retirar al último de ellos; pero no pudo evitar
graves quemaduras que le provocaron la muerte, según destacaron
los medios.
Asumiendo el criterio de Joseph de que la moral es sacrificio,
habría que atribuirle a esta gata los máximos valores morales por
salvar la vida a sus criaturas al precio de la suya.
Por otro lado, no puedo aceptar la visión de Amelia, sin
antes hacerle una crítica de fondo. Sería pertinente establecer
las diferencias de las máximas del cristianismo y de las kantianas.
Lo primero es, que el cristianismo busca el cumplimiento de sus
máximas, mediante el dogma de la fe, el temor al castigo y la
amenaza permanente; mientras que el kantismo busca la autonomía
moral del sujeto, procurando que cada uno sea legislador y juez de
sus propias acciones, sin esperar recompensas y sin temor a castigo
alguno.
De modo que esa es la debilidad de los sistemas morales
heterónomos, pues no está claro si el individuo actúa por deber o
por inclinación.
Esteban nos obliga a responderle de modo similar, pues su
respuesta es simplista y cree que basta con decirnos que el punto
medio está dado por la racionalidad del individuo. Sería bueno
preguntarle si no fue ese punto medio y esa racionalidad, la que
permitió al maestro Aristóteles afirmar que ni los esclavos, ni las
mujeres, ni los niños, ni los dementes tenían moral. Esto evidencia
que ese punto medio de Aristóteles no es el punto medio racional,
sino el punto medio cultural. Con este discursito justificaríamos las
acciones más perversas.
Sobre el pragmático, poco tenemos que decir, pues de su
discurso no podemos extraer ningún contenido moral, en razón de
que se limita a valorar los resultados, o la utilidad que aporta el
hecho al sujeto o a la comunidad y bajo una relativización de los
valores así no es posible construir una comunidad moral.
Karlos resulta ser un sujeto con posturas interesantes,
como afirma el compañero Esteban, al asumir la libertad como
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valor supremo del ser humano, pero comete la aberración de
asumir como válidas, moralmente, las acciones motivadas por
la inclinación (placer, dolor e interés) si el sujeto las asume «con
responsabilidad» y aquí surge la pregunta. ¿Conciencia de la
responsabilidad de quién? Un sujeto que cultiva los valores morales
negativos puede asumir esta postura y en nombre de ella cometer
los mayores crímenes. Ustedes recordarán el caso de un recluso de
La Victoria, solicitado por la DEA en extradición, quien, para no ser
extraditado, asesinó a su compañero de celda, a fin de permanecer
preso en la República Dominicana. Según se puede observar, este
sujeto tiene plena conciencia de su responsabilidad y ha asumido
las consecuencias; y, en tal sentido, según Karlos, es un buen
existencialista.
Sobre Rubén y Pula hay poco que decir, pues son dos sujetos
que están fuera de racionalidad y, por tanto, es imposible cualquier
tipo de diálogo racional al respecto.
Desde mi punto de vista, estas posturas son sumamente
peligrosas, pues a partir de ellas se llegaría a las drogas, los peores
vicios y las pasiones más aberrantes, y esto, naturalmente, conduce
a la anarquía moral y, por ende, a la disolución de la sociedad
humana.
Karlos.
No tengo comentarios.
Rubén.
Ya fijé mi posición al respecto.
Pula.
Les recuerdo que no veo en ese caso ningún problema
moral.
Narciso.
Que se casen, y veremos los resultados en tres meses.
CONCLUSIÓN
Profesor Novas.
En mi condición de moderador del debate, me corresponde,
como se me ha solicitado, emitir mi opinión sobre el caso que nos
ha ocupado en esta ocasión y dar un vistazo rápido a los diferentes
enfoques éticos, que con tanto nivel han expuesto unos y otros.
Mi recomendación al señor René y a la joven Berkis es
la siguiente: uno y otro deben darse apoyo, para superar el mal
momento por el que hoy pasan, pues las cosas no son siempre como
uno las planifica y, sin embargo, estamos obligados a vivir la vida con la
incertidumbre de no saber qué traerá el día de mañana.
El señor René, en mi opinión, debe armarse de valor y liberar
a su novia del compromiso; pues, al dejarla libre, estará haciendo
lo correcto para ambos; aunque, si observamos bien, de ese modo
estaría poniendo a favor suyo la nobleza que existe en los seres
humanos, y es muy posible que la joven Berkis valore positivamente
su altruismo y sienta la libertad de asumir un nuevo compromiso, ya
no por los compromisos anteriores, sino por sentirse valorada en las
nuevas condiciones. Si el señor René no la libera moralmente de su
compromiso, ella encontrará en la comunidad de amigos, de ambos, el
apoyo y la complicidad necesaria para abandonarlo tarde o temprano.
Finalmente, si ella decidiere abandonarlo sin la justa solidaridad
que manda la razón, la comunidad le brindaría la solidaridad que Berkis
le niega y le enrostraría a ella su falta.
A la joven Berkis, me atrevo a recomendarle como salida,
mostrar su lado más humano respecto a este joven, permitiéndole
que sea el tiempo el encargado de definir su situación. Pues,
aunque nuestra cultura ha definido el matrimonio como placentero,
tampoco tolera que se abandone al amigo en desgracia. Que no
piense que René quiere retenerla a su lado por simple egoísmo,
pues a él lo educaron como un macho machista.
EULOGIO SILVERIO EL PROBLEMA DE LA ELECCIÓN MORAL
64 65
Si ella decidiere abandonarlo en el momento presente,
sería una decisión apresurada, ya que las comunidades esperan de
sus miembros aunque sea un mínimo de racionalidad, equidad y
prudencia en sus decisiones, máxime ante el débil y ante el que
sufre.
Que no se apresure.
Ahora bien, sobre los argumentos que ustedes han
postulado, preciso decir:
1) Que la moral estoica no es para las masas, pues solo un
individuo de una alta sensibilidad humana y una alta preparación
intelectual, poco común en estos tiempos, podría asumir la visión
moral estoica, debido a las implicaciones que esta conlleva; lo cual
no significa que no sea posible y valedera, pero no en una sociedad
tan utilitarista, hedonista y nihilista como la de hoy.
2) La postura cristiana es válida en tanto que es visión moral
que permite formar en la razón a las masas más oscurecidas, porque
basa su fuerza principal en el temor a Dios, y esto es un freno a la
condición animal del ser humano sumido en la ignorancia; aunque
resulta innecesaria para el sujeto autónomo formado por los
valores cívicos de una moral laica que le permite hacer lo correcto
por voluntad propia.
3) El enfoque ético del señor Aristóteles podría ser
sumamente valioso en una comunidad racional, es decir, en una
comunidad compuesta por seres poseedores del logos, que
escuchan al otro; pero no así en una comunidad de esclavos que
solo obedecen al látigo del amo o al trueno del rayo de Dios.
Considero, al igual que el señor Alex, quien ha sostenido la postura
kantiana, que, fuera de una comunidad como esta, el punto medio
resultaría difuso y confuso (comprensible en Aristóteles, porque él
excluía de su ética a los esclavos, las mujeres, los niños y dementes,
y solo incluía a los ciudadanos griegos, entendidos estos como
seres racionales, en el sentido griego, es decir, como poseedores
del logos). Fuera de ahí, el punto medio se convertiría en un punto
medio cultural y situacional, desvirtuado por las contaminaciones
de las culturas, las tradiciones religiosas y los poderes social, político
y económico.

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