FINALIDAD Y MEDIOS EN EL ACTO MORAL

fotografía del prof. Eulogio Silverio

Profesor Novas.

Buenas noches, compañeros y compañeras, me complace verlos de nuevo, listos y dispuestos para una nueva jornada de trabajo, de las ya habituales en nuestra Sociedad de Investigación Filosófica Andrés Avelino. Me complace su presencia y buen ánimo.

Hoy analizaremos una problemática nodal de la cuestión ética esa problemática es el valor moral visto desde la perspectiva de los medios materiales y espirituales que se poseen para producir el bien, sin tener intención de hacerlo; o, dicho de otro modo, ¿Se puede hablar de acción moral cuando un individuo que posee ciertas destrezas para hacer algo, se involucra en una acción por circunstancias  especiales, tales como presión social o simplemente buscando una recompensa por su acción?  Tal es el caso del médico que, de repente, se encuentra con un accidente de tránsito donde hay personas heridas las cuales reclaman atención urgente, pero acaba de casarse y se dirige al hotel con su esposa a pasar la luna de miel. Al pasar frente a los heridos piensa: «esa no es mi responsabilidad, seguramente los accidentados son borrachos o adictos sinvergüenzas»; sin embargo se detiene y ayuda a las  víctimas por la insistencia de su esposa, la cual piensa que el médico es médico antes que cualquier otra cosa.

Finalmente, este médico procede a dar los primeros auxilios a los accidentados; pero en contra de su voluntad, maldiciendo la hora y el día en que decidió hacerse médico.

¿Podría decirse que la acción del médico que actúa bajo estas circunstancias posee valor moral; ya que, gracias a su intervención, se salvó la vida de tres de los accidentados?

¿Qué es más importante en el acto moral: los medios o la intención? 

Pero, así mismo debemos preguntarnos al responder esta interrogante, si tiene algún valor moral la actitud de decenas de transeúntes mirones que se amontonaron a ver el accidente y que tenían las más buenas intenciones de ayudar a los heridos según su decir, pero que no pudieron hacer nada por desconocer lo elemental de los primeros auxilios.

¿Qué acción tiene mayor valor moral, la del que puede y no quiere hacerlo; pero lo hace finalmente –como el médico–, o la de aquel que quiere hacer cosas y no puede hacerlas, porque carece de los medios apropiados para actuar –como los mirones–?

Sin embargo, prefiero que concentremos nuestros mayores esfuerzos en un caso menos complicado, pues se trata de un caso conocido perfectamente por todos nosotros. Me refiero al caso narrado por el profesor Juan Bosch, en un cuento titulado «En un Bohío».

La situación planteada en este cuento es la siguiente: «…una mujer flaca y enferma que vive con sus tres hijos, casi muertos por el hambre, pues tienen varios días sin comer y que además están padeciendo de una fiebre que amenaza matarlos ese mismo día. Terminada la última  esperanza de conseguir alimentos y medicina por sus propios medios, y sin la posibilidad de que regresara su esposo que estaba preso, la mujer le pidió al único hombre que pasó en tres días por aquel camino solitario, que le diera algo, que le diera alguito, que sus hijos estaban enfermos y con hambre desde hacía días; pero aquel hombre no dijo nada, simplemente la miró como mira un buitre a su presa y ella comprendió lo que él pretendía y le dijo, ¡bájese! y él respondió: sólo tengo medio peso, y ella le dijo:  «…está bien bájese…»

La pregunta nuestra es la siguiente: según la ética de los fines y de los medios, ¿es inmoral esta mujer si recibe dinero por acostarse con ese hombre en estas circunstancias? ¿Qué valor moral tiene la intención de esta mujer?

Alex, el kantiano.

Profesor Novas, como usted sabe, nosotros los kantianos somos quienes hemos sostenido con mayor rigor que el modelo ético que juzga el acto moral por la intención es superior al modelo que juzga el acto moral por los medios que posee el sujeto que obra.

Como es conocido por todos, nuestra visión moral se sustenta en la razón como guía de los actos que hacemos y en consecuencia nos limitamos a cumplir simplemente lo que la ley del deber manda.

Además profesor, creo que esta es una magnífica oportunidad que usted nos brinda para demostrar una vez más que la intención que tiene el sujeto a la hora de obrar es más importante que los medios; pues, allí donde actuamos en contra del placer, el gusto, las inclinaciones son los únicos casos en que nuestros actos tienen valor moral, porque cumplimos el mandato de la razón. Acuérdese lo que pregunta Jesús a sus discípulos «qué mérito tiene que ustedes amen a sus familiares».

El caso de la señora que menciona el Prof. Bosch, es perfectamente aplicable a lo que dice Jesús y nos permite afirmar que ella obró de acuerdo a un mandato del deber; mas, ¿qué acto podría ser moralmente superior a éste? Observemos que ella fue capaz de soportar hasta el último momento, esperando al marido que estaba preso y, además, buscó lo poco que quedaba de valor en el monte o en su casa; pero todo fue inútil. Quiso también esconderse para no ver al hombre pasar y no verse tentada a pedir a un extraño; algo que es amargo para un campesino dominicano, acostumbrado a sufrir hambre y enfermedades, pero, con dignidad.

Finalmente, esta mujer hizo lo que tenía que hacer: sacrificar su orgullo de mujer por un mandato del deber, que le ordenaba de manera imperativa salvar a los que dependen de ella.

De modo, profesor Novas, valoramos como moralmente positiva la acción de la mujer, porque la intención que la mueve a actuar de ese modo persigue algo sumamente bueno y además, su acción no buscaba nada para sí misma, sino para sus hijos, que eran su responsabilidad.

Esteban, el aristotélico.

Profesor Novas,  estos kantianos nos producen  risa por lo sabios que pretenden ser y lo tontos que son en realidad, pues, si nos ponemos  a analizar bien la acción de la mujer, nos damos cuenta de que si su acción tiene algún valor moral, es precisamente porque utilizó los medios de los que disponía para resolver una situación de hecho.

Lo primero, es que fue capaz de esperar y buscar todas las soluciones disponibles como la de recoger lo poco que quedaba en el monte.

Segundo, no se ofrece como prostituta, pide lo que necesita y termina usando el último recurso que le quedaba.

Todo esto es posible porque poseía un medio para hacer el bien y lo usó para salvar la vida de sus hijos; sin embargo, hay que precisar que otra fuera la historia si el que quiere hacer algo no dispone de ningún medio material y solamente cuenta con su buena voluntad.

Coincidimos que si esta mujer no hubiera poseído medios materiales para hacer lo que hizo, hoy estaríamos hablando de cuatro muertos por hambre: una madre –kantiana como Alex– bien intencionada y sus tres hijos.

Creo haber aclarado, que para obrar moralmente se necesitan los medios materiales, no sólo palabras.

Por ejemplo profesor, ¿cómo sé si esta mujer actuó por mandato de la razón, como dice Alex, y no lo hizo por un llamado del instinto, como hacen los animales irracionales?

Amelia, la cristiana.

Profesor Novas, sabemos que en esta discusión sobre la intención y los medios en el acto moral, tenemos muy poco que decir; pues son Kant y Aristóteles quienes han desarrollado sus discursos desde los  extremos, mientras que nosotros los cristianos hablamos únicamente del fin, pero no con el sentido que le da  la filosofía kantiana, sino  como determinación, como consecuencia última de toda acción humana en el plan de Dios; recuérdese que para nosotros ninguna acción del individuo es enteramente suya, sino que en cada cosa que el ser humano hace, está presente la mano poderosa del Señor.

De ahí que entendamos la acción de la señora del bohío como un acto de fe en el Señor Jesús, ya que todo buen cristiano sabe que la vida humana es inviolable, es algo que debemos preservar, aún más cuando son seres inocentes e indefensos que dependen de uno. La madre no podía dejar morir a sus hijos por orgullo, vergüenza o falta de diligencia; pues, su obligación con Dios está primero que con la moral de los hombres.

¡Qué importa la moral de los hombres, si existe un Dios que lee los corazones! Nuestro Señor es un Dios de amor, de bondad y de perdón y premia a quien ama tan intensamente a los suyos que es capaz de hacer el más grande de los sacrificios por salvarle la vida; de modo que si ella actuaba de otro modo era una insensata egoísta.

¿Sabe por qué lo digo, profesor Novas? porque yo sé que muchos de los presentes podrían estar pensando que un cristiano verdadero debió sentarse a esperar que el Señor provea como lo hizo en el desierto durante el éxodo del pueblo hebreo; pero yo  les digo que los caminos del Señor son extraños y extraño es su modo de obrar; fíjese que es éste hombre mezquino el primero que pasa por ese camino en una semana y quién sabe si esa es una señal del Señor para probar cuánto amor tenía esa mujer para con Él; pues, está escrito en la Palabra, que aquel que no sea capaz de los más grandes sacrificios, no es digno de su amor.

Finalmente, quiero responder una pregunta que sé  muchos se harán.

Profesor Novas.

¿Cuál es esa pregunta Amelia?  

Amelia, la cristiana.

Usted sabe bien que todos quieren saber si yo haría lo mismo que la mujer del bohío.

Profesor Novas.

¿Y que haría?

Amelia, la cristiana.

Claro que haría lo mismo; yo no tengo compromiso con la moral de los hombres, sino con los mandatos de Jesús.

 Chago, el marxista.

Profesor Novas, la discusión de esta noche tiene mucho que ver con la anterior sobre la autonomía y la  heteronomía moral; señalo esto  motivado en la evidencia simple de que el sujeto que elige como modelo de comportamiento moral una visión extremista termina viéndolo todo a través de ese prisma de parcialidad; pero nosotros los marxistas, asumimos las cosas desde  la crítica, buscando rescatar de manera dialéctica los elementos positivos que tiene cada cosa; pues es una verdad probada que los extremos no son «el todo», sino parte de él y como sólo el todo es verdadero, la verdad no puede estar completa en una de sus partes.

Es por cuanto que decimos que el valor moral de la acción está determinado por los medios utilizados y también por la intención; pues no hay intención sin medio ni medio sin intención.

Lo primero que habría que ver es si la mujer que fue capaz de ceder su cuerpo a cambio de medicinas y comida para los hijos, no tuvo intención y medio al mismo tiempo, de ahí que estimemos bizantina las posiciones de Alex y Esteban al priorizar los fines el primero y los medios el segundo; cuando en realidad está claro que el acto moral verdadero tiene realidad cuando intervienen ambos componentes en la acción; tal es el caso de la mujer en el bohío.

Imagínese, profesor Novas, la situación de un sujeto bien intencionado, pero que no mueve un dedo para mostrar su supuesta buena intención; por ejemplo, si esa mujer, en vez de salir al camino y hacer lo que hizo por sus hijos, se esconde en su casa, y no hace nada.

¿Cómo sabríamos de su intención?

En todo caso, la acción que realiza un sujeto que dispone de medios, pero carece de la buena intención kantiana para obrar, a nuestro juicio, es preferible a la simple buena intención.

No se olvide profesor que la moral del marxista dependerá siempre de la necesidades.

Profesor Novas.

Chago ¿y qué implica esto en términos prácticos?

Chago, el marxista.

Bueno, profesor, esto quiere decir que se es sujeto en tanto se tiene conciencia de la responsabilidad y que el sujeto debe conducirse de acuerdo con lo que demandan las circunstancias; pero siempre apegado a principios humanísticos.

Pula, el nihilista.

¿Humanísticos como la ideología que decía tener el perredeista Fafa Taveras, que se pasó toda una vida diciéndose comunista y finalmente terminó destapándose como un vulgar chivato y mercenario de los gángsteres del PRD?

Chago, el marxista.

Evidentemente Pula, que ese carajo que tu menciona nunca representó el ideal marxista, ese no es más que un caga patio. Ustedes saben que cuando hablamos de humanismo nos referimos a personas tales como Ernesto che Guevara; quien fue capaz de sacrificarlo todo por sus ideales revolucionarios de justicia e igualdad.

Karlos, el existencialista.

Profesor Novas, según nuestra valoración, el valor del acto moral no depende, ni de la finalidad ni de los medios usados; sino más bien de la responsabilidad con que el individuo hace uso de su libertad para elegir, pues una cosa es clara, siempre habrá intención y medio en la acción moral, ya que el que elige lo hace conscientemente y esta elección implica una intencionalidad y un medio.

Para la moral existencialista, lo que cuenta en este caso, como en todos los demás, es la responsabilidad del individuo al hacer las cosas. Un vistazo a la situación de la señora del cuento nos lleva a preguntarnos: ¿Cuál sería su estado de ánimo una vez que decidió acostarse con el hombre a cambio del medio peso? Según se puede apreciar, en el momento es que el ser humano elige su moral y tiene valor moral si y sólo si el sujeto es capaz de asumirlo responsablemente frente a su propia conciencia.

Finalmente, me gustaría ver a esta mujer frente al esposo, para ver si es capaz de decirle cara a cara, «Teo, fue necesario que me acostara con un hombre que pasó por el camino, para que se salvaran los muchachos»; para contemplar la reacción del pobre campesino confundido y avergonzado por permitir que su mujer se prostituyera para cumplir con una responsabilidad que él considera exclusivamente suya. Supongo que pasado unos minutos, ya una vez más calmado, comenzará a maldecirla por «vagamunda, sinvergüenza y mala esposa», olvidando de una vez y para siempre la nobleza de su mujer; que su ignorancia machista no le permite entender.

Dicho de modo más claro, para nosotros lo único que cuenta en una acción moral es la responsabilidad con que asumimos nuestros actos, ya que nosotros no creemos en la moral a priori. Nosotros no nos aventuramos a formular juicios a priori valorando el acto moral por los medios o por la intención. ¿Quién podría establecer con certeza cuándo un individuo posee buenas intenciones? ¿Quién sabe si todo es una farsa, un teatro para tomarnos el pelo? Recuerde que vivimos tiempos cimarrones y aquí nadie sabe de qué es capaz el otro. Yo puedo dar testimonio, de que al menos tres evangélicas de aquí, de esta universidad, me visitaban en casa supuestamente a estudiar; pero en realidad lo que menos hacíamos era eso, y sin embargo, todo el mundo, incluyendo a sus novios, hermanos de congregación y familiares siguen pensando que su única y verdadera intención al visitar mi casa era estudiar. Y con todo y eso, yo no las juzgaría como inmorales si hubieran asumido sus acciones con la responsabilidad debida.

Profesor Novas.

Karlos, las intenciones de ellas las vemos claras y evidentes y creo que todos los presentes aquí pueden apreciar lo mismo.

Karlos, el existencialista.

Perfectamente, profesor Novas, ese es el punto, ahora todo el mundo puede ver las intenciones de ellas, cuando visitaban mi casa a estudiar pero, ¿quién además de ustedes puede juzgar a esas muchachas sin conocer este detalle que les relaté?

Ya sabemos que Alex dirá que son inmorales sus acciones, porque usaron como medio el evangelio para cubrir sus andanzas amorosas; y que estas relaciones amorosas no tenían ningún buen fin; y nos parece escuchar a Esteban discursando sobre que no usaron los justos medios para vivir sus pasiones. Pero, a decir verdad, todo esto está de más; ya que según como nosotros lo vemos, lo importante es que ellas no pudieron asumir nunca con madurez sus pasiones y enfrentar lo que en realidad son y serán «simples seres humanos» temerosos que se mienten a sí mismos, al no querer aceptar la responsabilidad de sus actos y en cambio utilizan la excusa tonta de que «si Dios permite que esto pase, es porque es su voluntad».

 Alex, el kantiano.

Parece que la discusión sobre el asunto de la finalidad y los medios en el acto moral se hará eterna, porque si aún entre nosotros los filósofos es tan difícil comprender lo obvio, ¿qué dejamos para las personas ajenas a este quehacer?, digo esto, profesor, porque yo nunca he dicho que es fácil saber cuándo se actúa por deber y en busca de un fin correcto de acuerdo a la justa razón y no por instinto, sin embargo, favorecemos este tipo de incidente porque nos da la oportunidad de explicar mejor los postulados de la ética kantiana.

Nuestra ética se sintetiza en una sola expresión: «Aunque no haya en el mundo una sola acción hecha de acuerdo como lo manda la razón, el ser racional debe hacer en su vida moral sólo aquello que la razón manda hacer por deber y no por inclinación».  Esta máxima de la moral kantiana deja claro una cosa: que los ejemplos que tratan de restar mérito a la ética kantiana porque en la práctica resulta difícil determinar cuales  acciones  son hecha por deber y cuales son hechas por inclinación, no nos quitan el sueño y, contrario a ello, nos motivan a explicar con mayor ahínco porqué la moral que juzga la acción por los fines y no por los medios es superior a la postura que juzga  simplemente los medios; la conciencia de la responsabilidad, como dice Karlos, o el fin determinista que dice Amelia, y mucho menos lo que dice Chago sobre la conciencia de la necesidad.

Recordemos los ejemplos narrados en la revista Arjé No.I.

  1. a) – el hombre que encontró el accidente en la carretera y que, tratando de ayudar a los accidentados del peligro, provocó la muerte de varios de ellos por su falta de conocimiento;
  2. b) – Recuerden el caso de Papillón, el presidiario francés que arriesga su vida para salvar la de una niña de 11 años, hija del jefe de la prisión;
  3. c) – Recuérdese también el caso que narra el profesor Bosch, en su cuento, Camino real, donde un joven amigo de él fue capaz de robarse el caballo del dueño de la finca para venderlo en cincuenta pesos, dárselo para que pudiera ir a la capital a estudiar. ¿Quién podría decir que este muchacho es un ladrón malvado y no un hombre sumamente humano y justo, que fue capaz de sufrir prisión por ayudar a un amigo que quería progresar, y era impedido por la consciencia perversa de los amos quienes saben que el saber es libertad, y la libertad de los hombres conspira contra el poder instaurado sobre la ignorancia?;
  4. d) – Finalmente, recuerden el caso de los bomberos de San Pedro de Macorís, quienes fueron encontrados culpables de negligencia en su ejercicio profesional, pero inocentes moralmente, por no haber tenido mala intención.

Profesor Novas.

¿Y como es eso Alex, que usted separa la acción profesional del individuo de su responsabilidad moral?

Alex, el kantiano.

Profesor Novas, no es que se separan, sino que, ciertamente, no podemos reducir una a la otra; por ejemplo, juzgar la acción del profesional corresponde al juez de lo penal, quien debe asesorarse por expertos para formar sus juicios; pero el juez de lo moral, solamente juzga la intención que los motivó a actuar de ese modo; si es buena la intención aunque produzca un mal, el juicio moral lo declara inocente; pero si la intención es mala aunque produzca un bien, obtiene la condena moral.

Esteban, el aristotélico.

Profesor, los planteamientos del compañero Alex nos devuelven al génesis del problema; lo cual nos obliga a recordarle cuales son las debilidades de su discurso.

Profesor Novas.

Me parece bien que usted retome esa manera de hablar, pues el compañerismo se ha perdido entre los estudiantes de esta universidad.

Esteban, el Aristotélico.

Gracias, profesor Novas.

Quiero hacer notar que ese punto que Alex resalta como de mayor solidez en su postura, es fuerte sólo en apariencia, puesto que cuando le metemos lápiz,  nos convencemos de su cojera; por ejemplo, según Alex el cuerpo de bomberos debe ser considerado moralmente inocente porque no tenía intención, y profesionalmente culpable, porque cometió imprudencia; pero yo afirmo lo contrario, pues el cuerpo de bomberos resulta moralmente responsable precisamente por ser un cuerpo de profesionales entrenados para actuar en estas circunstancias; de aquí se entiende que la simple intención no exonera al individuo de sus competencias, de modo que, todo profesional de la salud, tiene la obligación de usar adecuadamente los medios que posee; porque de lo contrario, estaría obrando de manera inmoral.  Por ejemplo, existe lo que se llama la ignorancia culpable, y por esa razón, el médico, la enfermera, el paramédico, el farmacéutico y cualquier personal de salud, autorizado por el Estado para ejercer dichas profesiones, no pueden alegar ignorancia en los asuntos que están llamados a saber.

Esto así profesor, sencillamente porque el único que hace el bien es aquel que tiene medios para hacerlo, de ahí que no podamos divorciar la moral de las cuestiones prácticas, porque si hacemos eso caeríamos en la ridiculez de considerar como campeón de la moral a cualquier imbécil que dice tener buenas intenciones pero que sus acciones dicen lo contrario.

Imaginemos la situación siguiente: «cae ahora mismo la compañera Amelia en el piso, se desmaya y amerita una rápida acción; pero ocurre que ninguno de nosotros sabemos qué hacer ya que no somos médicos.  Pero Alex, quien es el único en saber que ella sufre de diabetes, de inmediato busca en la cartera de la compañera el frasco de la insulina que carga permanentemente con ella; sin embargo, él desconoce que ese día ella se había suministrado la dosis correspondiente, pero no había consumido la cantidad suficiente de glucosa, de manera que esto ocasionó una disminución excesiva de glucosa en la sangre provocándole un coma hipoglicémico y, ¡Oh, santos errores! cuando Alex, el bien intencionado, le inyectó una nueva dosis de insulina le provocó la muerte casi instantánea, ya que en esos casos lo que se debe hacer es lo contrario a lo que hizo.

¿Cómo juzgarlo, como culpable o como inocente?

Evidentemente que es responsable, porque obró con exceso de acuerdo a los medios que disponía. El ignorante en una materia como ésta debe limitar sus esfuerzos a sus capacidades, que en su caso se limitaba a procurar llevarla a un centro médico de inmediato, llamar una ambulancia de ser posible; pero jamás proceder como médico cuando no lo es.

Alex, el kantiano.

Profesor Novas, por lo visto a Esteban le será muy difícil comprender la moral kantiana; porque así como él plantea las cosas, hasta un tarado se daría cuenta de que una acción similar no pertenece al reino de los fines, pues a todas luces se nota que se obra con imprudencia, guiado por la emoción, y ya hemos dicho que las cosas que se hacen por inclinación no poseen valor moral desde nuestro punto de vista. Ahora bien, otra cosa sería que yo sin ser médico, efectivamente ante una situación como la planteada, tomara a la compañera y salga corriendo para la clínica más cercana, y producto de mi acción le provoco la muerte o daños mayores, porque luego se nos explica que ese caso  requería reposo absoluto.

En una situación así, es lógica la dispensa moral, porque mi intención es clara y es una acción que se puede universalizar, porque todos los seres racionales estarán de acuerdo conmigo en creer que lo correcto, si alguien se enferma frente a nosotros, es llevarlo a un facultativo lo mas rápido posible.

Amelia, la cristiana.

Profesor, es evidente que Esteban confunde el juicio moral con el juicio legal. Por ese camino no se podrá llegar nunca a un acuerdo y finalmente las personas terminarán comportándose como en los países industrializados, los llamados postmodernos, donde las personas se temen uno a los otros porque allí se ha perdido el sentido de lo humano, se ha perdido la fe, impera un pragmatismo y un utilitarismo azaroso.

Esa moral aristotélica es una sinvergüenza que va a cambiar según cambia la geografía y la época. Los únicos valores que son válidos aun después de la muerte son los valores cristianos, puestos por Dios en la Biblia. Si una persona cae enferma delante de mí no me voy a detener a pensar qué dicen las leyes sobre eso; yo hago lo que me diga el corazón y nada más.

Chago, el marxista.

Profesor, en este caso que plantea Esteban, como en los anteriores, la repuesta de nosotros los marxistas es la misma: toda acción humana se realiza en un contexto social determinado y las circunstancias determinaran qué es lo correcto y qué debemos hacer.

Profesor Novas.

Bueno, muchachos, estamos terminando esta discusión; pero antes de que nos marchemos me gustaría saber qué opinan ustedes de este otro caso que me contó mi esposa. Quizás este caso ayude a muchos de los presentes a saber cuál de los modelos éticos es realmente conveniente a la hora de conducir nuestras vidas.

Mi esposa es amiga de una familia dedicada a las labores comunitarias, dada la particularidad de que casi todos se han dedicado a la profesión médica, pero además, han combinado su vocación a la fe cristiana. Un día la Dra. Paula y su hija la Dra. Antonia Molina regresaban, caminando tranquilamente por la calle de la barriada Los Manguitos, donde habían realizado un operativo médico en el que distribuyeron gratuitamente medicamentos y dieron atención primaria a niños, adolescentes y ancianos. Sin embargo, parece ser que ese día estaban destinados a la desgracia, porque a la altura de la calle 42, esquina 31, un delincuente drogado, armado de un machete  de doble filo, intentó asaltarla y en la confusión que se formó, asesinó cruelmente a la noble Dra. Paula, mientras su hija escapó gracias a la intervención de un joven de su congregación, la cual transportaba los equipos del operativo unos pasos atrás.

Un año más tarde, estando la Dra. Antonia de servicio en el Hospital San Felipe realizando su especialidad, recibieron una gran cantidad de heridos desde la Penitenciaria Nacional de la Victoria, producto de un motín infernal desatado allí. Después que ingresaron a todos los heridos y quemados, le correspondió a Antonia y una compañera realizar la ronda de la madrugada y, mientras pasaban supervisión a los ingresados en la segunda planta del pabellón Q, encontró, entre los heridos, al mismo criminal que había asesinado a su madre un año atrás y que nunca fue atrapado.

En aquel momento, Antonia se siente desfallecer, pero sacando fuerzas bajó hasta el consultorio de la Dra. M.A., que es la jefa del servicio y de los Residentes; una vez allí, cuenta a su superiora la situación que se le ha presentado.

La Dra. M.A. se maravilló y exclamó: «mi hija, ese te lo mandó Dios, para que pague por sus crímenes».

¡Manos a la obra, vamos para allá ahora mismo! Prepárate una inyección de potasio, porque esta será su último día de criminal; pero la M.A., notó que Antonia, no se mostraba estimulada con la idea de quitarle la vida al asesino de su madre; razón por la cual, le dijo «está bien, si tú no te atreves a hacer justicia, yo sí; y de inmediato llamó a una enfermera de muchos años en ejercicio y le contó el caso, y esta accedió gustosamente a preparar y suministrar la inyección.

El caso planteado es la siguiente: «la M.A. y la enfermera aplicaron la inyección y el hombre murió minutos después. Cuando el caso llegó a oídos de los demás médicos de servicio esa noche, la mayoría estuvo de acuerdo con la actitud de la M.A. y afirmaron algunos que si fuera su caso particular, no dejarían que nadie hiciera lo que ellos mismos tenían el deber moral de hacer. Sin embargo, Antonia no deja de sentirse culpable.

Nuestra pregunta es la siguiente:

  1. a) ¿Bebe Antonia sentirse responsable de la muerte de este sujeto a manos de su superiora y de la enfermera?

¿Cómo debemos juzgar a la enfermera y a la M.A que aplicaron la inyección letal a este criminal del patio, que mató a una persona bondadosa, profesional de la medicina, cristiana, comunitaria y que sin embargo, no estaba preso por ese delito, sino por otro crimen distinto?

Alex, el kantiano.

Profesor, parecería que estos casos son inventados por usted para encajar en las situaciones que estamos analizando; pero no sólo eso, el caso es que estos ejemplos, dejan en nuestro ánimo un gran conflicto, aunque nuestro modelo ético dice bien claro que sólo pertenecen al reino de los fines aquellas acciones que pueden ser universalizadas y tomadas de ejemplo para todos los seres racionales.

Cuando uno analiza la situación planteada uno se pregunta ¿y si fuera mi madre la que ha sido ultimada, y si fuera yo el médico que encuentra a esta lacra amarrada a la cama del hospital donde yo trabajo, ¿qué haría?

Esta reflexión es a propósito de que no quiero  que la gente se forme la falsa idea de que nosotros los kantianos no tenemos sentimientos, que no nos duele lo que se nos hace o que somos simuladores al preferir un modelo ético formal y criticar el modelo de los sentimientos que sostienen Esteban, Amelia, Karlos y Chago. Como usted sabe, profesor, las pasiones son parte de la naturaleza humana y, como parte de ese todo, tenemos sentimientos al igual que todos los seres humanos. Sin embargo, por la conciencia que tenemos sobre la necesidad de procurar una humanidad más justa y equilibrada, debemos imponer la fría y sabia orientación de la razón en todas las acciones de nuestras vidas; aun en casos como éste, donde es preciso pelear con nuestras pasiones más primitivas para hacer lo correcto.

Por otro lado, profesor, y respondiendo a su preguntas, creo que según fueron planteadas las cosas, se podría decir que no veo ninguna responsabilidad atribuible a Antonia por cuanto ella no tenía intención de producir los acontecimientos que se desencadenaron luego. Quizás esto suene un poco ingenuo de mi parte, pero me parece que su intención, al informarle a su superiora sobre los hechos, no tuvo ninguna mala intención, sino que, simplemente, mostró las emociones naturales que produce un hecho de esa naturaleza.  Ahora bien, como buenos kantianos debemos hacernos las siguientes preguntas: ¿Por qué Antonia se negó a participar en la muerte del asesino de su madre? ¿Lo hizo por miedo al castigo o porque entiende que es una mala acción y que no se le debe quitar la vida a ningún ser bajo ningún concepto o excusa? O simplemente, ¿ella quiso provocar que fueran otros lo que hicieran lo que ella quería hacer y  no se atrevió a realizar por miedo?

 Si sus acciones tuvieron algunas de estas motivaciones, entonces tenemos que concluir que es más culpable que la enfermera y la M.A que aplicaron la inyección con sus manos; pero con una diferencia fundamental: los que aplicaron la inyección con sus manos al menos no son farsantes como ella.

En segundo lugar, sobre el caso de la M.A y de la enfermera, debo decirle que lo considero francamente inmoral y aunque parezca simpática su acción, no debemos quedarnos en lo aparente y ver un poco más allá de los hechos, analizando si esos hechos se pueden universalizar y convertir en principios. ¿Ustedes creen que la acción de la enfermera y la M.A se puede convertir en conducta para todo el personal de salud? Yo sé que muchos de los presentes dirán que ese criminal merecía algo peor que lo que le pasó; pero ¿quién impide que estos héroes modernos comiencen a eliminar a las personas que sufren enfermedades terminales, que por su naturaleza hacen sufrir a sus familiares destruyéndole los pocos recursos materiales que poseen para cubrir una enfermedad que no ofrece esperanzas de mejoría?

También hay que pensar en los principios establecidos por Hipócrates, donde se deja bien claro que un personal médico no puede ponerse a deliberar sobre la calidad de la vida del enfermo que atiende, pues podría darse el caso de que parezca aceptable su decisión cuando se trate de delincuentes; pero ¿quién nos asegura que no le cojan el gusto al jueguito de ser Dios y comiencen a matar a los más pobres porque son una molestia social?

Profesor, es por esta razón que nosotros abogamos por una ética formal, de fines y no de medios; porque observe cómo se justifican hasta el crimen los modelos morales basados en el sentimiento.   Habrían cosas que no pasarían si siempre obráramos de acuerdo a un principio metafísico incorruptible; por eso, el principio hipocrático: «…juro buscar siempre la cura del enfermo, y nunca suministrarle veneno o provocarle la muerte por ningún medio, aunque el propio paciente me lo pidiera…» resulta ser la clave de una correcta ética de todo el personal de salud y en consecuencia, no lo podemos justificar bajo ningún concepto, pues estas dos profesionales, al violar ese principio de la razón,  actuaron por pasión, con ira, soberbia y con venganza. Y en consecuencia, creo que ellas se han reducido a la condición del mismo delincuente al que supuestamente aplicaron justicia al quitarlo del medio; y peor aún, en el caso de la Dra. M.A. quien, en su calidad de autoridad, está obligada a actuar de acuerdo a los principios que juró respetar; pues ella es la persona que los médicos residentes tomarán de ejemplo en los futuros casos de conflicto en su ejercicio profesional.

Chago, el marxista.

Profesor, ¿no considera usted que la «moral» kantiana es para extraterrestres? Nosotros, aunque no vamos a hacer una apología de la acción de la doctora y de la enfermera, tampoco vamos a satanizarla como pretende Alex y la pretendida moral formal; recuerde profesor, que la moral es un producto de la sociedad donde vivimos, nada más; de ahí que no nos sorprende la actitud de estas dos mujeres que decidieron hacer «justicia» con sus manos. Es casi seguro que esta maestra de la medicina estaba cansada de ver los abusos que comenten estos delincuentes y lo fácil que se libran de la persecución judicial, producto de la gran corrupción policial y judicial que existe en la República Dominicana, donde existe mayor seguridad y protección para los delincuentes que para la gente honesta.

Cuando las instituciones encargadas de hacer justicia no cumplen su función y en cambio se hacen cómplices del crimen, los ciudadanos preocupados –como esta maestra de la medicina– deben hacer lo que tienen que hacer. Lo único criticable de su acción es que fue un acto individual de ellas dos como persona. Por eso es que exhortamos a las personas que están padeciendo injusticia, que se organicen en sus respectivos núcleos profesionales y comunidades, para que de este modo sus acciones y ansias de justicia no se conviertan en simples venganzas personales.

Profesor Novas.  

¡Concluya!

Chago, el marxista.

Sí, sí profesor, déjeme concluir. Ya falta poco. Lo único que quiero decirle a la hija de la doctora asesinada, es que el remordimiento que ella tiene debería venir del hecho de no haber sido ella la que hiciera lo que hicieron sus amigas. ¿Quién me puede pedir que tenga piedad con un criminal que no la ha tenido con mi madre o con un miembro honesto y laborioso como era esta mujer? Creo firmemente que la piedad, en casos como éstos, se convierte en debilidad e irresponsabilidad.

Ahí está, profesor Novas, lo que le decía anteriormente de nuestra moral. Aquí están perfectamente unidos los fines y medios en un solo acto. Si nos ponemos a analizar cuál era el fin que perseguían esas dos mujeres al quitarle la vida a ese parásito social, notamos con facilidad que querían librar a la sociedad dominicana de otros crímenes futuros. Eso por ese lado; pero si consideramos los medios que utilizaron para su acción, vemos igualmente que fueron los medios justos; puesto que ellas no salieron en persecución de este azaroso, sino que por el contrario es el azar quien produjo la situación propicia para que este culpable pagara su crimen. ¿Acaso su acción  puede ser calificada de otra manera que no sea de justicia divina?

Recuerden, moralistas, que «todo aquel que tiene miedo a la hora de aplicar mano dura contra las lacras sociales, también pierde el derecho de pedir justicia cuando los criminales y la corrupción terminen tragándose la sociedad en que vivimos».

Amelia, la cristiana.

Profesor, al analizar las circunstancias que producen estos acontecimientos, lo único que se me ocurre pensar, es que Dios tiene un propósito para todas las cosas, que nada ocurre así porque sí, sino que todo tiene una finalidad en su plan divino.

Estoy segura que Dios tiene un propósito específico para dejar que esta mujer viva estas pruebas tan terribles. Dice la Biblia, que quien a hierro mata, a hierro debe morir, y aquí, sólo ha ocurrido el cumplimiento de esta ley divina.  Así como ese delincuente tomó la vida de una mujer buena, cristiana, entregada al bien de los demás, así le fue arrebatada la  suya; fíjese que él, que se creía tan fuerte y poderoso, que llegó a ser, según dijeron los periódicos, el rey de los delincuentes en la Penitenciaria Nacional de la Victoria, y que jamás pensó que podía ser tocado más que por sus iguales, vino a morir indefenso en una cama solitaria, amarrado, viendo cómo dos mujeres frágiles, pero firmes le arrancaban su vida, sin que pudiera hacer otra cosa que portarse como un cobarde, pidiendo la piedad que él nunca tuvo con sus víctimas.

Así fue enviado directo al infierno aquel que sembró tempestades en su vida.

Profesor Novas.

Me imagino Amelia que así como el criminal va derecho al infierno, como usted afirma, así mismo irán la enfermera y la Doctora que lo inyectaron o, ¿existe a su parecer alguna diferencia entre aquel que mata por una razón «noble» y aquel que mata sin ninguna «buena razón»?

Amelia, la cristiana.

Profesor Novas, con todo el respeto que me merece, creo que esa pregunta está de más en tanto usted sabe bien que el cristiano no hace distinción en ese aspecto; el respeto a la vida es un principio fundamental de la cristiandad. Para el cristiano verdadero no hay ningún valor superior que el amor a Dios y el respeto a la vida humana. Recuerde que la venganza le pertenece a nuestro Señor.

Respecto a su pregunta, en el sentido de si justificamos el acto de la enfermera y la doctora debo decir que en honor a la verdad, estamos opuestos, por principio y por temor al Creador, a toda muerte; porque el único que puede quitar la vida legítimamente es el que la ha creado; pero confieso que si se me presenta un caso así, pido a Dios las fuerzas para no faltar a su Ley; porque mucho me temo que pueda resistir la tentación de hacer lo mismo que hicieron ellas dos.

Profesor Novas.

Pero, definitivamente, ¿la enfermera y la doctora van al infierno, o tienen una disculpa?

Amelia, la cristiana.

Bien sabe usted que, al igual que todos los hombres, van al infierno a menos que se arrepientan de corazón y vengan al Señor.

Profesor Novas.

Y el criminal, ¿tenía oportunidad de ir al cielo?

Amelia, la cristiana.

Claro que sí, si este se había arrepentido de corazón con anterioridad a su muerte, también irá a morar con Dios.

Profesor Novas.

Pero, si Dios es quien controla todos los actos del hombre ¿cómo puede el hombre ser responsable de lo que hace? Por ejemplo, ¿no podríamos hablar de que el asesino ajusticiado por las dos mujeres y las propias mujeres no actuaron libremente, sino que fueron guiadas por los hilos invisibles del destino que controla Dios y, por tanto, el responsable de estos hechos sería el propio Dios?

Amelia, la cristiana.

Profesor, me sorprende que usted me haga esa pregunta; porque un hombre educado como usted  sabe bien que Dios creó al hombre y lo dejó libre para que actuara y eligiera el camino del bien o del mal. Es verdad que él tiene el trazado maestro sobre la vida del hombre; pero toca a cada hombre elegir uno de esos caminos.

¡Es verdad que Dios tiene el poder de impedir las cosas, pero permite que pasen para que el hombre aprenda a ser responsable! Por otro lado, usted bien sabe que no podemos pedirle cuentas a Dios; en tanto él no tiene que rendirnos cuentas a nosotros.

Profesor Novas.

La felicito Amelia, porque ha retornado al camino de los argumentos; pues esta serie de preguntas tenían el propósito de hacerle recordar que esta es una discusión filosófica y en filosofía los argumentos son racionales y no basados en la fe; aunque particularmente no le impido, ni critico a nadie sus creencias, pues al fin y al cabo son de las cosas que nos hacen humanos.

Siguiendo ese mismo orden, me gustaría que detalle un poco más la cuestión aquella del modelo que asume el cristianismo para valorar la acción moral de sus gentes; el modelo de los sentimientos o el modelo racional.

Amelia, la cristiana.

Como no, profesor; puedo responder a su pregunta, pero usted conoce que la religión es para mí una pasión; como es para Alex la razón, el ateísmo para Chago; para Esteban el punto medio, para Karlos la libertad, y para Pula el individualismo irracional.

Profesor novas.

¿Y para mí?

Amelia, la cristiana.

Para usted… Diríamos que es la filosofía.

Pero, respondiendo a su pregunta debo decirle que nosotros no apostamos por ninguno  de esos dos modelos, pues uno sin el otro camina cojo. El cristiano debe conducir su vida moral siguiendo estrictamente el mandato de Dios, sin importar la cuestión de los medios o las buenas intenciones que se pueda tener; dado que para nosotros lo único valioso es cumplir la palabra de Dios que está en el libro de libros. Nosotros no nos preocupamos por esas morales de los hombres.

Evidentemente que ese sentido de la moral del cristiano resulta ser una moral de sentimiento; pero no de sentimientos personales como muchos pueden creer. Nuestra moral resulta ser de sentimiento y no de racionalidad, como la de Kant; porque no tomamos la razón humana como legisladora y juez, lo cual convierte su moral en una moral autónoma; en tanto nosotros seguimos una moral heterónoma al preferir seguir los mandatos morales divinos, que son perfectos, y no arriesgarnos a que cada hombre se haga juez y legislador de su propia causa. Para el cristiano el único legislador que hace leyes morales justas es Dios y el único que puede juzgar con justicia.

Recuerde profesor Novas lo que dice el refrán cuando afirma que «el camino del infierno está lleno de gentes con buenas intenciones».

Karlos, el existencialista.

Profesor, ya casi estaba durmiéndome con la misa de Amelia.

Sin embargo, usted hizo las preguntas que yo quería hacerle a la cristiana, y aunque sus respuestas son aparentemente válidas en la forma, resultan falsas por el contenido. Dado que ella parte del supuesto falso de que el hombre es un ser creado y que además es poseedor de una naturaleza humana dada y fija. Si esto fuera así, habría que considerar la cuestión sobre la esencia y la existencia del hombre, y cuando hallamos determinado esas dos cuestiones, podríamos demostrarle a ella que el cristianismo concibe al hombre como una marioneta en manos de «Dios» quien es el hacedor del destino y por tanto el hombre queda limitado a elegir lo que otro ya eligió para nosotros.

Por otro lado, quiero emitir mi parecer acerca del caso de la enfermera y la doctora.

Aquí podemos ver la acción directa de dos personas que han creado su propia moral y ejecutan lo que entienden correcto, para luego !defenderla y justificarla sobre la base de la propia racionalidad del hecho.

Yo particularmente simpatizo con esa acción, y fuera de toda falsa valoración, creo que es una acción que la hubiera asumido cualquier persona, aunque la consecuencia de la misma fuera la prisión.

Esto me recuerda al profesor de derecho que, inspirado en su aula de clases en la vieja Facultad de Ciencias Jurídicas, diciendo a los alumnos que el derecho público hizo al hombre un ser social, capaz de dirimir sus problemas en la justicia y no de manera privada como ocurría anteriormente y que los teóricos franceses nos libraron de la barbarie de la venganza privada, que interrumpido por un muchacho de esos medio comunista que estaban allí como alumno, quien preguntó de repente ¿profesor, usted tiene hijos? Sí, responde el profesor y ¿qué haría usted si al llegar a su casa encuentra a unos maleantes violando a sus hijas?

El profesor parece que se indignó tanto con la sola idea de una barbaridad como ésta, que respondió súbitamente, «yo los mato».

El estudiante sorprendido, dice al profesor: «¿pero ese delito sólo amerita cárcel, no sería mejor dejar que la justicia actúe ya que los franceses nos libraron de la venganza privada?» El profesor le responde, «así es, usted tiene razón; pero prefiero ir yo a la cárcel y librar a la sociedad de esos salvajes.

Esta ilustración dice todo lo que es posible decir en este caso; la acción de matar por sí misma es mala, pero hay que recordar que la moral no es un todo abstracto que se elabora fuera del hombre. Cada hombre debe inventar su moral, y las situaciones límites son las que le sirven al hombre para inventarla o encontrarla.

Por eso, los existencialistas no nos preocupamos por decirle a nadie qué es lo que debe hacer, cómo debe actuar; puesto que esto nadie lo sabe con seguridad. Nuestra propuesta se limita a decir al hombre «que él es responsable de sus hechos».

Profesor Novas.

¿Cuál sería la postura existencialista en torno al modelo de los medios, frente al de los fines?

Karlos, el existencialista.

Profesor Novas, si no conociera su metodología de enseñanza diría que esa pregunta es una ofensa, pues usted más que nadie sabe que el existencialismo ve al hombre como libertad absoluta, no lo ve  atado a ningún modelo, al contrario cada hombre debe inventar su propia moral; ya que si una cosa queda clara en esta conversación acerca del reino de los medios y de los fines, es que al existencialista no le preocupa como juzgan los demás la acción moral del individuo, sino más bien cómo el individuo valora sus propios hechos.

Profesor Novas.

Karlos, ¿pero una postura moral tan abierta, no deja la posibilidad de que cada individuo tome una parte como si fuera el todo y termine relativizando toda la cuestión moral?

Karlos, el existencialista.

¡Claro, profesor, que esta posibilidad existe! Pero todo existencialista sabe que el límite de la libertad está dado por la razón. Todo el mundo sabe que nosotros nunca hemos visto la libertad separada de la responsabilidad.

Ahora bien, lo que ocurre es que la mayoría de los que se dicen existencialistas en República Dominicana pretenden el camino de la «libertad» sin responsabilidad. Y esos sujetos no son realmente existencialistas, más bien están en la parcela nihilista–hedonista–pragmática y bajo esos seudo–preceptos de irresponsabilidad absoluta son capaces de justificar las inconductas más grandes diciendo que todo se justifica, porque todos actúan de manera similar.

Pula, el Nihilista.

Buenas noches, compañeros, buenas noches, profesor Novas.

Me pregunto sobre la pertinencia de seguir hablando todavía de modelos éticos, de principios morales, de normas y miles de cosas que en realidad no tienen aplicación en los tiempos que corren; dado que todo ello resulta en discurso, y el hombre que tiene los pies sobre la tierra no debe hacerle caso a los discursos. En realidad no hay diferencia entre aquel que toma la vida de alguien por una «razón justa» y el que mata por una «razón injusta»; es más, yo considero que el criminal que asesina por placer es mucho más auténtico moralmente que aquel que baja la cabeza y dice que lo hizo porque era lo justo o lo que aquel se merecía.

El criminal que no busca excusas ni apoyo moral en compañeros o grupos para justificar su acción es un verdadero creador –un artista-; en cambio los que siguen una «moral» siempre están buscando el apoyo de los demás para justificar su sed de sangre; no tienen la franqueza de reconocer que matar le produce placer, que su sangre se calienta cuando acorrala y atrapa su presa. Todo hombre sabe que esto es cierto y que por eso nos emocionamos cuando nos identificamos plenamente con el héroe de la película y lo acompañamos en su venganza sin reprocharle nada.

¿Te has preguntado por qué te sientes tan bien matando al enemigo y al final no te sientes criminal, por tratarse de una «causa justa»?

¿Sabes por qué te sientes así? Porque los valores que esta sociedad ha cultivado son valores para exhibir, y presentar al hombre en una dimensión humana que no posee en absoluto, porque el tal ser humano no es más que una bestia que se oculta.

Con respecto al crimen de las dos mujeres, y el de aquel a quien a decir de muchos, ajusticiaron: ¿cuál puede ser la diferencia –no semántica– entre el acto de las dos mujeres, la enfermera y la Doctora, y el de su víctima?  Evidentemente que no hay ninguna; pues ambos cometieron el mismo hecho, mataron a alguien.

Me parece paradójico que ahora nosotros pretendamos juzgar los hechos por la intención; calificando como asesinato injustificado, horroroso y perverso, al primero, y al segundo crimen, como justificado, noble y justiciero; por el sólo hecho de que ha cambiado la víctima, no el hecho.

Yo me pregunto: ambos autores, ¿no sintieron el mismo placer cuando cometían su crimen?, ¿ambos casos no están guiados por el mismo instinto primitivo de venganza y depredación? Evidentemente que la diferencia entre estos dos hechos la pone el público cuando califica los hechos de acuerdo a sus intereses.

Por esas razones es que nosotros sostenemos que la moral es el producto de la voluntad de gente enfermiza, incapaces de aceptar su condición de «animal feroz», sin trascendencia alguna.

Otra diferencia que encontramos entre el asesino que se ha reconocido como tal y su imitador, aquel que asesina porque sus «valores morales» lo mandan a buscar «justicia», está dada en el hecho de que el asesino auténtico no es hipócrita, él sabe que sus actos no poseen trascendencia, que los hombres somos presente y nada más, que la existencia es el momento presente y que hay que vivirlo porque ya está pasando y no hay modo de recuperarlo.

En tanto que el otro criminal, el auto llamado «justiciero», está lleno de orgullo y pretende decirnos que actúa en nombre de la justicia; pero sus intentos son algo inútil, pues todos sabemos que este no es más que un simulador que no se atreve a reconocer que arrebata la vida de su víctima porque le produce placer hacerlo. Y porque sabe que no hay Dios para castigarlo o premiarlo. Este mentiroso siente orgullo por su acción, al saber que ese apoyo «moral» que recibe de la gente, no es más que la confirmación de que todo el mundo es criminal igual que él.

Finalmente, quiero llamar la atención de un hecho evidente, pero que aún ustedes se niegan a aceptar: «el hombre es un pobre animal»; obsérvese que el kantiano, la cristiana, el aristotélico, el marxista y el existencialista, y hasta el profesor Novas sienten la misma sed de venganza ante las circunstancias de tener ante nosotros al asesino de un ser querido. Ustedes saben cómo se llama ese algo que sentimos: se llama pasión por la sangre y ustedes saben a quien corresponde la pasión: a la bestia que reclama ser reconocida por nosotros; sí, mis amigos, la pasión es la bestia pidiendo que nos despojemos de esos falsos valores de la «moral y la religión».

La moral es para los esclavos, porque el hombre libre acepta fácilmente la realidad misma del ser del hombre. El hombre es tierra y nada más, una cosa ahí que nunca trascenderá el momento presente que vive.

Sé que a ustedes, mis discípulos, les parecerán extrañas estas palabras; pero yo no me identifico con el crimen de las dos mujeres; porque su venganza la quieren llamar justicia, y la justicia es para los débiles, porque los fuertes no necesitan excusar ni explicar lo que hacen; ellos hacen lo que quieren y cuando quieren, sin necesidad de que otros les digan que está bien o está mal.

Profesor Novas.

¿Ya usted tiene discípulos?

Pula, el nihilista.

Claro que no, profesor, eso es una chanza con los muchachos, ya que los veo tan concentrados en mi discurso y creo que a muchos de ellos les ha llegado profundamente mis argumentos.

Profesor Novas.  

Yo creí que lo habíamos perdido; pero de todos modos ya debe concluir.

Pula, el nihilista.

Ya estaba concluyendo. A propósito, profesor, usted recuerda a un fulano apodado «Angito», a quien la policía acusaba de la muerte del General retirado Beauchamp Javier y que al momento de ser «atrapado» hizo un trato con la Policía Nacional, donde le proponía como condición para confesar sus crímenes y ubicar los elementos materiales que probaban su responsabilidad en los hechos.Que si lo iban a matar que le dieran un tiro en la cabeza pero que no lo pusieran a sufrir.

Recuerdo que el infeliz le decía al héroe que estaba frente a el «Jefe, yo lo único que le pido es que no me maltrate, que yo confieso todo sin problema; pero si usted me va a matar, le pido que me de un solo tiro, que no me ponga a sufrir; porque cuando yo tenía que matar una gente no la ponía a sufrir».

Como se podrá dar cuenta profesor, para el tal «Angito» no hay sentido de trascendencia, él mira al hombre como lo que es, una criatura que nace, crece y muere sin trascender el presente; él sabe que sus actos trascienden su existencia. El sabe que un tiro en la cabeza pone fin a todo, él sabe que su «alma» no va para ningún lado, que la muerte pone fin a todo, incluso al otro mundo con todos sus dioses y demonios.

Ese tipo es un criminal auténtico, pues se reconoce como tal y no busca excusas para sus pasiones, al contrario, el crimen le parece natural, la vida y la muerte sólo son parte del proceso, nada le parece extraordinario.

El sabe que no debe bajar la cara cuando es atrapado y negocia con la policía, porque sabe que está hablando entre colegas que entienden del negocio; él sabe que esos policías se sienten mal porque el se entregó y le quitó la oportunidad de bañarse con su sangre, de ahí que le recuerde al General Candelier, que si lo va a matar que le de un sólo tiro y que no lo ponga a sufrir.

¿Por qué Angito les habla así a sus colegas?

Desde mi punto de vista lo hace porque tiene conciencia de lo que son capaces estos cobardes, que se escudan detrás de un uniforme para satisfacer su necesidad de sangre y creerse unos héroes, porque lo dice la gente y le dan medallas. Pero la verdad es que estos pendejos se niegan a reconocer que matar les produce placer al igual que a él; pero que aquellos buscan excusas para justificar con bellos nombres sus crímenes, como el policía que mata por placer y lo justifica diciendo que fue cumpliendo su deber «…que Dios, la sociedad y sus superiores saben que él no es un criminal…»

Finalmente, profesor, proclamo aquí con todas mis fuerzas, que el crimen siempre es el mismo, y que el criminal auténtico me parece más honesto porque reconoce su acción como algo que no trasciende, algo que se queda en el presente, algo que muestra la verdadera naturaleza del hombre, es decir su yo animal en busca de nuevos caminos en el juego de la vida.

Además, es bueno que nos dejemos de tonterías y comencemos a llamar a las cosas por su nombre. «Hombre que mata y es capaz de dar su propia vida, como tributo de desprecio al sentido de trascendencia que le han atribuido es un verdadero hombre, porque no llama a sus crímenes justicia, sino que los llama por su nombre verdadero, «venganza». Y no hace como aquellos malditos que cubren la naturaleza criminal de sus actos con bellos discursos de televisión, como hacen los cundangos norteamericanos.

Yo asumo que los «árabes» que volaron las torres gemelas de New York piloteando esos  aviones tienen mayor respeto por la vida de sus víctimas al ofrecer la propia como tributo; que el cundango del Presidente Bush, que ordena asesinar a miles de inocentes, con sus enormes bombarderos en nombre de la justicia.

Los verdaderos nihilistas no llaman a sus crímenes «justicia verdadera».

El verdadero criminal no dice que su enemigo tiene armas de destrucción masiva, cuando en realidad lo que le interesa es el petróleo de su enemigo.

El superhombre no procura justicia, busca la venganza.

Profesor Novas.

Al llegar al final de esta discusión, hay algunos puntos que deben ser acentuados, para el beneficio de la filosofía como disciplina racional.

En primer lugar, es necesario decir que la ética de los fines es un modelo formal; que toma al hombre como un ser racional, que busca el cumplimiento de la ley en cada acción, o por lo menos, que debe buscarlo, al ser poseedor de un sentido moral dado por la razón, aunque esta sea una razón no ilustrada. Este es el modelo que asume el kantismo, y como modelo racional me parece el más perfecto; pero este modelo presenta la dificultad de una casi imposibilidad material en su aplicación; sin embargo, esto no le quita sus encantos, porque como sistema formal nos plantea el reto personal de tratar de hacer las cosas, siempre con apego al deber que manda la razón como un imperativo categórico.

No podemos negar que la intención en el acto moral es fundamental, para determinar la responsabilidad o la culpabilidad en un hecho específico; pero no deja de ser cierto que es necesario que esta intención se manifieste para que nos podamos formar un juicio aproximado a la verdad. Por ejemplo, si tomamos el caso del hospital, podemos determinar rápidamente la intención de los involucrados; primero, la situación de la hija de la señora asesinada. Sin que seamos psicólogos, podemos decir que cualquier persona que ha perdido un ser querido en forma violenta, lo menos que puede hacer al encontrarse con el asesino frente a frente, es reaccionar como lo hizo ella, sin que en esta acción medie ninguna intención racional; pues es evidente que se trata de una acción instintiva y emocional.

En la segunda situación, la de la enfermera y la doctora, se advierte claramente que es una acción instantánea, pero aquí intervienen otros elementos que no son los puramente instintivos; porque en su caso, podemos hablar de planificación en una acción calificada de criminal por algunos, de heróica por otros y de justa por aquellos que toman como única referencia para juzgar el acto moral, los elementos que el medio social tolera o acepta.

En los modelos morales de sentimiento es evidente que la acción de las dos mujeres tiene muchos más simpatía que rechazo; pues yo mismo como profesor, consciente como estoy de que no debemos predicar a favor de acciones que vayan en contra de la vida, me pregunto: ¿que haría frente a una situación como esta?

Por otro lado, debemos decir que la enfermera y la doctora no tenían intención criminal en sí, aunque cometieron una acción criminal.  Esto se puede comprobar cuando analizamos los medios que emplearon en su acción:

  1. a) no actuaron con asechanza;
  2. b) le provocaron la muerte con una inyección letal, que no prolonga la agonía.

Ahora bien, como dice Kant, siempre quedarán algunas interrogantes por responder; como aquella de si es la primera vez que hacen esto; si será la última, si se creen iluminadas y capacitadas para juzgar por sí mismas quiénes merecen morir y quiénes merecen vivir.

Es pertinente señalar que por eso la ética de los fines busca obligarnos a mirar cuál es la última consecuencia de nuestras acciones y que miremos lo que pueden desencadenar nuestros actos.

Por otro lado, debemos aclarar que la ética de los medios (es decir del modelo que juzga la acción moral por los medios que se emplean); es una ética que se sustenta en lo «normal», en lo aceptado en la comunidad de su tiempo–espacio respectivo.

Siendo así las cosas, resulta importante no perder de vista que obra moralmente quien tiene los medios propios para obrar y no aquel que carece de ellos.  Por ejemplo, es el caso de la mujer del cuento del ilustre profesor Juan Bosch, donde se nos narra la situación de una madre en extrema necesidad de alimentos y medicina para sus hijos y que carece de recursos para comprarlo. Según la recreación que hicimos aquí, y que intencionalmente no narramos su conclusión, porque nos interesaba explorar una posibilidad distinta a la que se presenta al final cuando regresa la niña y la señora despide al hombre del medio peso.

Como se puede ver, los medios que empleó la señora fueron los justos; se nos ocurre pensar una nueva posibilidad; como aquella donde el hombre se negará por todos los medios a ayudarla y que a ella no le quedará otra opción que obligarlo por algún medio de fuerza; siendo naturalmente la misma intención «salvar los hijos», podríamos hablar aún de medios adecuados y de una buena intención.

Es por casos como este, que hemos manifestado en ocasiones anteriores que la ética de los medios es de época y de contexto; pues al cambiar el escenario resulta que podría resultar héroe quien realmente es un rastrero común. Esto se parece mucho a lo que se puede interpretar del pensamiento de Nicolás Maquiavelo …el fin justifica los medios….

Estas pequeñas complicaciones que muy a propósito he introducido en mis reflexiones, son para que comprendamos, que tanto el modelo que mira el medio, como el modelo que mira los fines en la acción moral, deben formar parte de un solo discurso; pues aquí se evidenció que uno y otro se auxilian, porque obsérvese que si la mujer usa un medio de fuerza para quitarle dinero a este caminante, pero se limita a tomar estrictamente lo que necesitaba para ese momento de urgencia, la acción quedaría justificada por la intención, que es absolutamente buena, también quedaría justificada por los medios, porque aunque utilizó fuerza en su acción, se limitó a tomar solamente lo que necesitaba en ese momento. Sé que casi todos ustedes están pensando que mi discurso parece relativista y que deja  algunas cuestiones flojas; pero debo decir que antes que profesor soy humano, y un humano que aún sufre cuando mira tanta miseria y tanta injusticia en un mundo lleno de tantas  riquezas en tan pocas manos.

Yo no soy partidario de la violencia en ningún contexto, pero considero que el hombre una vez educado y consciente de la fuente de su miseria, y la de  su pueblo, tiene el derecho a rebelarse contra toda injusticia.

Cuestionario

inalidad y medios en el acto moral

  1. A su modo de ver, ¿qué acción posee mayor valor moral, la del médico que ayudó de mala gana o la de los mirones que tenían buenas intenciones?
  2. Señale cuáles son, a su juicio, las condiciones indispensables para que una acción tenga contenido moral.
  3. A su juicio, ¿qué es más importante en el acto moral: los medios que se poseen para obrar o la intención que guía nuestra acción?
  4. ¿Se puede hablar de acción moral cuando un individuo que posee ciertas destrezas para hacer algo se involucra en una acción por circunstancias especiales, tales como presión social o simplemente buscando una recompensa o reconocimiento por su acción?
  5. ¿Podría decirse que la acción de la mujer, de En un bohío, es inmoral si recibe dinero por acostarse con ese hombre en estas circunstancias?
  6. ¿Cómo define usted la prostitución?
  7. ¿Qué valor moral tiene la intención de esta mujer?
  8. ¿Qué opinión le merece la visión del kantiano en el sentido de que la mujer sacrificó su orgullo de mujer por un mandato del deber, que le ordenaba de manera imperativa salvar a los que dependen de ella?
  9. ¿Qué piensa usted de lo que dice Esteban, en el sentido de que si la madre sólo hubiese poseído buena voluntad y ningún medio material para obrar, en este caso su propio cuerpo, hoy estaríamos hablando de cuatro muertos por hambre: una madre –kantiana como Alex– bien intencionada y sus tres hijos?
  10. Reflexione en torno a las afirmaciones del existencialista en el sentido de que cada ser humano inventa y elige su moral y que lo único verdaderamente importante a considerar en toda acción humana es la responsalidad con que el sujeto asume las consecuencias de sus acciones frente a su propia conciencia.
  11. En la situación hipotética de que se le presentara una situación parecida a la de Antonia, ¿qué haría usted? Argumente su respuesta.
  12. Según su criterio, ¿debe Antonia sentirse responsable de la muerte de este sujeto a manos de su superiora y de la enfermera? Argumente su respuesta.
  13. ¿Cómo juzga usted la acción de la enfermera y la M.A que aplicaron la inyección letal al criminal que mató a la madre de Antonia?
  14. Según su punto de vista, ¿por cuál razón se negó Antonia a participar en la muerte del asesino de su madre: lo hizo por miedo al castigo o porque entendía que es una mala acción y que no se le debe quitar la vida a ningún ser bajo ningún concepto o excusa, simplemente, ella quiso provocar que fueran otros lo que hicieran lo que ella quería hacer? Argumente su respuesta.
  15. ¿Considera usted que la acción de la enfermera y la M.A pueden ser tomada como modelo de conducta válido para todo el personal de salud, que se enfrente a situaciones similares?
  16. Qué consideración le merecen las afirmaciones del kantiano en el sentido de que, nadie impide que esas mujeres se crean héroes modernos y comiencen a eliminar a las personas que sufren enfermedades terminales que por su naturaleza hacen sufrir a sus familiares, destruyéndole además los pocos recursos materiales que poseen para cubrir los costos de una enfermedad que no ofrece esperanzas de mejoría.
  17. Qué opinión le merecen las afirmaciones del marxista en el sentido de que nadie puede pedirle que tenga piedad con un criminal que no la ha tenido con mi madre, y que por tanto cree que la piedad, en casos como éstos, se convierte en debilidad e irresponsabilidad.
  18. Que opinión le merecen las afirmaciones de la cristiana de que quien a hierro mata, a hierro debe morir.
  19. Qué consideración le merece la afirmación del nihilista en el sentido de que «no hay diferencia entre aquel que toma la vida de alguien por una «razón justa» y el que mata por una «razón injusta»; es más, yo considero que el criminal que asesina por placer es mucho más auténtico moralmente que aquel que baja la cabeza y dice que lo hizo porque era lo justo».
  20. En el mismo sentido de la pregunta anterior, ¿cuál puede ser la diferencia –no semántica– entre el acto de las dos mujeres, la enfermera y la M.A. y el de su víctima? Justifique su respuesta.
  21. Que consideración le merece la afirmación del nihilista en el sentido de que todo ser humano es una bestia feroz.
  22. ¿Con cuál de estos personajes se identifica usted? Explique por qué.
  23. Critique brevemente la postura de los demás personajes.

 

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